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Manuel Otero Penelas

Manuel Otero Penelas: "Mi profesión me alejó de mi tierra pero siempre sentí 'saudade' por Pontevedra"

"Los destinos en la OTAN como Jefe de Estado Mayor de la Fuerza del Mediterránao y como Comandante de la Fuerza del Atlántico son hitos significativos de mi vida"

Recibe al Rey Juan Carlos, de visita en el buque Castilla , en 2001, junto al Jefe de Estado Mayor de la Defensa, Jefe de la Armada y Almirante de la Flota.

Al igual que la mayoría de los oficiales de la Armada, su vida profesional hasta alcanzar sus más altos destinos ha sido de lo más variopinta. Embarques en el Destructor Roger de Lauria, Fragata Baleares y Portaaeronaves Dédalo. Mandos del Patrullero Bonifaz, Corbeta Infanta Elena, Fragata Asturias, Buque de Asalto Anfibio Castilla, Comandante de la fuerza de la OTAN del Atlántico... Fue la ex ministra socialista Carmen Chacón la que le promovió en 2008, cuando era Vicealmirante Jefe del Arsenal de Cartagena, al empleo de almirante del Cuerpo General de la Armada y jefe del Apoyo Logístico, por lo que hubo de trasladarse a Madrid. Sus destinos han sido tantos y en tantos frentes que le han convertido en aventajada autoridad en asuntos militares de última generación, y le han llevado a afirmar que "tantos años fuera de su tierra siempre le hizo sentir 'saudade" por su Pontevedra natal, a donde ha vuelto tras su retiro. Así cuenta su vida, con la discreción a que está obligado.

"Nací en 1947 en Pontevedra, en el seno de una familia sencilla, en la Glorieta de Compostela, conocida como la de "la fuente de los niños" y por los que por allí nacimos como "La Plazuela". Mi padre era miembro de la policía armada, profesión que pronto abandonaría para emigrar a Venezuela, ganar algún dinero y retornar al hogar, para establecerse como industrial del ramo de la madera. Mi madre, profesora de corte y confección, además de atender a sus tareas como ama de casa, contribuía a la economía familiar dando clases a un grupo de unas 10 alumnas, a la vez que como modista diseñaba y realizaba vestidos a medida para sus clientas de cierto nivel social. A lo largo de mi niñez las calles y plazas de la ciudad de Pontevedra, y sus alrededores, eran el parque de juegos con mis amigos. La Alameda, las Palmeras, el río de Los Gafos, para nosotros de la Estación, los campos de La Parda, el río Lérez hasta el embalse, las playas de La Puntada a Chancelas y de Lourizán a Aguete, eran los lugares en los que hacíamos de todo: fútbol, natación, carreras y también incruentas peleas en grupo contra los de otras zonas. Pero no todo eran juegos, estudié en las Calasancias, en la escuela de la profesora "Pastorita" y preparé el ingreso en la Inmaculada. Algo que no puedo olvidar de ésta época es el tiempo que pasaba durante parte del verano con mi madrina, amiga de infancia de mi madre, en Filgueira, aldea del Ayuntamiento de Cerdedo donde nació mi progenitora. Allí aprendí el gallego que sé, y muchas otras cosas del mundo rural que no se aprenden en la ciudad. Entre ellas: cuidar de los animales, cultivar el campo, llevar el carro de vacas, bañarme en los molinos y respirar el aire con ese sano olor a eucalipto.

