La humanidad no siempre ha vivido en ciudades; pasó mucho tiempo hasta que la urbe se convirtió en un determinado espacio de convivencia. La arquitecta Marta Llorente (Girona, 1957) nos muestra que la ciudad no es una mera estructura que fue creciendo progresivamente desde un germen simple, sino una compleja organización que define la condición de ser civilizado, de quien se sabe a sí mismo inscrito en un espacio radicalmente diferenciado del espacio natural.