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David Bowie

Blackstar

David Bowie

Seguramente hay bastante de prejuicio positivo en las críticas del último -aquí, sí, último en los dos sentidos de la palabra- álbum de David Bowie. No es posible realizar una "cata ciega" de un disco, como si de un vino se tratara, para dejar a un lado la influencia que pueda ejercer en nuestra opinión el bagaje y el prestigio de un músico, apabullante en el caso que nos ocupa. Ya antes de la muerte de Bowie, "Blackstar", su testamento sonoro, había recibido grandes elogios, que se han visto reforzados cuando hemos sabido que grabó este disco después de que le comunicaron que le quedaban pocos meses de vida. Aunque no es un disco conceptual, el tono de "Blackstar" es bastante acorde con el estado de ánimo de una persona que vive sus últimos días: sentimos la enorme pesadumbre, como una losa, en "Lazarus", quizá la canción que mejor resume el espíritu de este disco. Encontramos retazos de Trent Reznor, antiguo colaborador de Bowie, en el ritmo entrecortado y anfetamínico de "Sue (Or in a Season of Crime)", donde el saxofón del músico de jazz Donny McCaslin contribuye a la atmósfera de confusión, como la sección de vientos de "Ghost in the machine" (1981), de The Police. Hay también ciertos toques de glam-rock en "Dollar days", quizá la única canción del disco que encajaría en el repertorio setentero del Duque Blanco. Después de un disco en el que domina la incertidumbre y la claustrofobia, Bowie nos da un respiro cerrando el álbum con "I can´t give evertything away", una canción que remite a espacios abiertos y que dibuja un paisaje sonoro más reconfortante. Este "Blackstar" de Bowie pasará a la historia por su belleza oscura y por el tono inquietante de la mayoría de sus canciones, aunque no es un disco en absoluto fúnebre ni pesimista: es esa extraordinaria lucidez antes de la muerte. // Rafa López

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