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El suicidio anunciado del profesor

Sergio del Molino convoca la memoria en "La mirada de los peces", una novela sobre la vida y la muerte

La mirada de los peces - Sergio del Molino - Random House 224 páginas

En 2016, el escritor y periodista Sergio del Molino (Madrid, 1979) escuchó de boca de su profesor de filosofía del instituto en Zaragoza la desasosegante confesión de que su vida iba a finalizar. No le pilló del todo por sorpresa. Antonio Aramayona, así se llamaba el profesor que le había enseñado a mirar el mundo de otra manera, era, además de un activista defensor del derecho a la muerte digna, una persona muy disminuida físicamente que se movía en silla de ruedas, incapaz de soportar la idea de no poder valerse por sí mismo. Pero Del Molino confiaba, a su vez, en que aquel anuncio solemne de suicidio no fuese algo irreversible; en cualquier caso la idea que le inquietaba era que Aramayona hubiera decidido escenificar su despedida en un documental.

"Antonio se va a matar y están rodando una película sobre su muerte. Pasa sus últimas semanas haciendo de sí mismo, perorando, dando lecciones, invocando a Kant y su imperativo categórico. Antonio, no lo he dicho aún, se mueve por la ciudad en una silla de ruedas eléctrica. Hace años que va en ella, desde 2008, y lleva desde entonces bromeando. Mi vida va sobre ruedas. Ha escrito y dicho tantas veces el chiste que ya suena violento. Escribe un blog titulado Diario de un perroflauta motorizado". Así, el fin se aproxima de modo pautado, hasta que se despide definitivamente: "Cuando leas esto, ya habré muerto". Mierda. A Sergio del Molino le escuece el exhibicionismo. Sufre por la muerte anunciada del amigo y profesor. Pero en lugar del activista de los últimos años prefiere recordarlo como a un Robin Williams en El Club de los poetas muertos. Aramayona no venía a enseñar a sus alumnos a disfrutar de la poesía pero sí a hacer de ellos "héroes de Borodino" en vez de unos pobres muchachos encerrados en los billares de un barrio obrero y marginal de Zaragoza. Son estos recuerdos íntimos los que le animan a escribir un libro sobre él que se va a convirtiendo en un homenaje a la memoria, los viejos tiempos, el primer amor y los amigos. La muerte sale al encuentro de la vida, de la adolescencia y la educación sentimental. La mirada de los peces es un libro conmovedor, bien escrito, igual que lo fue La hora violeta (2013), publicado por la misma editorial. En él su autor asume el papel del "padre huérfano" para interpretar la muerte de un hijo diagnosticado de leucemia que tenía diez meses cuando ingresó en el hospital y estaba a punto de cumplir dos en el momento, como escribe Del Molino, en que los padres arrojaron sus cenizas. Si hubiera un subgénero literario de padres huérfanos, La hora violeta figuraría al lado de Mortal y rosa, el libro en el que Francisco Umbral conversa con su niño muerto. Tanto La hora violeta como La mirada de los peces arrastran por sus páginas el pasado y el presente personal. Parece, además, como si hubiera un plan urdido para imprimir coherencia a una trayectoria literaria. Incluso un hilo conductor que cose las historias. Del Molino percibe, al escribir la última de estas novelas, cómo Aramayona toma la decisión de matarse en las fechas en que entierra a su hijo, y que la ceremonia y la canción entonces elegida, California Stars, de Woody Guthrie, le proporcionan el escenario y la banda sonora.

Conocía a Sergio del Molino por su singular ensayo La España vacía. A partir de ese momento me propuse leer el resto de lo que había escrito. Gracias a La hora violeta y La mirada de los peces, su obra más reciente, no me arrepiento. En ella hay respeto, dolor, admiración, franqueza y culpa por parte un narrador honrado que escribe estupendamente y sin ataduras hagiográficas sobre una persona que significó mucho para él. "Cuando leas esto, yo estaré muerto, dice, como si nos fuera a revelar las claves de la bomba atómica o a dejarnos en herencia su castillo de los Cárpatos, como si no se tomara en serio su propia muerte y jugara a las películas", cuenta refiriéndose a la entrada póstuma que Aramayona escribió en su blog.

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