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Un gallego contra Fidel Castro

El diplomático Julián Arias Prado, de origen lucense, ayudó al movimiento "26 de Julio" a llegar a Sierra Maestra para iniciar la Revolución, aunque un año y ocho meses después dimitió por la deriva comunista que tomó

El Che Guevara en la cafetería California en la Gran Vía de Madrid.

Unas fotos rotas del Che en el salón. Es el recuerdo que guarda María del Carmen Arias de su tío Julián, diplomático cubano de origen gallego, tras su renuncia como vicecónsul de Cuba en Los Ángeles (Estados Unidos) en 1960. "En una visita posterior a España rompió las fotos que tenía del paso del Che por Madrid, a quien acompañó, pues estaba destinado en la Embajada. Me quedé fría, fue algo que me extrañó", recuerda. Como una catarsis, un acto de ruptura con el pasado, troceó las icónicas imágenes. Así dejó atrás su labor diplomática para ayudar, al ser contrario a la dictadura de Fulgencio Batista, a Fidel Castro y los ochenta y dos cubanos que partieron a bordo del yate "Granma" en la noche del 25 de noviembre de 1956 para iniciar la Revolución. Un cambio político en la isla que no convenció a Arias por la deriva comunista. Dimitió "en conciencia". Fue uno más de los cubanos contrarios a Castro, de quien se cumplió un año de su muerte el pasado 25 de noviembre.

Arias era hijo de los emigrantes lucenses Dolores Prado Novo, de San Martín de Pacios (Begonte), y Manuel Arias López, de la casa de Los Celeiro de la parroquia de Santaballa (Vilalba), quienes pusieron rumbo a Cuba en busca de un futuro mejor para su familia, dejando atrás la labranza, como tantas familias gallegas. En La Habana nació Arias en 1912, y aunque la familia regresó a España años después, el joven se quedó estudiando en el Seminario a cargo de su tía Concha, indica su sobrino, José Manuel Arias, que vive en Asturias.

Dejó los estudios eclesiásticos por la licenciatura en Diplomacia y Leyes Consulares, trabajando después, entre otros, en Noruega y Venezuela bajo el Gobierno de Carlos Prío Socarrás hasta 1952, cuando se produjo el golpe de Estado de Fulgencio Batista. Durante la etapa del dictador, Arias continuó su labor en el Ministerio de Asuntos Exteriores y fue enviado a la Embajada de México. En el país azteca se produjo el primer encuentro con Fidel Castro, quien estaba exiliado tras permanecer 22 meses en la prisión de la isla de Los Pinos por el asalto al cuartel de Moncada, el 26 de julio de 1953.

Los cubanos del movimiento "26 de Julio", de ideología nacionalista, antiimperialista y democrática fundada en las ideas de José Martí, consiguieron los apoyos de políticos y diplomáticos cubanos contrarios a Batista, como Arias, que observaban con impotencia la deriva de la isla, prácticamente en manos de las mafias italoamericanas. "Se involucró en un principio porque la Revolución era para derrocar a Batista y acabar con la corrupción y la falta de libertades, pero no para implantar otro régimen dictatorial comunista", añade su sobrino.

Arias colaboró activamente en la adquisición del yate "Granma", que compró el mexicano Antonio del Conde, "El Cuate", a una familia estadounidense ligada al mundo empresarial. También colaboró en toda la logística y preparación del incierto viaje que llevaría a los 82 del "Granma" a Sierra Maestra a través de las aguas del río Tuxpan, el golfo de México y el mar Caribe. También ayudó en la adquisición de armas para la contienda que preparaba el movimiento "26 de Julio". "Él los apoyaba, estaba en contra del Gobierno de Batista y les ayudó para que llegasen a Sierra Maestra", indica María del Carmen Arias, su sobrina, que vive en A Coruña.

La victoria llegó el 1 de enero de 1959, cuando el segundo Frente Nacional del Escambray, comandado por Eloy Gutiérrez Menoyo, entró en La Habana. Arias regresó a Cuba y, ya iniciada la Revolución, su primer destino fue la Embajada en España, en la que estaba al mando su buen amigo José Miró Cardona. Durante su estancia en Madrid recibieron el aviso de que una delegación comandada por Che Guevara haría escala técnica el 13 de junio de 1959.