Estudié el Bachillerato en el colegio de la Inmaculada, donde compartí aulas con el ex presidente de la Xunta, Emilio Pérez Touriño. Recuerdo que no era mal estudiante y que mis padres me decían frecuentemente que dejara de estudiar y me acostase. Creo que heredé la meticulosidad de mi madre y dedicaba mucho tiempo a las cosas, principalmente de tipo técnico. A los 14 años, finalizado el bachillerato elemental, como mi hermano mayor se presentaba para poder estudiar la carrera de marino mercante y dado que yo reunía también los requisitos, como un reto, me examiné en la Escuela de Náutica de La Coruña y aprobé el ingreso si bien nunca realicé esos estudios. A los 16 años, finalizado el bachillerato superior, llegó el momento de elegir mi futuro y, aunque yo pensaba en ir a la universidad, por voluntad de mi padre comencé los estudios para preparar la oposición de ingreso en la Escuela Naval Militar. Bueno, esto es un decir porque como no estaba muy de acuerdo realmente me dediqué a todo menos a estudiar. Como consecuencia, mi padre me internó en Madrid en una academia y, al ir enterándome por los compañeros que habían ingresado, de lo que era la ENM, se despertó mí interés preparándome concienzudamente y en el año 1967 ingresé.

Mis 5 años en la Escuela Naval Mlitar fueron duros, de gran compañerismo, mucho estudio de muy diversas materias y una continua preparación física, militar y marinera que forjaron mí espíritu inculcándome una serie de virtudes que me han acompañado en el transcurso de mi vida. Me adapté bien tanto a los estudios como a la intensa actividad y, al finalizar primero, obtuve el número uno que mantuve hasta que fui promovido a Alférez de Navío en el año 1972. Entre los muchos recuerdos de este período, el más importante sin duda es que en primero de carrera conocí a Esperanza, que hoy es mi esposa. Los embarques en el J.S. de Elcano y en el destructor Lawrence de la USN figuran entre las vivencias de esta etapa de mi vida. Valorando la formación que recibí, he de decir que la ENM me preparó perfectamente para los cometidos que tenía que desempeñar al enfrentarme a mis responsabilidades como oficial de la Armada. Este aspecto se mantuvo a lo largo de toda mi vida militar, siempre he considerado que la Armada me ofreció la oportunidad de formarme de manera adecuada para los destinos más complejos.

Me casé a lo pocos meses de salir de la ENM y he sido padre de tres hijas cuyas vidas me han llenado, y continúan haciéndolo, de satisfacción. En la actualidad soy el feliz abuelo de cuatro nietas y un nieto. La vida del marino, y en especial la del oficial que pasa parte de su vida embarcado es dura y sacrificada, pero no lo es sólo para él, lo es también para su familia. Los frecuentes y en ocasiones prolongados períodos fuera de casa, así como los múltiples cambios de destino, afectan a todos. Los hijos tienen que adaptarse a los nuevos colegios, amistades y ambientes, que no siempre es lo que más les gusta. Sin embargo el problema más grave es el que afecta a la esposa, que a menudo se ve obligada a abandonar su carrera, para transformarse en ama de casa. Al igual que la mayoría de los oficiales de la Armada, mi vida profesional ha sido de lo más variopinta. Empleos desde Alférez de Navío a Almirante, embarques en todo tipo de unidades, mandos de buques desde patrullero a gran buque anfibio, así como de fuerzas navales como la de la OTAN del Atlántico. Destinos de Estado Mayor embarcado y en tierra, entre ellos el de la fuerza naval de la OTAN del Mediterráneo, así como destinos en el Ministerio de Defensa, de profesor en diversas escuelas, sin olvidar los de tipo logístico que desempeñe en los últimos empleos de mi vida profesional. También a mi preparación dediqué un esfuerzo importante, realizando cursos de alto nivel relacionados con la defensa nacional y OTAN, así como de Estado Mayor y de especialidades, de nivel más técnico, para desempeñar destinos de embarque y en tierra. En el transcurso de mi profesión he sido distinguido con diversas condecoraciones nacionales y extranjeras.

