Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Kim Philby, un espía de leyenda, en España

Harold Adrian Russell Philby (Kim Philby).

Con tan solo dos (explícitas) apariciones, Kim Philby acaba siendo el principal protagonista de esta novela de Antonio Manzanera, puesto que el que ejerce tal papel en la trama, el agente Urquijo, viene a ser un trasunto de aquel legendario espía cuyas actividades se extendieron hasta la Guerra Fría, pero cuya presencia en España, durante la Guerra Civil, está lo suficientemente documentada. Lo mismo que el hecho de que Franco lo hubiese condecorado con la Cruz Roja al Mérito Militar.

Haciéndose pasar por periodista, Philby llegó a Sevilla como espía de los soviéticos el 3 de febrero de 1937. Su misión era la de asesinar a Franco, pero sus superiores llegaron a la conclusión de que no era el agente adecuado para ello porque no se caracterizaba por ser un hombre de acción.

La segunda vez en la que se detecta la presencia de Philby en nuestro país fue el 24 de mayo de 1937. Ya no ejercía de free lance, sino, facilitado por los mismísimos servicios secretos ingleses, de corresponsal del periódico The Times ante las fuerzas franquistas aunque, en realidad, seguía siendo un agente de espionaje al que los soviéticos habían asignado la misión de obtener información sobre los aviones Junker 87A y los tanques Panzer alemanes. En esa etapa su nombre clave en España para los rusos era Synok. Relata Manzanera que, en medio de la Gran Purga con la que Stalin pretendía eliminar a la vieja guardia revolucionaria, Alexander Orlov, temiendo por su vida, huyó con su mujer y con su hija a Canadá. Una vez allí, escribió una carta de treinta y siete páginas a Stalin, en la que le advertía que si le ocurría algo a él, o a su familia, todos los secretos de la inteligencia soviética saldrían a la luz, incluido el de Kim Philby, calificado ya por los aliados como "el mayor traidor de la historia británica". Y es que Philby engañó a los ingleses, a los alemanes, a Franco y, quién sabe, hasta es posible que a los propios soviéticos.

Compartir el artículo

stats