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¿Hay vida más allá de la red?

La gran adicción ofrece ejemplos reales de personas que sobreviven sin internet y no se aíslan del mundo

La gran adicción - Enric Puig Punyet - Arpa, 220 págs. 14,90 euros

Un buen día, Enric Puig Punyet, doctor en Filosofía por la Universidad Autónoma de Barcelona y la École Normale Supérieure de París, dijo hasta aquí hemos tecleado. Y le puso condiciones a la red. Le dio la espalda como prisión. Adiós a esa esclavitud. Y, para demostrar que no estaba solo en su aventura de desconexión, buscó a más ciudadanos como él. El resultado, un excelente libro que demuestra que otra vida es posible sin los grilletes virtuales: La gran adicción. Cómo sobrevivir sin internet y no aislarse del mundo. Una obra amena y al mismo tiempo rigurosa y lúcida que muestra a gentes que pasaban demasiado tiempo conectada y, al abandonar esa esclavitud, recobraron vida social, limpiaron la mente, ganaron en calidad de pensamiento.

Como Philippe, un comercial francés cercano a los 40 años que basó toda su estrategia para encontrar trabajo en internet cuando le despidieron de una empresa especializada en software. Y salió trasquilado. Solo cuando se empleó a fondo mirando cara a cara a quienes podían contratarle vio la luz al final del túnel. Jon, un adolescente bilbaíno, vivía por y para los videojuegos hasta que, gracias al empuje paterno, descubrió la intensidad del tú a tú real. Encontró alternativas. Cristina, barcelonesa de 29 años, se empeñó en hallar a su media naranja por medio de redes ("chica Tinder"), con resultados nefastos. Kaya, inglesa de 26 años, trabajaba en el mundo de la moda en Londres y dedicaba muchas horas a fiestas donde la principal actividad consistía en hacerse fotos muy sonrientes para luego subirlas a internet. Un día montó su propia fiesta sin móviles y la gente se lo pasó tan bien sin ese yugo fotográfico que fue un exitazo. Ahora, Katya vive de organizar fiestas secretas donde no se pueden llevar móviles. Davide, cocinero de Torino, era adicto a demasiadas cosas de internet hasta que descubrió los placeres de la vida real. Cortó con internet por completo. Sin piedad. Y aún más casos: Wenda, Jérôme, Nicolás, Hadrien, Emma, Enric...

El autor lo sabe: "La mayoría de la gente encuentra ridícula la mera idea de querer abandonar la red". Los defensores de las bondades de internet son legión. Y su libro propone hablar de sus sombras. "Cada uno coloca en su propia balanza las ventajas y los inconvenientes que le ofrece internet". Ahora bien, la gran cuestión que plantea el libro es: "Si los inconvenientes ganaran la batalla, si tras meditarlo mucho quisiéramos apagar la señal del wi-fi y olvidarnos de paso de nuestros teléfonos inteligentes, ¿podríamos hacerlo realmente sin consecuencias perniciosas?". Su libro, en ese sentido, es esperanzador para quienes se planteen la desconexión: "Todas las experiencias son de personas que han logrado alcanzar sus objetivos vitales con éxito, tanto en la vertiente personal como en la profesional".

¿Y qué pasará en el futuro? Dejemos que hable Cristina. Sagaz como ella sola: "Estoy convencida de que llegará un día no muy lejano en que nos daremos cuenta que renunciar al mundo a favor de nuestras pantallas, ya sea en casa o por la calle, no es una ventaja, sino un gran inconveniente. Llegará un día en que veremos ese comportamiento como algo anticuado, algo que se puso de moda durante unos años, generando una conducta bien extraña entre todos nosotros".

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