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Las variaciones Cusk

Segunda entrega de la autora en su indagación sobre la vida en la mediana edad

Tránsito - RACHEL CUSK - Libros del Asteroide - 224 páginas

Al reseñar en estas páginas A contraluz, la anterior novela de Rachel Cusk publicada por Libros del Asteroide, se mencionó que el aspecto que adoptaba era el de una entrevista múltiple, casi una pesquisa sociológica, en torno a los problemas derivados de la mediana edad, esa época en que hijos, matrimonio y trabajo han estructurado un relato existencial al tiempo que han clausurado otros hilos narrativos posibles. En aquella notable novela, que transcurría en Grecia, Cusk se revelaba como una maestra de la ironía en lo que ésta posee de hito del relativismo.

Tránsito prolonga la estructura de A contraluz al organizarse como un nuevo manojo de conversaciones que su protagonista, Faye, mantiene con una serie heterogénea de personajes, que incluyen antiguos amores, escritores, peluqueros, inmigrantes, contratistas y familiares, pero no se convierte en una reiteración de su predecesora, sino que ahonda en ciertas direcciones que su antecedente sólo bosquejaba. Una de ellas es la fatigosa aventura de las segundas oportunidades en el amor; la otra, acaso un corolario de la primera, el malestar que se intuye ante el hecho de que los hijos se convierten con la edad en cargas. Desde esta óptica, Tránsito resulta una lectura más oscura que A contraluz, aunque sin perder ese tono de quietud y tibieza, casi de indolente fatalidad, que adornaba a su hermana. En Cusk no hay ambientes glaciales ni epifanías del mal. La gente no descubre el infierno al pasar la página. El desasosiego transcurre en torno a mesas bien dispuestas y en casas caldeadas. Y afecta a personas que visten con corrección, cultas y un poco esnobs, para quienes el dinero es una forma natural de relacionarse, no un ámbito de perpetuo conflicto. La turbación no procede de accidentes inesperados, sino que la tela de la vida se gasta mediante la reiteración.

La idea de desplazamiento presente en el título, esa sensación de provisionalidad que a Faye le genera su divorcio (búsqueda de un nuevo lugar donde vivir, redefinición de la relación con sus hijos), está espléndidamente retratada en esta colección de situaciones cotidianas y, a la vez, de instantes reveladores. En el chorro del discurso, de toda esa gente que habla y habla sin cesar dando vueltas en torno a unos pocos, nada misteriosos problemas (¿alguien nos ama en realidad?, ¿conocemos alguna vez de verdad a los otros?, ¿en qué o en quién podemos confiar?), Cusk halla un precioso material de reflexión. Tránsito, a la postre, quizá sólo muestre que no se camina hacia ningún lugar novedoso, que no cabe esperar demasiado de la libertad reconquistada ni de las pérdidas en apariencia abrumadoras, que los mecanismos adaptativos que nos rodean son tan poderosos (una persona, se dice al comienzo de la novela, no es sino el resultado del trato que ha recibido por parte de los demás) que la perspectiva más razonable que cabe mantener ante la vida no es otra que un dulce escepticismo, el mismo que los clásicos sancionaron mediante el lema Nihil admirari.

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