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Un viaje a través de dos millones de años

EL SÁBADO | Animal endiosado

Yuval Noah Harari, con instrumental de historiador y estética de narrador se pregunta, una vez más, ¿qué es el hombre? y ¿qué es lo real en el hombre?

De animales y dioses | YUVAL NOAH HARARI | Debate, 493 páginas

Yuval Noah Harari (1976) comienza su carrera centrado en temas militares y especializándose en historia renacentista, con una tesis en la Universidad de Oxford (2002); extiende después su área de investigación, primero hacia la Edad Media (2007) y más tarde hasta la Edad Contemporánea (2008), siempre indagando en el fenómeno de la guerra como eje de su investigación. Para ello consulta no solo los habituales documentos historiográficos sino además, con una mirada que nos recuerda la actitud investigadora foucaultiana, las memorias y relatos de quienes participaron directamente en los conflictos bélicos, lo que le lleva a planteamientos algo alejados del convencional discurso académico. En la actualidad es profesor de historia en la Universidad Hebrea de Jerusalén donde imparte una atrevida disciplina que se ocupa de los procesos macrohistóricos. En este último contexto, su obra reciente alcanza celebridad, se convierte en un best-seller en Israel -a pesar de su postura irreligiosa- y se traduce a decenas de lenguas. Se trata de De animales a dioses. Breve historia de la humanidad (From animals into Gods: A Brief History of Humankind).

De animales a dioses encierra una tesis de gran calado, que naciendo en el taller de la alfarería histórica se consuma como un trabajo de antropología y de teoría de la historia y de la cultura. Tenemos ante nosotros a un historiador transformado en filósofo, que se mueve en secuencias no de siglos sino de milenios e, incluso, en la perspectiva cósmica de miles de millones de años: "Después de 4.000 millones de años de selección natural, nos encontramos en los albores de una nueva era cósmica, en la que la vida será regida por el diseño inteligente". Según Harari, tres revoluciones han atravesado la historia del homo sapiens: la revolución cognitiva, que transformó hace 70.000 años al homo sapiens en el animal más poderoso del planeta, convertido en el motor de la desaparición de múltiples especies animales. Después la revolución agrícola, que reordenó esencial e irreversiblemente su modo de vida personal y social hace unos 12.000 años, llevándole de la "libertad" de la caza a la esclavitud de la tierra. Y finalmente la revolución científica, que se convierte en revolución tecnológica y remodela el mundo en el que hoy nos hallamos bajo el imperativo capitalista, abocado, para seguir funcionando, a un imparable crecimiento de la competitividad y del consumo. Pero una cuarta revolución apunta: homo sapiens va a convertirse en un dios, superviviente exclusivo -al lado de los jerárquicos chimpancés, de los igualitarios bonobos...- después de haber mezclado su ADN levemente con los neandertales y los denisovanos, y, si regresamos hacia su ancestro homínido, tras haber compartido escenario evolutivo durante dos millones de años con los homo erectus y ergaster y demás especies extintas. Un hombre "amortal" (no exactamente inmortal) asomaría en el horizonte científico al alcance de una nueva élite que se beneficiaría de curativas operaciones de ingeniería genética y, cuando no, engendraría robots sucesores del hombre que adquirirán vida inteligente o, con seguridad, humanos que superarán mil limitaciones físicas a través de dispositivos electrónicos y de implantes genéticos en nuestro transformado cuerpo cíborg.

¿Por qué tanto éxito en una obra de ensayo con altas dosis especulativas? Escrita con métrica calculada, con secciones cortas que construyen capítulos de pocas páginas, una narración de método y contenido científicos empuja nuestro interés por una pendiente de discurso chispeante casi gracioso, la de una historia recreada próxima al guión cinematográfico, animada por datos curiosos que surgen como manantiales refrescantes aquí y allá, y con un hilo argumental atrevido en algunas de sus ideas aunque cargado de un enorme sentido común. El éxito le viene, parece, porque se adapta muy bien a ese género de divulgación compuesta de una mitad de datos fidedignos y de otra mitad repartida entre la reflexión estimulante y las tesis a contracorriente.

