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De teorías y novelerías

Javier Cercas expone su paradójica visión literaria en "El punto ciego"

El punto ciego - JAVIER CERCAS - Random House - 139 páginas

El punto ciego reúne el ciclo de conferencias Weidenfeld que Javier Cercas (Ibahernando, Cáceres, 1962) pronunció como profesor visitante en la universidad de Oxford durante el año 2015. El núcleo de estas conferencias es una teoría de la novela que sirve al autor tanto para explicar buena parte de la narrativa que le interesa como para incardinar su propia obra. El origen de la teoría está en el físico del siglo XVII Edme Mariotte, quien intuyó que en nuestros discos ópticos hay un punto ciego que carece de detectores de luz y a través del cual no se ve nada. No notamos el punto ciego porque vemos con los dos ojos y porque "el cerebro suple lo que el ojo no ve".

Un poco al contrario de lo que sucede con los ojos, para Cercas, en todas las grandes obras narrativas que importan, como El Quijote, Moby Dick, El proceso, algunos relatos de Borges o muchas novelas de Vargas Llosa, así como en las suyas propias, hay un punto ciego "a través del cual, en la práctica, estas novelas ven". Paradoja que Cercas explica por un mecanismo que comparten esas obras: "Al principio de todas ellas, o en su corazón, hay siempre una pregunta, y toda la novela consiste en una búsqueda de respuesta a esa pregunta central; al terminar esa búsqueda, sin embargo, la respuesta es que no hay respuesta, es decir, la respuesta es la propia búsqueda de una respuesta, la propia pregunta, el propio libro". En fin, que no hay una respuesta clara, sino "ambigua, equívoca, contradictoria, esencialmente irónica, que ni siquiera parece una respuesta y que sólo el lector puede dar". Si en el punto ciego del ojo era el cerebro el encargado de rellenar lo que no se ve, en el punto ciego de la novela lo hace el lector. Es el lector quien decide si don Quijote está loco o no, si Moby Dick representa a Dios o al Diablo, o si Josep K. es inocente o culpable; y un lector perspicaz deducirá que don Quijote está loco y al mismo tiempo no lo está, que Moby Dick representa al Diablo, pero también a Dios, y que Josep K. es inocente, pero quizá también culpable.

Muy pocos autores tienen el talento de Javier Cercas para enredar con la literatura, quizá muy pocos sepan moverse como él en la esfera de la paradoja teorizadora y seguro que ninguno es capaz de escribir sus apasionantes novelas. La prosa de Cercas está llena de encanto y nos admira cómo se ocupa de las obras de Cervantes, Melville o Kafka. Es una prosa adictiva, porque está construida sobre mimbres que van más allá de la razón y hace buen uso de esa magia que está en el mundo y al mismo tiempo es ajena al mundo, pues se envuelve con un don que muy pocas personas poseen y que hemos dado en llamar talento. Pero en el fondo, y es justo reconocerlo, lo que nos dice Cercas con su teoría del punto ciego es una obviedad teleológica urdida con mucho encanto por un mago de las palabras. Que muchas grandes novelas tienen un punto de inquietante indefinición paradójica que revuelve a generaciones de lectores es algo evidente, eso es precisamente lo que las convierte en grandes obras de la literatura. Y es evidente también que no solo ocurre con la novela. Ocurre, al menos, con toda la literatura que importa.

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