Vladimir Hernández (La Habana, 1966) comenzó su carrera literaria con un libro de relatos en 1999, Nova de cuarzo, al que siguió una antología publicada en México, Horizontes probables, y por fin vio la luz su novela Indómito, con la que se alzó en 2016 con el prestigioso Premio Internacional de Novela Negra L´H Confidencial. Ahora nos obsequia con Habana Réquiem, una novela en la que regresan sus demonios particulares: el falso aperturismo de régimen cubano, la visión de la Revolución cubana por diferentes capas sociales y generaciones, la marginalidad social, las calles de la Habana Vieja, el delito, la droga y el mercado negro.
En las páginas de esta novela nos pinta una Cuba crispada, sumergida en un panorama de recesión, que las autoridades enmascaran con maniobras de un inminente aperturismo económico, que para Vladimir es más falso que una moneda de dos caras. Es la cuarta etapa por la que pasa la Revolución cubana: la primera fue su triunfo; luego, la consolidación y, en tercer lugar, la gran crisis de principios de los noventa con la caída del Muro y la desintegración de la URSS, que puso en jaque aquella sociedad hasta llevarla al borde de un grave conflicto interno. En esta nueva etapa, la que denominamos cuarta y que proviene del anunciado aperturismo del régimen, el ciudadano ya no parece tan dócil y la marginalidad amenaza con desbordar al sistema.
Esa situación nos la va mostrando a través de los pasos de La Mazmorra, una unidad policial en la Habana Vieja compuesta por oficiales de la Policía Nacional Revolucionaria, PNR, que intentan enfrentarse al naufragio social, pero estos agentes, como precarios diques de contención de la caída del sistema, actúan lastrados por sus propias miserias humanas. Así nos dirá: "Ser un buen poli implica a veces ensuciarse las manos". Es la misma filosofía con la que Dennis Lehane dejó escrito en Abrázame oscuridad: "No puedes dedicarte a limpiar alcantarillas para ganarte la vida y pretender volver a casa oliendo a jabón".
De esa manera, en las calles de la Habana Vieja se han producido un presunto suicidio, camina un violador en serie y aparece el cadáver de un joven negro relacionado con drogas de diseño y tribus urbanas.
El autor analizará esos hechos bajo la mirada de tres tenientes de la PNR diametralmente opuestos entre sí: Eddy, el arquetipo de policía duro e impulsivo; Puyol, el investigador más paciente y veterano de toda la Mazmorra y la teniente Ana Rosa Iznaga, presentada con el perfil de la arribista clásica. Así, colocará a los tres en el boulevard, en un río de dinero que atrae a buscavidas, cubanos y extranjeros, turistas y cazafortunas, mendigos y opulentos, estafadores y víctimas, aventureros y perdedores, el mercado negro y el comercio sexual, que todo junto teje una especie de telarañas, invisible al observador común y al turista, que relaciona todo en una gran red invisible en el fondo de esa Cuba que nos dibuja.
