Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

"Pero, bueno, eso bah"

José C. Vales reafirma en "Celeste 65" las condiciones literarias de las que ya dejara constancia en la premiada "Cabaret Biarritz"

Celeste 65 | JOSÉ C. VALES | Destino. 581 páginas

Hace un par de años y medio largos se saludaba aquí mismo con entusiasmo la aparición de Café Biarritz, la novela con la que José C. Vales (Zamora, 1965) acababa de ganar el "Premio Nadal". Se aplaudía que una novela de calidad, amén de entretenidísima, hubiese sido distinguida por el jurado, con lo que parecía que ese galardón recuperaba sus fueros de prestigio tras haber nadado en anodinas aguas durante unas cuantas ediciones. Ahora vuelve Vales con un tocho ("libro de muchas páginas", dice el DRAE; no no es venganza, pues, aunque un personaje de la anterior obra dejara dicho que "los críticos son como los microbios") también divertidísimo, también coral, también desarrollado en gran parte en uno de esos lugares para los "descansos burgueses de antaño" (que dice Miguel Barrero): Niza, en este caso. Y también transcurre tiempo atrás, mediados ahora los 60 del XX. Sin embargo, la trama podría resumirse en breves líneas, sin los intríngulis intrigantes de la anterior. Nigel es un entomólogo inglés que sale por pies de su asfixiante país y de su asfixiante familia. Se establece en un hotel de la ciudad nizarda, conoce a Celeste y ve desfilar en lugar tan idóneo a toda una muchedumbre de personajes que resumen en su comportamiento las ideas que aquella década prodigiosa alumbraba y las majaderías que aquellos llorados 60 pusieron en circulación. A saber: el choque entre gran cultura y cultura pop, el psicoanálisis (estupenda la doctora "de los freudianos labios"), el surrealismo como parte del menú diario, Brigitte Bardot, Mylène Demongeot y los Beatles, pelmazos historicistas, agentes de la CIA (con una novelita corta de espionaje en el capítulo 82), alta sociedad y periodistas apestosos? y quién sabe cuántos docenas de personajes o arquetipos más. O sea, un esqueleto sencillo para la trama (el héroe sacado de su ambiente para, conducido por mano sabia, observar otro mundo: la Divina Comedia o las Cartas Marruecas o cualquier libro de aventuras), pero una complicación colosal de situaciones muy divertidas por lo general. José C. Vales deja que el carácter tímido e irresoluto de Nigel choque con la vivalavirgen de Celeste en una sucesión de capítulos cortos o muy cortos, en un tiovivo caótico ("pero, bueno, eso bah", que repite Nigel), ilustrativo a tope de lo que fuera aquella época en aquel lugar o lugares semejantes.

Que Vales sea traductor también no resulta anecdótico: escribe muy bien, en un tono casi de novela inglesa ligera e irónica (pleonasmo): "Dick era doctor de enfermedades venéreas, una profesión a la que se dedicó sin vocación pero con evidente perspicacia comercial, porque 'esos majaderos universitarios siempre me darán de comer', decía". Las aperturas de cada apartado funcionan muy bien, suelen ser redondas: "Es propio de los locos negar su locura. Pero por lo que a mí respecta, estoy perfectamente seguro ?siempre lo he estado? de que no estoy en mis cabales", por ejemplo. O bien: "La mayoría de los seres humanos ?de algún modo hemos de llamarlos? ignora que uno de los grandes placeres de este mundo consiste en comer queso en la cama". Y las ocurrencias estilísticas son excelentes, como la larga enumeración que arranca con "Salvo Celeste, que no temía nada en esta vida salvo a los malos músicos, en 1965 todo el mundo tenía miedo a los comunistas, a los rusos, a los húngaros?" y termina con "? a las minas olvidadas, a Fidel Castro y, sobre todo, a nuestros propios cerebros". No es solo un divertimento (una muestra: la disertación acerca de los bulos sobre los judíos), pero aunque ustedes quieran leerla solo como tal, no perderán el tiempo.

Compartir el artículo

stats