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La única aventura

Una brillante colección de relatos resuelta con maestría por Óscar Esquivias

Andarás perdido por el mundo | Óscar Esquivias | Ediciones del Viento, 248 páginas

Oscar Esquivias siempre ha tenido la sensación de que podría arraigar en cualquier sitio. Y es que "apenas hay lugar que visite en el que no sienta que allí podría estar mi casa". De ahí que la vieja maldición bíblica al desdichado Caín que anida en el título de su libro de 14 relatos Andarás perdido por el mundo (Génesis, 4, 12) nunca le ha parecido "tan terrible". De hecho, cuando era niño "tenía unas ansias infinitas de perderme por el mundo, y como tantos otros niños, lo hacía a menudo con mi imaginación y la ayuda de un vetusto atlas que había pertenecido a un tío mío y que contenía unas fronteras anacrónicas que, justamente por eso, me fascinaban".

Esquivias (Burgos, 1972) encuentra en la memoria un viaje sin fin por paisajes donde nunca habital el olvido: "¡Qué grandes exploraciones se han hecho con el dedito de un niño sobre el dibujo de un río africano y cuántas vocaciones literarias debemos a los cartógrafos! Uno de mis poemarios favoritos es Estampas de ultramar de Aníbal Núñez, cuyos versos nacieron de este mismo espíritu infantil. Aníbal Núñez nunca navegó por los mares del Sur, ni estuvo en el Cáucaso, pero compuso unos poemas aventureros para acompañar a unos grabados antiguos y formó así un libro maravilloso". Un recuerdo que viene muy a cuento: el autor se perdió siendo muy niño (susto, miedo) y se sintió como un príncipe de cuento que entra en un bosque y "lo que hasta entonces parecía un lugar seguro se vuelve un paisaje amenazante, lleno de sombras y ruido". Cuando su madre le encontró hubo alivio y decepción: "volvía a estar en un lugar corriente y domesticado". Volvamos al presente. Volvemos a la prosa. Hay muchos paisajes (Gamonal, Florencia, Madrid, Oña, Dakar, Mtsensk, Moscú, Londres, Santa Mónica, París?) pero una única aventura, "quizá la más universal: la aventura del autoconocimiento, la de la aceptación de la persona que somos (y no la que otros quieren que seamos o la que nosotros mismos a veces fingimos ser). Bien mirado, es también la aventura de probar la fruta del árbol del bien y del mal, que conllevó la primera decepción de un padre".

Le gustaría pensar que, "modestamente, mi libro es un testimonio de la debilidad pero también de la grandeza humana, y que su lectura complacería a mis escritores favoritos, algunos de los cuales he tenido muy presentes cuando escribía estos cuentos (Leskov, Nabokov, Dickens, Céline, Rilke, Gloria Fuertes...)" Buena compañía. Sin duda. Buenas deudas. Y luego "está la música, claro. Primero la música de nuestro idioma". Busco que suene natural, "sin afectación ninguna, con toda la belleza que aprecio en los clásicos de nuestra literatura. Luego, la música sin más, que para mí ha sido desde siempre tan importante. En mis líneas suenan obras de Berlioz, Dutilleux, Borodín, Ravel o Granados. A veces pienso en mi libro como si fuera un ciclo de canciones, igual que los de Schubert, Schumann o Hugo Wolf. Ojalá mis lectores escucharan sus melodías como las oigo yo y pudieran también cantarlas".

Se escuchan, vaya si se escuchan. Alto y claro.

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