La prensa de la época señaló que el comandante de la Revolución iba a la Cumbre de Países No Alineados en El Cairo (Egipto). Sin embargo, la realidad de la historia es que el Che paró en España con la excusa de la escala técnica para reunirse con los líderes de la oposición franquista. Además, Guevara no sólo se dirigía a El Cairo, también pasó por Marruecos, Yugoeslavia, India, Japón y Pakistán en busca de información y formación de organización en otros países. Un largo viaje cuyo principal destino estaba en Moscú, donde recibiría instrucciones de la Unión Soviética.

Arias avisó de la visita del Che al periodista Antonio D. Olano, con quien mantenía cierta amistad por ser sus familias originarias de Vilalba. Además, el periodista del diario "Pueblo" avisó al fotoperiodista César Lucas, quien tomó las ya míticas imágenes de Guevara en Madrid. Ambos acompañaron al grupo durante el escaso día que, oficialmente, pasaron en España.

El diplomático comentó a la familia que cuando la comitiva llegó a Barajas el director del aeropuerto les indicó que no podían salir a la calle armados, con las pistolas de revolucionarios en el cinturón. El Che se negó, pero Arias medió con el grupo, "los barbudos" como les llamaban en la época, y accedieron a la petición para conocer la capital, comentan los sobrinos.

Se alojaron en el hotel Plaza España y Guevara quiso conocer la Facultad de Medicina. También visitó la plaza de toros de Vistalegre en Carabanchel, gracias a Domingo Dominguín, hermano del torero Luis Miguel, y abiertamente de izquierdas. También tomaron algo en la cafetería California, en Gran Vía. Y, quizá, lo más llamativo de la estancia fue la visita a Galerías Preciados, en domingo.

El local estaba cerrado, pero Arias intermedió con Pepín Fernández, dueño de las galerías, y a quien conocía de Cuba, donde aprendió todo sobre comercio cuando trabajó en los almacenes El Encanto, en La Habana, adonde había emigrado desde la localidad asturiana de Grado. Dos dependientes abrieron los almacenes y el Che compró una máquina de escribir portátil y varios libros sobre la historia de España.

Tiempo después de la visita del Che a Madrid, Arias fue destinado como vicecónsul a Los Ángeles (Estados Unidos). Durante ese tiempo viajó a La Habana a consulta y lo que vio en la isla "no le gustó nada, lo escuché porque así se lo comentó en un viaje que hizo a Galicia a un amigo suyo, un cirujano de corazón, afincado en A Coruña, de apellido Bengoechea, no recuerdo bien el nombre por el paso de los años", comenta su sobrino.

Las dudas sobre las intenciones de Castro en Cuba comenzaron a rondar en su cabeza y el 11 de agosto de 1960 se traslada a México, desde donde envía un comunicado a la agencia "Efe" en el que acusa a Castro "de convertir en agencias comunistas sus representaciones diplomáticas en el extranjero". Así lo recogieron la prensa española y algunos diarios internacionales. "Después de 18 años de servicio en el Ministerio de Asuntos Exteriores abandono porque mi conciencia no me permite continuar al servicio de los hermanos Castro y compañía, representantes exclusivos de Moscú y Peiping en América". "Recuerdo perfectamente que lo escuchamos en la radio, en el Diario Hablado, decían que renunciaba al cargo y, aunque éramos jóvenes, es algo que recuerdo muy bien", indica su sobrina. Tiempo después fue cuando Arias rompió las fotografías.

Arias abandonó su carrera diplomática en conciencia y nunca más la pudo recuperar. Pasó el resto de su vida en Estados Unidos, entre Miami y Los Ángeles, donde adquirió la doble nacionalidad y trabajaba como representante de empresas españolas. "Intentó vivir aquí cuando su retiro, a los 70 años, pero no se adaptó a la vida de España porque era un espíritu independiente e inquieto, viajando de un lado a otro", dice su sobrino. Arias vivió el exilio con tristeza, "la morriña de la isla", pero con fuerza para colaborar con la CIA y el Frente Revolucionario Democrático, formado por cubanos exiliados en Estados Unidos, en aras de dar una alternativa democrática a los Castro, que nunca consiguieron.

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