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El gran Melville

Jean Pierre Melville | Carlos Aguilar| Cátedra

Cuando era adolescente, el crítico y escritor Carlos Aguilar quedó marcado por dos películas pluscuamperfectas de Jean-Pierre Melville con Alain Delon: El silencio de un hombre y Círculo rojo. Ahí comenzó su "pasión por su cine, que de alguna manera se refleja en escritos míos, sobre todo la novela policiaca La interferencia y el relato jazzistico Blue Trumpet. Esa fascinación por Melville da sus frutos ahora con una exhaustiva y sagaz exploración a fondo del complejo universo del gran cineasta.

Tres son los méritos históricos de Melville: su "opera prima" El silencio del mar introdujo en el cine francés "la película autofinanciada, rodada sin medios y al margen de la corrección administrativa; supone el primer caso de director cinéfilo, o sea formado a base de ver cine y no en academias o trabajando de ayudante; el bloque de su obra consagrado al Thriller implica la principal manifestación del género policiaco en el cine francés, la cual se denomina Polar y convirtió en estrellas internacionales a intérpretes como Alain Delon, Lino Ventura y Jean-Paul Belmondo".

Considerar a Melville como el precursor de la Nouvelle Vague es "una memez estereotipada, que a él mismo irritaba en profundidad. Los parangones son mínimos y relativos. Fue un cineasta independiente hasta la radicalidad, que jamás alteró, ni siquiera flexibilizó su visión del cine y de la vida. Por eso fue perdiendo amigos y colaboradores, hasta acabar tan solo como sus personajes. Decía: 'Vivo en una soledad a cinco: mis tres gatos, mi mujer y yo'.

Su cine es "lacónico y sobrio, y en última instancia entraña una alegoría luctuosa de la soledad viril, marcada por un sentido del silencio, en la formalización, y de la muerte, en el concepto, que derivan de la cultura japonesa. En esto me recuerda a Sergio Leone, aun existiendo diferencias marcadas entre ambos". Este libro "habría sido casi imposible, o desde luego sería inferior, si yo no hubiera disfrutado de la amistad con Howard Vernon durante unos diez años. Vernon fue uno de los amigos y colaborados más cercanos de Melville, como actor o como ayudante, y me contó una gran diversidad de cosas a su respecto; muchas de estas las vertí en mi entrevista 'Howard Vernon, la maldición no perdona, publicada en la revista Cine-Bis. Lógicamente, he dedicado el libro a la memoria de Howard, que falleció hace justo veinte años. Era una gran persona y un hombre muy peculiar". Como todos lo genios del cine, Melville "no admite la mimesis; incluso resultó diferente dentro del contexto donde sobresalió, el thriller francés o Polar. Empero, su huella se aprecia, positivamente, en cineastas como el americano Jim Jarmusch, el finlandés Aki Kaurismaki y el japonés Takeshi Kitano, y, negativamente, en el cine de acción de Hong Kong que simboliza John Woo".

Aguilar había cruzadolos territorios de "un cineasta americano, muy americano, Clint Eastwood, el español cosmopolita Jesús Franco y los genios italianos Sergio Leone y Mario Bava. Me ha encantado contribuir ahora con un cineasta francés, además tan especial e incomparable como Melville".

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