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Salud

Emociones y propósitos

Para hacer más saludables nuestros hábitos hace falta la voluntad, pero puede ser perjudicial si nos produce una tensión psíquica permanente

Emociones y propósitos

Hace ya muchos años que sabemos que es el estilo de vida lo que más afecta a la salud. Es un lugar común decir que con la promoción y prevención se podrían evitar muchos problemas de salud. La idea de que la prevención es poderosa y coste/efectiva sirvió para convencer al Gobierno británico de la necesidad de crear un servicio de salud público, gratuito y universal en la posguerra. El economista que lo diseñó, Beveridge, argumentaba que la asistencia precoz evitaría muchas enfermedades, mantendría a la población sana, activa y productiva de manera que Hacienda ingresaría más de lo que gastaría en la provisión de los servicios. No fue así porque la prevención es cara. Tratar la hipertensión, el colesterol, descubrir cáncer... son actividades que redundan en más salud y más años de vida. Pero no son gratuitas, no son coste/efectivas para el sistema sanitario porque estos ciudadanos siguen consumiendo y mucho, más cuanto más vivan y más enfermedades crónicas sufran. Al cabo de pocos años el sistema sanitario británico se convirtió en una enorme carga económica. Pero cumplió su objetivo, que no es otro que mejorar la salud, al menor coste posible naturalmente, pero no ahorrar. El ministro de Hacienda debe saber que la prevención le cuesta al ministro de Sanidad y que haciendo más prevención no reducirá el gasto en salud.

La promoción es otra cosa. Ahí el sistema sanitario es poco eficaz. El consejo breve antitabaco en la consulta logra que un 20% de los fumadores abandonen el hábito. No hay pruebas de que podamos mejorar la dieta, evitar el sedentarismo o el consumo excesivo de alcohol mediante intervenciones desde el sistema asistencial. Hay muchas razones para ello. La principal es que para que se produzca un cambio de hábitos no basta con la razón, con los argumentos que el sanitario pueda mostrar y que el paciente llegue a comprender y aceptar. Los cambios tienen más que ver con las emociones y ahí es más difícil de llegar o de sistematizar una intervención. Uno se puede llenar de argumentos y hacer acopio de voluntad y determinación para afrontar el reto, pero es posible que sin afectos la tarea se complique.

La voluntad es necesaria, pero puede ser perjudicial si, como ocurre frecuentemente, produce una tensión psíquica permanente. El estrés es saludable dentro de unos límites. Es una fuerza que moviliza internamente al organismo. Cuando conduce a la solución del motivo de la alarma, el estrés es positivo. Pero si la alerta se mantiene mucho tiempo se produce el distrés que se asocia a enfermedades. Para evitarlo y no sentir la presión permanente de alcanzar la meta aún lejana hay que llenar el camino con hitos que satisfagan el esfuerzo.

Aunque el ser humano puede imaginar su vida a largo plazo, su organismo responde mejor a motivos y satisfacciones a corto plazo. Esto es un obstáculo para el cambio: dejar de fumar proporciona un beneficio distante, pero el cigarrillo lo proporciona inmediatamente. Es famoso el experimento de Mischel en el que colocó a niños delante de un dulce. Les dijo que, si no lo comían inmediatamente, al cabo de 15 minutos les daría ése y otro más. Los que resistieron la tentación fueron los que tuvieron más éxito académico y profesional años después. El autocontrol parece que se basa en la fuerza de voluntad. Ahí es donde las investigaciones actuales están modificando la perspectiva.

David DeSteno, profesor de Psicología que lleva muchos años investigando el efecto de las emociones sociales en la toma de decisiones, se atreve a afirmar que éstas son más poderosas que la razón y la fuerza de voluntad para conseguir ser paciente y perseverante. "Cuando experimentas esas emociones -gratitud, compasión y también un sano orgullo, lejos de la arrogancia- el autocontrol deja de ser una batalla. Ellas no actúan aplastando nuestros deseos de gratificación inmediata, sino incrementando el valor que damos al futuro".

Lo mismo que nos cuesta identificar causas lejanas, no estamos facultados para asumir metas que no ocurrirán inmediatamente. Emocionalmente, como animales que somos, buscamos satisfacciones inmediatas, aunque parece que tenemos capacidad de autocontrol. Puede ser una consecuencia de los rasgos de comportamiento que primó nuestra evolución: la capacidad para establecer lazos afectivos sólidos basados en la confianza mutua y la rectitud moral. En definitiva, sentir las necesidades de los otros y poder colocarlas por delante de las nuestras. De acuerdo con DeSteno, que acaba de publicar "El poder de la gratitud, la compasión y el orgullo", hay que cultivar esas emociones para llegar a ser paciente y perseverar. Y así alcanzar los propósitos.

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