A lo largo de mi vida existen multitud de situaciones y anécdotas, tanto de carácter social como puramente militar, que constituyen mis más señalados recuerdos. De Su Majestad el Rey Juan Carlos I recuerdo especialmente cuando, siendo yo Teniente de Navío mandando el patrullero Bonifaz, embarcó en mi buque en Cádiz con la Familia Real, al objeto de despedir al entonces Príncipe Felipe embarcado en el J. S. Elcano para el viaje de Guardiamarinas. Asimismo, cuando de Capitán de Navío mandando el buque de asalto anfibio Castilla, del que fui el primer comandante, embarcó en la Base Naval de Rota para conocer el buque y asistir a una demostración con embarcaciones anfibias operando en el interior del dique inundado. Por último, cuando, al finalizar mi servicio en la Armada, afectuosamente me agradeció los servicios prestados al cumplimentarlo en el palacio de la Zarzuela. Del Presidente del Gobierno José Mª Aznar, acompañado del Ministro de Defensa Federico Trillo, también mandando el Castilla, guardo un grato recuerdo cuando lo recibí a bordo en su visita a mi buque fondeado en la ENM de Marín. Sin embargo los prolegómenos no fueron de lo mejor. En el tránsito de Rota a Marín, a la altura de Figueira da Foz, realicé el salvamento de un yate irlandés con el agua por la borda, a punto de hundirse. Pero eso no fue todo, estaba previsto que el Presidente llegase a bordo en una embarcación de desembarco, pero el fuerte viento y el oleaje en el dique del buque no lo permitieron. Lo hizo en helicóptero ; pero la visita resultó un éxito.

Huella en mi recuerdo han dejado los 6 meses que al poco de casarme pasé en los EEUU, embarcado en la fragata Baleares, para comprobar el funcionamiento del sistema de combate de la primera fragata lanzamisiles construida totalmente en España. Dejé a mi hija con tres meses y cuando regresé ya caminaba. Mi esposa, aún hoy en día, me recuerda que lo primero que le pregunté fue si la niña seguía llorando como antes de irme. Del mismo modo, es algo inolvidable el traslado a EEUU por aproximadamente tres meses embarcado en el portaaeronaves Dédalo, para recoger los primeros aviones Harrier que constituirían el ala fija de la Flotilla de Aeronaves de la Armada, dotándola de una extraordinaria capacidad de combate. Me cupo el honor de ser el primer controlador de interceptación español que controló a sus pilotos, dotados de un valor y temple extraordinarios para operar desde aquél viejo e inestable buque. Ya en destinos OTAN, los 16 meses en la zona del Mar Adriático, como jefe de Estado Mayor de la fuerza naval del Mediterráneo, en operaciones de mantenimiento de la paz en el conflicto de la antigua Yugoslavia, cambiando de buque insignia en la mar casi semanalmente, así como los 12 meses en la zona del Mediterráneo oriental, en operaciones de crisis tras el ataque a las torres gemelas, como comandante de la fuerza naval del Atlántico, en las que en algunos momentos llegué a mandar cerca de 30 barcos de todo tipo, me proporcionaron gran experiencia y el conocimiento de las Marinas de nuestros aliados.

En enero de 2012 , tras 10 años en los empleos de almirante, tal como establece la ley, pasé a la situación de reserva y, pocos meses después, al cumplir los 65 años tras casi 45 de servicio, pasé a la situación de retiro. Como planeaba vivir en Pontevedra adquirí un piso próximo a "La Plazuela" que me vio nacer. Asimismo poco antes de retirarme adquirí un viejo barco para desarrollar mis aficiones náuticas, mecánicas y técnicas y enseñar a mis nietas y nietos,Son madrileños todos ellos, la afición a la mar y a los barcos. Es decir, he vuelto a mis orígenes, a la tierra que he llevado toda mi vida en el corazón y recuperado el contacto frecuente con mis íntimos amigos. La familia siempre ha sido lo más importante de mi vida y por ello, con frecuencia, me traslado a Madrid con mi esposa y mi suegra que con 92 años vive con nosotros, a verlos, y en verano ellos vienen a Pontevedra. Vivo una vida sencilla y apacible, disponiendo de tiempo para mis aficiones y actividades intelectuales como la asistencia a conferencias, presentaciones de libros y conciertos, muchas de ellas relacionadas con la Escuela Naval. A mis 70 años continúo siendo una persona muy activa que desde las 7 de la mañana escucha la radio para enterarse de lo que sucede por el mundo, y me mantengo ocupado todo el día".

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