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Umbral. El hijo de sí mismo

"El tiempo reversible" y "Diario de un noctámbulo", así como la revelación de la identidad del padre del escritor, devuelven a la actualidad a uno de los mejores columnistas de la democracia

Tiempo reversible | FRANCISCO UMBRAL | Círculo de Tiza, 340 páginas

Quienes llevan las cuentas de esas cosas, aseguran que Francisco Umbral (Madrid, 1935-2007) escribió más de un centenar de libros y unos 135.000 artículos. Es el monumento, necesariamente desigual y asombroso, de alguien que hizo de la escritura su propia biografía. Con los materiales de cada día y con los de su insatisfecha memoria, fue dibujando el autorretrato variable de quien sintió la literatura (del artículo a la novela y del poema al ensayo) como una verdad superior en la que encontrarse y, tal vez, en la que salvarse. Le importaban menos los hechos que la gran prosa con la que iba inventando el personaje que él quería ser y que llegó finalmente a encarnar. Fue después de miles de páginas, cuando logró que el idioma sonara con la voz de aquel muchacho de provincias que llegó una noche al Café Gijón. A ese esfuerzo, el de contar los episodios nacionales de su tiempo y el de contarse en ellos a través de una sucesión de máscaras, dedicó una vida que sólo ahora empezamos a entender cabalmente. Tal vez.

Manuel Jabois revelaba en "El País" del pasado 21 de febrero la identidad del padre del escritor: Alejandro Urrutia, progenitor a su vez del poeta Leopoldo de Luis y alguien a quien describe como "un intelectual y abogado cordobés, poeta modernista y empresario arruinado". Ni siquiera Ana Caballé, la biógrafa que desenterró aspectos incómodos de la vida de Umbral para disgusto de éste, había sido capaz de dar con esa clave. Para Caballé, Umbral fue el superviviente de una árida realidad (hijo de madre soltera en una provincia del terrible franquismo de la posguerra), alguien que acabó "forjándose un mito de sí mismo". Y lo hizo, añado yo, por necesidad y a fuerza de desplegar un talento literario que sólo envidiosos e ignaros discuten. Ha sido el mejor columnista español del último tercio del siglo XX.

Esa revelación, que tanto puede ayudar a explicar algunas mitografías umbralianas, ha coincidido con la publicación de dos libros firmados por el premio "Cervantes" del año 2000. Son, en realidad, dos volúmenes de comentarios y artículos de un escritor que tuvo en el folio y pico para consumo diario su mejor distancia literaria. Ahí es un maestro que amoneda un estilo a partir de sus genealogías prosísticas y líricas (Quevedo, Torres Villarroel, Larra, Valle-Inclán, Gómez de la Serna, Neruda, González Ruano o Cela) o de los materiales lingüísticos que sorprende en las esquinas, algo que, por otra parte, hacían ya el Arcipreste de Hita o Cervantes, por no salirnos de nuestra tradición.

Diario de un noctámbulo, editado por Planeta con prólogo de Luis Mateo Díez, reúne tres series de colaboraciones radiofónicas que Umbral escribió para la emisora La Voz de León entre 1958 y 1961, cuando el escritor vivió en esta ciudad. Entre el apunte lírico, juanramoniano en algunos pasajes, y la reflexión al hilo de la actualidad, estos escritos ofrecen muchas piezas de interés. Podemos ver el taller en el que Umbral va cimentado su estilo, incluidos algunos de los peculiares giros de su prosa. Y encontramos, además, varias de las obsesiones (quien no trabaja sus filias y sus fobias jamás hará nada personal) que cultivaría sin descanso el resto de su vida. No estamos aún ante el Umbral que deslumbraría, a partir de los años setenta, a los lectores de periódicos y revistas. Carece aún de la soltura de dicción de sus mejores momentos, entre dandi y chulesca, pero ahí asoma ya la voz de quien quiere no sólo escribir bien, sino conquistar también un estilo, una manera propia de contar el paso del tiempo.

Para quienes durante años hicimos de la lectura diaria del artículo de Umbral un placer, tiene mayor interés El tiempo reversible, una muy bien estructurada antología de tres de las series de columnas con las que su autor cosechó un mayor éxito: Diario de un snob, Spleen de Madrid y Los placeres y los días. Publicado por Cículo de Tiza (les recomiendo en esta misma colección el excelente Zona de obras, de Leila Guerriero) con un muy brillante prólogo de Antonio Lucas (como casi todo lo que publica este poeta y periodista), el libro reúne 103 artículos publicados entre el 30 de junio de 1976 y el 16 del mismo mes de 2007, poco antes del fallecimiento del escritor. El libro resulta así una muy entretenida crónica, servida con las negritas de las que Umbral hizo rasgo estilístico, de los años de la última aventura democrática española.

De "El referéndum", primera de las columnas recogidas aquí, a la última, titulada irónicamente "Santa Transición" (o sea, de Suárez a Zapatero/ZP), Umbral saca con su prosa barroquizante y fingidamente zumbona la instantánea diaria de una vida española y, de paso, el juego de máscaras con el que, como decíamos, fue abocetando el autorretrato del heideggeriano ser del lejanías que escribía esos artículos.

Francisco Umbral hizo del columnismo español algo mucho más divertido y serio al mismo tiempo, una osadía literaria que iba de Baudelaire o Proust al último Ramoncín de Vallecas. Lo extraño no es que le cerraran las puertas de la Academia, sino que, tal y como señala acertadamente Antonio Lucas en su prólogo, hay quienes no le han perdonado aún tan "libérrimo magisterio".

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