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Coraje de supervivientes

Ana e Inés han recompuesto sus vidas, y lo han hecho dando la cara: Ana preside una asociación de ayuda a mujeres que sufren este drama e Inés ha escrito una autobiografía

Coraje de supervivientes

No es que Betanzos y Lugo queden muy lejos, pero Ana Saavedra e Inés Fernandez Lamela aún no se conocen personalmente entre sí. Tal vez estas entrevistas sirvan para que tomen contacto, porque ambas se han embarcado en la misma lucha, se han armado de coraje y han decidido dar la cara. Primero lo hicieron por ellas mismas y, ahora, por todas las mujeres que sufren cualquier tipo de manifestación de lo que hogaño se califica como Violencia de Género. Después de una semana plagada de todo tipo de actos, ayer se conmemoraba el Día Mundial contra esta lacra social que, en España, en las últimas tres décadas, se ha cobrado ya casi tantas víctimas mortales como el terrorismo de ETA en 40 años.

Entre abril de 2014 y julio de 2017, Galicia acogió 9 juicios por crímenes cometidos en el ámbito de la violencia machista. En diez de los casos fueron juzgados hombres que habían matado a sus parejas, exparejas o incluso a sus propios hijos en venganza.

Entre 2010 y 2017, se registraron un total de 54 feminicidios. Los dos primeros años del registro se documentaron cuatro casos anuales, mientras que en 2012 se produjeron el mismo número de registros que los dos años anteriores juntos: ocho casos en un año. En 2013 los siete casos conocidos aún suponen tres casos más que al inicio de la serie, y en 2014 se alcanzaron los nueve asesinatos en un año. Sin embargo, fue en 2015 cuando se produjo el registro más alto, con 13 mujeres asesinadas, ocho víctimas registradas en el marco de la pareja o expareja y cinco en otro tipo de feminicidios.

En 2015 también se registró en la provincia de Pontevedra la tercera tasa de prevalencia más alta del Estado español: 15 mujeres asesinadas, es decir, 13,71 puntos por encima de la media estatal, que ese año fue de 4,7.

Desde 2010, aunque en A Coruña y Pontevedra se producen un mayor número de feminicidios y otros asesinatos de mujeres, es en Ourense, por su poca densidad poblacional, la que refleja una tasa de prevalencia más alta: 6,06 mujeres asesinadas en Ourense frente a las 5,81 de media en Pontevedra, las 4,84 de A Coruña y las 4,78 de Lugo. Así, solo Lugo se sitúa por debajo de la media estatal de 4,8 mujeres asesinadas por cada millón que corresponde al período de 2010-2015.

Las últimas estadísticas se han hecho públicas esta misma semana: en la comunidad autónoma gallega se registran actualmente más de 3.100 casos de violencia de género que son objeto de control, protección y seguimiento permanente por parte de agentes policiales a través del Sistema de Seguimiento Integral de Casos de Violencia de Género (Viogén), que analiza el nivel de riesgo de cada caso y coordina a los diferentes agentes implicados para garantizar la protección y bienestar de las víctimas. En concreto, según los últimos datos publicados por el Ministerio del Interior , en la comunidad autónoma gallega hay 3.147 casos que se consideran activos, esto es, que son objeto de atención policial y vigilancia administrativa permanente.

"¿Día Mundial? Para mí todos son Días Mundiales Contra la Violencia de Género", sentencia Ana Saavedra.

Ana Saavedra

"La primera vez que denunciamos estamos deshechas; creemos que no valemos para nada"

