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FOTOPERIODISTA, AUTOR DE "GALICIA, TODO UN MUNDO"

"En Galicia hay un tesoro por donde quiera que vayas"

En su nuevo libro, publicado por Ediciones Belagua, el fotógrafo de FARO DE VIGO retrata los más singulares enclaves de nuestra geografía, desde los paisajes más imponentes hasta la monumentalidad arquitectónica

El fotoperiodista vigués Ricardo Grobas firmando un ejemplar. // Jorge Santomé

Doscientas cuarenta páginas de fotografías de gran formato a todo color que recorren toda la geografía de Galicia parecen casi un homenaje a nuestra tierra?

-Podría decirse así, ya que el objetivo ha sido retratar y realzar su enorme diversidad paisajística y la riqueza de su patrimonio histórico para que lo admire el público, incluido el gallego, que desconoce muchas de las maravillas que tenemos. Era algo que llevaba preparando desde hace tiempo, y que comencé haciendo excursiones con la familia. Luego, al darle forma al proyecto, el reto fue condensar en una sola publicación lo más representativo, tanto parajes naturales como elementos del patrimonio.

-El título del libro, "Galicia, todo un mundo", ya da idea de esa inmensidad de Galicia casi inabarcable, ¿no es así?

-Efectivamente. Lo decía el escritor Vicente Risco, que Galicia puede parecer pequeña pero una vez que comienzas a recorrerla, te das cuenta de lo interminable que es y descubres cosas nuevas una y otra vez.

-¿Qué lugar recomienda como imprescindible?

-Como te decía antes, Galicia requiere muchas visitas, son muchos sus lugares imprescindibles. Date cuenta de que hablamos de un territorio en el que hay un parque nacional, seis parques naturales, cinco reservas de la biosfera, varios elementos declarados patrimonio mundial de la Humanidad? Por aquí pasan diez rutas jacobeas? Es decir, que por donde quiera que vayas te encuentras verdaderos tesoros, y son muchos y de enorme importancia concentrados en un territorio que no llega a los 30.000 kilómetros cuadrados.

-De nuevo en este libro las fotografías aéreas tienen una presencia muy destacada.

-Las fotografías aéreas son imprescindibles para retratar un territorio. Sin la perspectiva aérea nos resultaría imposible comprender cómo es la orografía de las rías gallegas, por ejemplo, con sus pueblos marineros, sus playas, sus ensenadas, sus islas?, o admirar en toda su dimensión las espectaculares rocas de Cabo Ortegal o de Estaca de Bares. Por eso, cada vez más se recurre a ellas para promocionar los destinos turísticos, pues permiten admirar la obra de la naturaleza o la configuración de las ciudades en todo su conjunto. Por cierto que desde el aire las ciudades gallegas son asombrosas.

-El libro está dividido en dos partes: un recorrido por la costa, y otro por el interior. En el libro incluye usted fotos del mar verdaderamente espectaculares.

-El mar es una de mis pasiones. Me gusta en calma y revuelto, de día y de noche. El estado natural del mar es cambiante, por lo que resulta muy atractivo para fotografiar. Cada ola que rompe lo hace de una manera, y en cualquier momento aparece la que te da la mejor foto. Yo busco el encuadre, controlo la luz y estoy atento a lo que quiera hacer el mar. Y cuanto más bravo está, más lo gozo.

-¿Y cómo se enfrenta ese apasionado del mar a la fotografía del interior de Galicia?

-En las fotografías de montes, prados, bosques, ríos? lo fundamental es la luz. A veces tienes que esperar a que el sol se sitúe en determinada posición para obtener el contorno de un monte, por ejemplo; o ir al mismo lugar en diferentes épocas del año y horas del día para retratar su mejor cara. Las luces y las sombras son fundamentales para que la cámara capte los volúmenes y las formas, como en un bodegón, y la fotografía tenga fuerza. Algunas fotos las he conseguido a base de ir varias veces al mismo lugar.

-¿Hay algo que le haya sorprendido especialmente en este viaje por Galicia?

-Me llamó la atención lo salvaje que es la montaña de Galicia, en general. Nunca vi tanta fauna en la carretera como una noche de verano marchando a Vilanova de Trevinca, en A Veiga. Y en el entorno del Parque Natural de O Invernadeiro había tanto silencio, estaba todo tan desierto, que de día te encontrabas ciervos o corzos tranquilamente en la carretera. Yo solo los había visto en el Pirineo, y eso después de una buena caminata por el monte.

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