a editorial Acantilado publica una nueva traducción, a cargo de Fernando de Valenzuela, de una de las novelas sobre la Primera Guerra Mundial que se ha convertido en un clásico de la literatura contemporánea. Se trata de "Las aventuras del buen soldado Svejk", de Jaroslav Hasek, que recupera en esta nueva traducción su título original, más largo pero más acorde con los contenidos de la obra: "Los destinos del buen soldado Svejk durante la guerra mundial". Cualquier ocasión es buena para volver a la lectura de esta gran novela que narra los avatares de una guerra desde la crítica ácida y el humor corrosivo de un combatiente entre ingenuo e inocente.

Si hace tiempo que usted no se ríe leyendo un libro, aquí tiene una buena oportunidad. Las peripecias del soldado Svejk, una continua sucesión de situaciones disparatadas protagonizadas por un soldado a quien las circunstancias llevan de nuevo al ejército a pesar de haber sido declarado oficialmente idiota, tienen la virtud de provocar una ininterrumpida sucesión no sólo de cómplices sonrisas sino de abiertas carcajadas.

La situación de los territorios que actualmente conforman las actuales repúblicas checa y eslovaca en el momento del asesinato del archiduque Fernando en Sarajevo lleva a Svejk a las filas del ejército del imperio de Austria-Hungría para participar en la gran guerra de 1914. Jaroslav Hasek, su autor, se vale de la mirada ingenua de este personaje para llevar a cabo una de las más devastadoras críticas contra el militarismo. Y no sólo. La religión, la burocracia, las costumbres, la corrupción, la sociedad de su tiempo... tampoco se libran de la mirada irónica, burlona, irrespetuosa, de un personaje para quien la verdad está por encima de todos los valores. Esa verdad, en su boca, convierte los grandes ideales, los valores más respetados, las hazañas más veneradas, los principios más sublimes, en lo que a veces son: una sucesión de ridículas realidades utilizadas por el poder para construir una Historia a la medida de las circunstancias.

Franz Kafka, contemporáneo de Hasek (ambos nacieron en Praga el mismo año y murieron con un año de diferencia), retrató una sociedad aplastada por la burocracia de un sistema cerrado cuyos ciudadanos se movían en una atmósfera asfixiante convertidos en seres alienados. Es la misma atmósfera que retrata Jaroslav Hasek a través de las comisarías, las cárceles, los hospitales, los manicomios, las tabernas... de una ciudad sometida a la vigilancia de un imperio represor. Sólo que la mirada de Jaroslav Hasek es la de un personaje que la transforma en irónica y crítica a través del humor. La mirada de Hasek es la risa de Kafka.

Hasek dirige su crítica más corrosiva contra el militarismo, aprovechando la desastrosa situación del ejército de Austria-Hungría durante la Primera Guerra Mundial (La educación sirve para ennoblecer el alma, cosa que al ejército no le interesa). La incompetencia de los mandos militares, la desorganización en la retaguardia y en el campo de batalla, la represión a través de absurdos consejos de guerra y castigos desproporcionados, la corrupción de la oficialidad y las condiciones miserables de la soldadesca, la incompetencia de los altos cargos... todo pasa a través del tamiz de la mirada ingenua de un soldado cuyas buenas acciones llevan consigo consecuencias dramáticas, como aquel personaje de Buñuel, Nazarín, que cada vez que llevaba a cabo un acto de caridad provocaba perjuicios irreparables. Heredero de la novela picaresca y del Quijote de Cervantes (existen paralelismos entre el personaje de Svejk y el de Sancho Panza), Jaroslav Hsasek ha construido una novela genial (también incompleta, como las de Kafka: la completó un amigo del autor, el escritor Karel Vanek) que cumple los requisitos de toda gran obra literaria: educar y entretener. Y divertir.