Cuando Ana Saavedra vivía en silencio el infierno de su matrimonio con un maltratador, todavía no existía la expresión Violencia de Género. "A los asesinatos de mujeres por sus propios maridos, novios o parejas -recuerda- se les llamaba crímenes pasionales. Y por si fuera poco, quienes éramos las víctimas aún teníamos que aguantar ese típico comentario del algo haría, lo que , por cierto, aún sigue ocurriendo". Tampoco hace tanto tiempo de aquello. Ana decidió que no estaba dispuesta a aguantar más en 2001, y entonces emprendió una lucha en solitario, únicamente asesorada por su abogado. "No, no existían ni teléfonos de ayuda a los que llamar", lamenta.Todavía le duele lo que sucedió aquella noche en que se presentó en el cuartel de la Guardia Civil de Betanzos y, al tomar nota, el agente que la atendió la espetó con un "¡Mujer, no sería para tanto! Se le iría un poco la mano...", para acto seguido proceder a romper el papel de la denuncia delante de sus narices". Pero sí que era para tanto. Su por aquel entonces esposo le inflijió varios cortes en la cara con un cuchillo de veinte centímetros porque ella le hizo saber que había tomado la decisión de separarse. Esa fue su primera denuncia, pero ella no se rindió. Sabía que su matrimonio estaba acabado: "Tardas en darte cuenta porque esto no ocurre de la noche a la mañana, es un proceso progresivo que suele empezar con maltratos psicológicos, con expresiones como "¡Tú no vales nada!", "¿Qué vas a hacer sin mí?, "¿Para que te pintas y te pones ese vestido? ¡Pareces una puta!"... "Y todo eso -explica Saavedra- acaba haciéndote mucho daño, incluso acabas creyéndotelo, estás hecha una mierda, has perdido ya hasta el último atisbo de autoestima. Así es como me sentía yo, y así es como se sienten todas las mujeres que pasan por esto".

Y después se da el salto: del maltrato psicológico se pasa al maltrato físico, a las palizas, a las amenazas de muerte...y en ese episodio se hallaba Ana cuando, sin apenas tiempo de que cicatrizasen las heridas causadas por los cortes del cuchillo, sufrió una nueva agresión: "Como al día siguiente tenía que declarar por mi primera denuncia, me lo encontré y me arreó un puñetazo que me desencajó el ojo. Y así acudí a la cita pero, como tenía miedo porque me había amenazado de muerte, de primeras no se lo confesé a la jueza quien, lógicamente, me preguntó que a qué se debía mi aspecto. Le dije que es que me había tropezado con la puerta del coche, pero tanto la magistrada como mi abogado se percataron de que no era así, de que mi marido me había golpeado. De manera que se tramitó un denuncia de oficio, mientras yo me recuperaba en hospital". Por supuesto, a partir de aquel día ya no volvió a convivir nunca más con su agresor, pero aún tardaría en conseguir que le concediesen el divorcio: "Recuerdo perfectamente aquel día, porque fue el día en que falleció mi padre".

Tras varias crisis psicológicas, después de smeterse a varias terapias y ese período que hay que dedicar a recuperarse, "a volver a ser una misma", Ana pensó que todo lo que ella había vivido podría servir, y de mucho, a otras mujeres que padecen la misma situación. Y fundó la asociación Mirabal de Betanzos, a la que en los últimos años dedica su vida entera sin cobrar ni un euro a cambio: "A mí cualquier mujer de cualquier parte de Galicia o de España a la que le pase esto le digo que me puede llamar cuando quiera, aunque sea de madrugada. Me voy a poner su disposición y la voy a asesorar para lo que haga falta. Es más, estaré con ella cuando vaya a los juzgados porque sé muy bien lo mal que se pasa durante esos interrogatorios. Y desde la asociación se le ofrecerá toda la ayuda que precise". "Quienes me conocen saben de lo que hablo -prosigue- porque, si yo he podido rehacer mi vida, cualquiera puede hacerlo y volver a caminar con la cabeza bien alta, con toda la dignididad intacta. Sí, yo fui víctima, pero lo superé ¿sabes? Así que ahora lo que soy es una superviviente". La seguridad y el énfasis con que nos habla Ana Saavedra, madre de una niña adolescente, también la obliga a confesar: ¿Que si todavía tengo miedo? Pues sí, claro, y aún te diría más: miedo no, lo siguiente. Es un precio que se paga. Yo cada vez que entro en algún sitio, le echo un vistazo a toda la gente que está en ese lugar y a todos los coches que aparcados cerca. Si me cercioro de que no hay peligro, entro".

