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Cuento siniestro de la abuela rara

Miles Hyman ilustra en una novela gráfica el relato "La Lotería" de Shirley Jackson

La Lotería - MILES HYMAN - Nórdica Comic, 160 páginas

El cuento de terror estadounidense más conocido del siglo XX es "La Lotería", de Shirley Jackson (1916- 1965). Hay gente que dice eso. No serán fans de H.P. Lovecraft. "La Lotería" se publicó en "The New Yorker" en 1948 y armó un buen revuelo de cartas y quejas entre quienes quisieron ver que desprestigiaba a la buena gente del campo. Lo mismo le había pasado al pintor Grant Wood quince años antes, cuando presentó "American Gothic", quizá el cuadro estadounidense más parodiado del siglo XX, que va hilvanado con esta historia de manera fantasmal porque podemos imaginar a la pareja campesina como instauradores de la siniestra lotería que se le ocurrió a la escritora cuando estaba haciendo la compra con su hija Joanne, de dos años, en brazos.

Jackson fue escritora de seis novelas, dos libros autobiográficos y un centenar largo de cuentos pero siempre sin dejar de ser ama de casa y madre de familia. Tenía 32 años cuando se lanzó a la Royal y escribió en caliente este cuento siniestro que empieza una mañana de sol en un pueblo de trescientos vecinos.

El ilustrador Miles Hyman (1962), nieto de la autora, publicó 68 años después una adaptación del cuento que edita ahora en España Nórdica Cómic. Hyman, un estadounidense que ha desarrollado la mayor parte de su carrera en París, donde estudió Bellas Artes, es pintor, portadista e ilustrador de novelas y ha publicado en "The New Yorker", "Lire", "Le Monde" y otras publicaciones internacionales. Aquí ha convertido el relato de 3.800 palabras en una novela gráfica de 135 páginas, dicho sea para los que creen que una imagen vale más que mil palabras.

Sobre una base fotográfica, ha dibujado a lápiz y coloreado con ordenador las páginas de un relato muy riguroso con el original -salvo el inicio, con el que se evita un flash-back engorroso- con textos literales y acciones desarrolladas con un tempo similar al del cuento de su abuela, una iluminación que tiene a los personajes bajo la luz cegadora de un soleado 27 de junio y algunas composiciones de viñeta que recuerdan los cuadros de Edward Hopper, quizá porque el pintor fue un paisajista anímico de Nueva Inglaterra donde vivía Shirley Jackson, en un pueblo del sur de Vermont.

El prólogo es valioso para acercarse a unos abuelos singulares. Shirley se casó con el crítico literario Stanley Edgar Hyman y juntos vivieron y bebieron mientras construían una biblioteca con pilas de revistas del género fantástico, fumaron a las revoluciones de su discoteca de jazz y blues, tuvieron una familia y se codearon, comieron, emborracharon, jugaron al póker y a la pelota con J. D. Salinger, Bernard Malamud o Dylan Thomas.

Shirley Jackson, muy interesada por el irracionalismo y la brujería, tuvo en contra de su fama literaria que fue ama de casa y escritora de artículos para revistas femeninas y en contra de su longevidad que además de bebedora y fumadora era adicta a las anfetaminas y, en sus últimos años, agorafóbica y obesa mórbida. Sin embargo, hoy tiene entre sus reivindicadores a Stephen King y a Joyce Carol Oates.

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