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ESTELAHéroes al cubo

"Sólo pensábamos en ayudar" coinciden quienes arriesgaron sus vidas cuando las llamas cercaban viviendas y propiedades

Dos cadenas de vecinos en la avenida de Europa. // R. Grobas

Miles de personas vivieron el peor domingo de sus vidas en Galicia hace hoy justo una semana. El fuego que arrasó más de 35.000 hectáreas se acercó a los núcleos urbanos como nunca antes se había visto. Son muchos los que recuerdan los incendios que marcaron el año 2006, pero ni en esa ocasión las llamas cercaron una ciudad de forma tan temeraria. Vigo, la ciudad más grande de Galicia, permaneció prácticamente sitiada por el fuego durante buena parte del pasado domingo.

Laura Freire y Leticia Barros habían quedado para terminar un trabajo de clase el domingo por la tarde en casa de Leticia, que reside en Navia, muy cerca del colegio, pero no llegaron ni a sacar los libros. Laura se bajó del coche y vio como las llamas se acercaban peligrosamente a las casas. "Fuimos directamente a buscar cubos para intentar apagar el fuego. Al principio éramos muy pocos pero la gente se fue dando cuenta de lo que pasaba por el humo", cuenta Laura.

"Hacíamos lo que podíamos, tampoco somos expertos. Cogimos los cubos pero hasta un rato después no se pensó en las mangueras de los edificios ni en las bocas de agua de la calle, de las que salía agua a presión que llenaba todo más rápido que la que cogíamos en los edificios", recuerda Leticia.

"Fue una locura", resumen ambas, que estuvieron hasta pasadas las tres de la mañana en la calle. La adrenalina no les dejaba pensar en el picor que sentían en los ojos ni en el cansancio acumulado: "De madrugada a la gente la notabas cansada, se resbalaban los cubos llenos de agua... pero nadie se movió hasta que los bomberos dijeron que estaba todo controlado".

Una vez extinguido el fuego en Navia, estas jóvenes se trasladaron junto a un grupo de vecinos hasta la avenida de Europa, a donde se habían trasladado las llamas, que ponían en peligro a una guardería y un colegio próximos, así como a varias casas y todo el jardín botánico de la Fundación Sales.

"Me sorprendió que había muy buen ambiente. Hubo quien tomó decisiones mejores y otros peores pero lo cierto es que todos buscaban ayudar. Mucha gente se unió y preguntaba qué podía hacer. Todo el mundo estaba cabreado porque esto no debería pasar. Al final se consiguió y el balance es positivo pero yo soy de Nigrán y lo que cuentan amigos de allí a los que se les quemó la casa te hace llorar", destaca Leticia.

Laura cuenta que dejó su móvil en el coche pero que la gente estaba pendiente de las redes sociales y de las noticias en plena labor de extinción: "Llegaba información que era más bien desinformación", constata, "se hablaba de que ardían sitios y no podías saber si era verdad o no".

La madrugada del lunes, cerca de las cuatro, por fin se fueron a la cama pero dormir era "imposible". "Tenía miedo de que volviese a plantar, hacía tanto viento y lo había visto plantar delante de mí tantas veces esa noche que ya me temía lo peor", asegura Laura. "La verdad es que en el momento pensabas que no estabas haciendo nada porque echabas agua y parecía que le soplabas", reconoce Leticia.

Un incendio urbano

José Antonio Beiro, presidente del Club AMFIV (Asociación de Minusválidos Físicos de Vigo) de baloncesto, llegaba de viaje con su familia el domingo cuando vio las llamas en su barrio, en Navia. Metió el coche en el garaje y se salió a ayudar, a la vez que su mujer se marchaba con los niños a casa de unos familiares. "Llegué y me pusieron una manguera en las manos, de pronto era la una y no me había dado ni cuenta", dice. "En ese momento no piensas. Casi sin nociones entre los vecinos controlamos el fuego. No eras consciente del calor tan fuerte del fuego, ni del humo. Solo sientes nerviosismo al ver un incendio así en la ciudad", explica Chechu Beiro.

Ahora le parece que fue un sueño, o más bien una pesadilla, pero tiene claro que "si vuelve a pasar mañana ahí estaremos". Beiro destaca que sin la ayuda de la gente, con los pocos medios que había, el fuego que plantó en la avenida de Europa "hubiera sido un drama". "Las cadenas humanas de cubos de agua fueron espectaculares", sostiene.

Un "tesoro" en riesgo

Pedro Antonio Pedrido, vecino de la calle Marín, en el barrio de Coia, no pudo permanecer impasible al fuego y salió de casa para apagar los focos crecientes en la avenida de Europa. "Desde las once de la noche hasta las cuatro de la mañana estuve ayudando pero llegó un momento en el que ya no podía más. Estaba intoxicado", relata.

