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SÁLVESE QUIÉN PUEDA

Así es la vida, por un lado te da, por otro te lo quita

Hace muchos años, cuando oía hablar del alzheimer me sonaba a palabra lejana cuyo significado no era cuestión urgente ni digna de ser considerada en el ámbito de mis preocupaciones. Luego, mi madre y su progresiva pérdida de memoria y autonomía constituyó una sorpresa y un aviso: nos podía pasar a nosotros, a los nuestros? Pasó el tiempo, mis sienes platearon a sus anchas y hace unos días me hallé a mí mismo catando palabra a palabra cada una de las que oía en una tertulia televisiva sobre la materia, casi como un obseso, contrastando esos síntomas iniciales de los que hablaban los expertos con fenómenos crecientes en mi vida actual como la desmemoria de nombres, ciertos despistes? Lo que se me presentaba como una aventura lejana ha ido tomando carta de naturaleza estadística en mi vida al acercarme, aunque en apariencia con una salud de hierro, a ese tiempo en que sabes que, a la vuelta de una esquina, a lo mejor en segundos, todo tu mundo se puede venir abajo por un certero infarto que te deja alelado y te convierte en otro si te deja vivo; o poco a poco cuando te enteras de que algo corroe lentamente tus entrañas, entre la próstata y el pulmón o alrededores; o cuando vas perdiendo lentamente la memoria y con ello la propia identidad en un viaje de pánico hacia la nada al galope del alzheimer. Escribo mientras contemplo desde el tren la belleza del Miño y me acuerdo del río Leteo, ese que según la leyenda te hacía perder la memoria si lo cruzabas.

No es nada que no le pueda ocurrir a los demás, es un miedo o una preocupación que cobra la vida por haber vivido tanto, como si al nacer te alquilaran un cuerpo que, al igual que un piso, tendría su tiempo de goteras. La vida en su transcurso siempre se cobra sus dividendos, de uno u otro signo. Tengo un amigo coruñés de mi generación al que tuve que aplicar una terapia de choque como consejero: sesentón separado, su ex mujer le quita sin necesitarla la mitad de su vivienda, un asalto a la ética, un robo legalizado porque él había puespuesto a su nombre esa mitad en un acto de amor tras un pacto de honor devolutorio y había ido pagando religiosamente de su sueldo hasta el último céntimo. Observé que mi amigo estaba entre deprimido, contrariado e invadido por la ira. ¿Tienes alzheimer?, le dije sirviéndome de un recurso psicológico de impacto. ¿Problemas de corazón, tumorales, óseos? Estás como un roble y, en vez de sexagenario, eres un sexalescente, un sexington? ¿No tienes una vida amorosa plena en esta edad en que ya casi nadie la tiene o en la que casi todos sobreviven como pueden a su desgaste? ¿Acaso no sigues trabajando y se demanda tu trabajo cuando otros ya están jubilados? ¿No llegas dignamente a fin de mes cuando tantos no lo consiguen? ¿Cómo es posible que creas que Dios o la naturaleza te den tanta suerte que hasta puedas mirar hacia atrás sin ira ni vergüenza, satisfecho de ti mismo, que tengas esa suerte de vivir un presente lleno y tan enamorado en el que a punto estás de volver al "cuelga tú primero" de tu adolescencia cada vez que hablas por teléfono con ella, y no te cobren nada? ¿Y te deprime una sustracción de ladrillos aunque los hayas ganado con tu propio esfuerzo? Queda prohibido no mirar la vida en positivo.

Yo creo que mi amigo se tranquilizó, reconociendo que la vida no podía ser tan condescendiente con él y que es propio de la naturaleza de las cosas que lo que te da por un lado te lo quite por otro, aunque sea por medio de alguien que un día te quiso. Mi amigo me miró, asintió con la cabeza y, de repente, me pregunta: "Por cierto ¿cómo se llamaba mi mujer? Lo tengo en la punta de la lengua." O era una ironía o es que, como a mí, nos empiezan a fallar algunos nombres. Pero siempre viene algo a modo de consuelo: en el único grupo de wassap que tengo, el de mi pandilla de los 16, alguno colgó la opinión de un psiquiatra según el cual quien es consciente de padecer esos olvidos a estas edades, es que no tiene problemas serios de memoria como el alzheimer. A mi gente de los 16, por lo que veo, le preocupa el mismo tema. Está claro: el alzheimer debiera ser ya responsabilidad de todos.

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