Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

La moral de la perplejidad

Antoine Compagnon y su revisión del discurso literario

Antoine Compagnon.

Propone Antoine Compagnon en El demonio de la teoría revisar qué cuestiones enfrenta todo discurso que se construya sobre la literatura. El saldo de asuntos ineludibles es el siguiente: qué es la literatura; qué relación existe entre la literatura y el autor; la literatura y la realidad; la literatura y el lector; la literatura y el lenguaje; cómo comprendemos las tradiciones literarias en su aspecto dinámico, esto es histórico; y cómo comprendemos las tradiciones literarias en su aspecto estático, esto es ponderativo. Estos siete asuntos resuenan en otras tantas grandes palabras a las que la teoría debe dar réplica: literalidad, intención, representación, recepción, estilo, historia y valor. Siguiendo un consejo de Julien Gracq ("En materia de crítica literaria cualquier palabra que imponga una categoría es una trampa"), Compagnon las analiza con sano escepticismo.

Es mérito del autor recorrer este itinerario sin que el lector se sienta desamparado por la logomaquia, y hacerlo al tiempo que, desde el inicio, pone sobre la mesa una advertencia: la actitud del literato ante la teoría literaria recuerda a la del creyente ante su fe. Se cree en la verdad de la teoría, pero se actúa como si esa fe fuera un traje que se viste por coquetería, ganas de epatar o extravagancia. Porque lo cierto es que después de que los críticos hayan matado al autor, una vez han demostrado que la literatura y el mundo no tienen nada que ver la una con el otro, tras haber probado que todo canon es ilegítimo y habiendo advertido que cualquier interpretación literaria, al ser relativa, es igualmente válida, esos mismos críticos han continuado leyendo (y gozando) la biografía de Joyce escrita por Ellmann, se han identificado con los rasgos de los personajes novelescos que demolieron en sus estudios, confiesan haber seguido como peregrinos las huellas de Beckett por las casas parisinas que habitó y se han resistido a considerar Guerra y paz como otra novela más entre el inmenso elenco de novelas que en el mundo han sido.

Lo que Compagnon pretende es reinstalar cierta cordura en una tradición, la de la teoría crítica, cuyo anhelo disolvente ha conducido a varios callejones sin salida. Y es que la verdad de la teoría nunca es total, y no puede aniquilar ciertas instancias. Por ejemplo, que alguien lee; por ejemplo, que el mundo existe. Obstinado y contumaz, el sentido común proclama un límite que, incluso sus más radicales antagonistas, caso de Barthes, Genette o Fish, han debido acatar.

El hecho de que la realidad de la literatura no es teorizable por completo, hasta el punto de que, a la postre, quizá la única moral literaria plausible es, como Compagnon sugiere, la moral de la perplejidad, esa que en nombre de la teoría arroja por la ventana la grandeza de Proust, la importancia del realismo o la intencionalidad afectiva para, al regresar al salón, encontrarse al autor, al mundo y al lector felizmente instalados junto al fuego de la literatura.

Compartir el artículo

stats