Inés Fernández Lamela

"Ya lo intentó tres veces pero, aunque está en la cárcel, sé que mi marido quiere matarme"

"As miñas fillas devolvéronme a vida". Esta fue la primera frase que puso en una libreta cuando su psicólogo la convenció de que escribiese todo lo que le había pasado durante sus treinta años de matrimonio, y ese el título de un estremecedor libro autobiográfico que la lucense Inés Fernández Lamela ha editado contando "toda la verdad"de lo que le pasó durante las tres décadas de vida en común con su ya ex marido, quien actualmente cumple una condena de 17 años de prisión, de la cual en los últimos cinco meses sale con permisos periódicos de dos a seis días. Y cuando eso sucede, "siento como si se me paralizase el corazón, y no solo por miedo a que me mate a mí, sino también a mis dos hijas, que están tan amenzadas como yo", confiesa Lamela.

Lejos estaba de imaginarse todo lo que le iba pasar cuando, "muy joven y muy enamorada, a los veinte años", Inés se casó con el individuo que quiso arruinarle la vida hasta extinguirla. "Esto del maltrato ocurre de tal manera -explica- que ni siquieratú misma te das cuenta al principio. Crees que te dice ciertas cosas por cariño, incluso por tu bien, pero a medida que pasa el tiempo y tú no reaccionas, él, que ya te conoce bien y sabe cuáles son tus puntos débiles, va a por ti, quiere hacerte daño, hundirte en el pozo. Y de ahí, claro, se pasa a la violencia física, a las bofetadas, a los golpes, a las palizas". Inés Fernández Lamela presentó tres denuncias contra su antiguo esposo por otras tantas tentativas de asesinato: la primera vez intentó ahogarla en una bañera; la segunda, envenenarla con una sobredosis de pastillas que introdujo en un vaso de leche que ella se bebió; y la tercera, golpeándola reiteradamente y a traición con una tabla en la cabeza". A esas alturas, ella, apoyada y animada por su hijas, ya le había manifestado sus deseos de separarse, pero él nunca lo aceptó y, según Inés, "tampoco lo acepta ahora, por eso tengo tanto miedo cada vez que le dan un permiso para salir de la cárcel. Sé que aún me quiere matar".

En sus permisos temporales de excarcelamiento, el ex marido de Inés tiene obligatoriamente que portar una pulsera electrónica que, teóricamente, advierte de todos sus movimientos, pero a ella eso no la tranquiliza en absoluto: "La pulsera también me avisa a mí, pero demasiadas veces no vale de nada: se pierde con mucha facilidad la cobertura, falla el GPS y, bueno, qué quieres que te diga: estoy segura de que él sabe más de dónde estoy yo y con quien, que yo de él: cuando salgo de casa y me entero de que está fuera, vivo en una tensión permanente".

Inés Fernández reconoce que lo de escribir no se le dá muy bien, "por eso me resistí a hacerlo cuando me lo recomendó el psicólogo pero, en cuanto tuve las cosas claras, tiré para delante. Me sentó como una especie de terapia personal. A medida que escribía iba sintiéndome mejor, iba recuperando mi dignidad". A lo largo de esta semana, Inés ha estado ocupadísima presentando su libro, del que ya ha publicado una versión en castellano, allá donde la han invitado: "Cuando estoy hablando en las presentaciones, noto que a la gente le cambia el semblante de las caras.Y creo que sé por qué: una cosa es ver este tipo de noticias en la televisión, oírlas en la radio o leerlas en un periódico, y otra muy distinta cuando tienes a la víctima cara a cara y la escuchas. Viéndome a mí contando lo que me pasó y cuánto sufrí, sé que las personas entienden mucho mejor de qué hablamos cuando hablamos de violencia de género, de malos tratos, de violaciones...Desde que publiqué el libro han sido muchas las mujeres que, discretamente, se han acercado a mí para confesar que a ellas les pasa más de lo mismo, o que me han pedido mi número teléfono y luego me llaman para preguntarme qué es lo que pueden hacer".

¿Y qué es lo que hay que hacer", le preguntamos a Inés: "Pues contarlo, primero contarlo a una persona con la que tengas plena confianza, y después denunciar, dar el paso, ese gran paso. Yo, si de algo me arrepiento, es de haber permanecido treinta años callada, porque eso no me valió para nada. Yo pienso que si todas las mujeres, maltratadas o no, nos apoyamos entre nosotras, si damos la cara, si afrontamos el problema, acabaremos por conseguir que dejen de seguir saliendo este tipo de noticias en los medios de comunicación".

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