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El vaquero que hace caca

"Cowboy Henk", de Kama y Seele, es un clásico con décadas de historia que reina en Bélgica y que ahora se presenta en España por todo lo alto

El vaquero que hace caca

Henk es un icono inconcreto, un personaje-no-personaje al que definen no sus circunstancias, absolutamente mutantes, sino su espíritu. El cowboy de rubio tupé y complexión atlética es el motor que hace centrifugar unas historietas disparatadas, capaces de cambiar todo lo que rodea al personaje de una página a la siguiente. En este sentido sorprende que una propuesta tan radical o al menos alejada de los cánones de lo comercial (que pasan por presentar personajes y tramas claros como el agua) haya gozado de éxito en su país de origen, Bélgica. Series de radio y de animación, estatuas en plazas... ¿es Cowboy Henk el mayor icono belga tras Tintín? En todo caso, es el icono más loco e hilarante.

Gay, hetero, pintor, atleta, detective, cowboy, muerto y resucitado, el personaje no tiene asideros, no es nada, solo un tipo que vive una realidad disparatada, surreal, que se regenera tras cada gag. Si Kama y Seele deciden que su protagonista es el vehículo perfecto para poner en solfa la pintura moderna, lo convierten en pintor de brocha fina. Si les apetece que sea olímpico, será un atleta. Aunque se lance a una piscina sin saber nadar. A veces sus historietas son cortas, de una página o menos. Otras, desarrollos largos. "Los regaladores de caballos", incluida en el tomo que nos ocupa, supera las cuarenta páginas y es la historia más extensa de las incluidas en el recopilatorio.

Su argumento es un delirio de vaqueros e indios que se enfrentan jugando al fútbol, peligrosos jinetes que, amenaza terrible, se dedican a regalar caballos a quien se les cruza, y en fin, un sin sentido puro al servicio de un humor afilado, digno de Groucho Marx pero cargado de bilis underground.

No son pocos los momentos en que Henk se dedica a hacer de vientre por los motivos más absurdos -como, por ejemplo, abonar el país entero-, también se alarga el pene, hace el boca a boca a un pez o se deja crecer el vello púbico para evitar el bañador en la playa. Sí, una locura, pero tan descacharrante que la lectura supone una montaña rusa de sensaciones, que hace compatible la incomodidad y la carcajada mayúscula.

Entre la línea clara y el cómic alternativo -se editó en "Raw," la revista impulsada por Art Spiegelman en la que nació su "Maus"-, esta obra ineludible logra un acabado gráfico de limpieza y orden. La caricatura manda, el dibujo es expresivo y básico en beneficio de la empatía. El lector siente afecto por Henk, lo cual no tiene un origen en su psique (cambiante), en su vida (no es una criatura con una vida, sino un icono con cualquier vida posible) o en el tono de sus historias (cándidas a veces, escatológicas y brutas otras). Es ese dibujo suave, esa caracterización franca y casi inocente del vaquero, lo que logra atarnos a sus delirantes situaciones, motivaciones y actos. Y por eso "Cowboy Henk", que edita en un precioso tomo la editorial Autsaider para reivindicar su lugar, se convierte por derecho propio en uno de los cómics del 2014.

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