La tarea seductora la lleva a cabo a través de un repertorio de estrategias enunciativas. El cotejo de datos aleccionadores nos hace reparar en que "el número de suicidios en la actualidad iguala al número de muertes de las guerras más las del crimen violento", o simetrías mnemotécnicas de gran alcance enmarcan amplios recorridos históricos: "1776 a. C.: Código de Hammurabi; 1776 d. C.: Declaración de Independencia de EEUU", o comparaciones curiosas señalan que "un medieval no se interesa por el día o la hora en la que vive, le basta con saber dónde está el sol y conocer la estación del año... mientras nuestra vida se mueve necesariamente a golpe de reloj". Sentencias esculpidas entre sugestivas y provocadoras facilitan la comprensión de ciertas tesis: "El Estado y el mercado son la madre y el padre del individuo", y paradojas como "La mayoría de las redes de cooperación humana se han originado para la opresión y la explotación" aclaran el hilo argumental, y reflexiones iconoclastas remachan algunas conclusiones: "La religión capitalista-consumista es la primera en la historia cuyos seguidores hacen realmente lo que se les pide que hagan; frente a cristianos, budista o confucionistas que no imitan realmente ni a Cristo, ni a Buda ni a Confucio". O ejemplos sabrosos: "En 1900 unos 40 millones de chinos eran adictos al opio, introducido allí por el imperio británico", y aseveraciones arriesgadas sobre el presente: "Finalmente, existe paz real, salvo unas pocas excepciones, porque hoy la paz proporciona mejores dividendos que la guerra". En la ilación general del argumento histórico actúa un sostenido tono entre satírico, caricaturesco y crítico, con regustos cómicos.

Pero sus méritos no se hallan tan solo en su ritmo entretenido y en sus sentencias estimuladoras, porque no por ello se renuncia al desarrollo sistemático de la descripción macrohistórica, con datos historiográficos, genéticos, paleontológicos..., para trazar el argumentario que le lleva a sus conclusiones. ¿Recomendaría yo su lectura? Sin lugar a dudas, sobre todo si se lee apoyado en una cierta cultura filosófica. Libro brillante en su ejecución y en la reunión y cruce de datos, pero aquejado de algunas ideas en exceso simplificadas y definitivamente problemático en sus tesis profundas.

El contraste entre hombre/animal, de gran interés, está filosóficamente poco elaborado, y de igual modo la idea de felicidad a la que concede tanto protagonismo en esta historia de la humanidad. Resulta interesante que ensanche el concepto de religión hasta algunas modernas ideologías (capitalismo, comunismo, nazismo...), como provocación crítica o metonimia desmitificadora, pero comprobamos que aspira a mantenerlo en un sentido literal.

Un gran libro en su orfebrería de ideas pero reduccionista en puntos esenciales de su arquitectura general, visto desde el rigor filosófico. Concede un protagonismo a la imaginación digno de un ingenuo psicólogo. Los conceptos de Estado y de Estado moderno no están bien deslindados. La filosofía parece no distinguirse de una ideología más... Aunque, bien pensado, estos problemas críticos puede que se desvanezcan pronto, por innecesarios, en una sociedad diseñada para mecánicos, informáticos, biotecnólogos, traductores y banqueros... si se acompaña además de la convicción de haber conquistado ya la libertad y los derechos de la persona y del ciudadano.

La extinción escolar de la filosofía viene programándose hace un tiempo y la inminente ley de educación Wert asestará la penúltima puntilla. En un mundo donde la razón queda democráticamente repartida entre los tecnólogos y los científicos, ¿para qué una reflexión filosófica que intente hacer "mapas" y "canales" de las medias verdades? El futuro depende del homo productor y para esto la reflexión racional es antigualla inútil.

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