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¡Maltese!

¡Maltese!

Quienes, como el que suscribe, siguen "Fariña", deberían, si está al alcance de sus posibilidades, echarle un vistazo a la serie "Maltese" que se emite los jueves por la noche en el canal Sundance. Subtitulada "Il Romanzo del commissario" (de hecho ese es su título original), se trata, experiencia y conocimiento otorgan, de una muestra más de lo bien que les sale a los italianos contar historias de la Mafia, ya fuere en literatura como en televisión o en cine, en este último con la inestimable colaboración de los norteamericanos de Hollywood.

La trama de "Maltese" arranca cuando, después de haberla abandonado hace mucho tiempo, el comisario Dario Maltese (interpretado por el actor Kim Rossi Stuart) regresa a la ciudad de Trapani tras el asesinato de su mejor amigo, policía como él. Convertido en comisario, Dario se embarca en una peligrosa lucha para destapar la red de asesinos, criminales, poderosos ciudadanos y funcionarios corruptos que trabajan mano a mano€Pero no, no es del argumento de lo que quería escribirles hoy. Lo que se cuenta en "Maltese" tiene un contexto real histórico y geográfico: concretamente, la Sicilia de 1976, el período en el que una nueva generación de mafiosos se embarcó en el tráfico de heroína, eliminando, a tiros y sangre, a gran parte de la vieja guardia de la Cosa Nostra, ya en plena decadencia en la isla.

Esto ocurría mientras, en Galicia, todavía se contrabandeaba con tabaco, un poco antes del salto hacia la cocaína de los narcos gallegos, y esta Trapani bien pudiera haber sido la posArousa de hoy en día de no haber mediado la inesperada irrupción de las asociaciones de madres contra la droga, cuya mayor virtud, a mi juicio, fue el haberle parado los pies a aquellos "simpáticos" capos del país que, de haber continuado negociando a sus anchas, lo más probable es que más pronto o más tarde hubieran sido desbordados por otros mucho más ambiciosos que Sito Miñanco & Cía, y muchísimo menos dados a consideraciones éticas.

Y digo esto porque, en la inmensa mayoría de los casos, fue la heroína la causante de aquellas muertes que se llevaron por delante las vidas de toda una generación de jóvenes gallegos: primero, a través de su poderoso efecto de adicción y las mal llamadas sobredosis y, después, con el Sida contagiado en el intercambio de las jeringuillas que rulaban entre las pandillas de adictos y/o meros consumidores ocasionales de caballo.

Que yo sepa, ninguno de los capos protagonistas de la exitosa serie "Fariña" fue procesado por tráfico de heroína, que por aquel entonces en Galicia tenía como principal foco de distribución los de aquella incontrolados campamentos de chabolas de gitanos, siempre en pequeña escala, de menudeo. Pero como digo esto también confieso que soy incapaz de poner la mano en el fuego por ninguno de capos, al punto de que me consta que la heroína siempre estuvo muy cerca incluso del tabaco de batea.

Me resultan, así pues, tan asombrosas como preocupantes las noticias publicadas en las últimas semanas sobre un incremento del tráfico de heroína en Galicia. Volvemos a las vísperas de un estado de alarma, de modo que más nos vale reaccionar ya porque, mal que nos pese, la otra vez, para muchos chavales se llegó tarde, demasiado tarde. ¿O tendremos que esperar de nuevo a que nos saquen las castañas del fuego otras como aquellas valientes madres?

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