Érase una vez un par de chicos traviesos que se escaparon de casa y se adentraron en el desierto ansiosos por crecer más rápido y protagonizar su propia epopeya. En su camino se les cruzó un coche patrulla, tentadoramente vacío, y entonces sin darse cuenta desertaron del cuento anterior y se colaron en una "road movie" de persecución tan adrenalínica que empezaron a lamentar haber deseado tantas aventuras. Así es "Cop Car", un cuento negro y retorcido de factura indie, que oscila entre la ingenuidad y la malicia como los buenos cuentos infantiles, esos que, en el fondo, no hacen más que relatar la pérdida de la inocencia de sus protagonistas. En esta travesura de Jon Watts ni siquiera el histrionismo o Kevin Bacon desentonan.