Calderos de agua y mangueras fueron las principales "armas" de las personas anónimas que lucharon contra el fuego. "Aquí si el fuego entra en la Fundación_Sales hubiera sido terrible, pero ya no es solo lo ecológico; lo peor son las vidas humanas. Y esto no es una trama de nada, es un asunto político que hay que atajar", zanja Pedrido.

"Fue uno de los días que más lloré en mi vida. Si nos quitan lo poco que nos queda de verde qué les queda a las generaciones que vienen después:_¿un desierto? Se gasta más apagando los fuegos que en prevención y aprovechamiento del bosque", argumenta este vigués, que ahora se ha anotado como voluntario en la Fundación. "Para mí esto ya es mucho porque estoy sin ayudas y sin trabajo. Lo importante es tener voluntad", añade Pedrido.

"Tras el incendio, renacimos", aseguran desde la Fundación Sales, que permanece casi intacta gracias al esfuerzo de cientos de personas anónimas que controlaron el fuego hasta que llegaron los bomberos y que siguieron echando agua hasta que las llamas se apagaron definitivamente.

José Vicente López tenía un incendio delante de casa en Florida y estaba en la calle junto a su familia cuando lo llamaron para avisarle de que ardía la Fundación Sales, donde trabaja como encargado de mantenimiento. "Salí corriendo porque no iba a poder llegar en coche", recuerda. Al otro lado del teléfono estaba Alberto López, que vive muy cerca y vio el fuego de los primeros. "Benditos estanques", dice con alivio Alberto. Él es voluntario en la fundación y sabía dónde había alguna salida de agua pero hasta que José Vicente abrió fue difícil extinguir las llamas: "El pozo nuestro no daba abasto, de hecho el motor se ha fundido y hay que cambiarlo. Se vaciaron los tres estanques, utilizamos todos los recursos".

Hasta el jardín de Sales se formaron tres cadenas humanas de cubos que iban y venían con agua. "Las llamas eran de seis o siete metros, nunca había visto algo igual. Además, el viento soplaba con tanta fuerza que tenías que controlar para que no viniesen hacia ti", comenta Alberto.

Las pruebas de lo que allí se vivió son hoy visibles. Se ve todo quemado justo hasta las lindes de la fundación. "Los bomberos atendieron las primeras llamas pero se lo debemos a la gente por mucho que tuviésemos aquí agua para apagarlo, sin las personas que vinieron no habríamos sido capaces de abarcar todo el terreno que ardía", destaca José Vicente.

"Es que si conoces esto te enamoras", reconoce Cristian Brea, que fue de los primeros en llegar a la zona. "No sabía que no estaban aquí los bomberos, me vine porque desde casa vi humo y al llegar me puse en una de las filas de calderos", cuenta. Brea vivió un incendio el año pasado en Ponte Sampaio pero "nunca uno tan cerca de la ciudad". "Daba miedo", confiesa este vecino de Vigo que trabaja con el jardín de Sales en distintos campamentos.

La fuerza de los vecinos

La presidenta de la Asociación de vecinos Novo Vigo de Navia, Ana María Martínez, trató de coordinar a los vecinos para que el trabajo fuera más efectivo. "Llevábamos todo el día viendo los incendios alrededor de la ciudad pero cuando ya ves que planta aquí, al lado de tu casa, te pones mucho más nerviosa", revela.

"La gente en Navia bajó de los edificios sin pensárselo porque había vecinos cuya casa corría peligro", añade Ana María. "Subimos una foto a las redes sociales pidiendo ayuda y en poco tiempo teníamos aquí un montón de manos para ayudar. La mayoría eran chavales jóvenes con muchas ganas", asegura María Pillado, vecina de Navia y miembro de la asociación.

Serafín Otero, portavoz del BNG en Vigo, también es vecino del barrio de Navia y se vio en medio del fuego. Iba hacia Valadares para ayudar cuando se encontró con las llamas amenazando a una casa allí mismo. "Hubo momentos de peligro. Pero yo me quedo con toda esa juventud comprometida que salió a la calle para apagar los incendios. Demostraron que en Vigo tenemos un montón de jóvenes con conciencia", destaca Otero.

En medio de la noche a Serafín lo llamaron porque desalojaban su casa. Las llamas también habían plantado allí: "Lo veías delante de ti. Llegaba con el viento una chispa y plantaba delante de ti porque todo estaba muy seco". "Lo que me sorprendió fue el sentimiento de tener que abandonar tu casa, eso es muy difícil", reconoce.

"Creo que lo que se demostró el domingo es el poder que tiene la gente del barrio cuando está unida. Los bomberos no daban abasto con tantos focos distintos, nosotros asumimos la coordinación contra el fuego aquí", afirma María Pillado.

"Tenemos que poner el foco en la limpieza de las fincas porque sitio donde ardía era uno en el que no había limpieza. Tienen que multar desde el concello a quienes no cuidan sus terrenos", sostiene Santos Fernández, que se marchó a ayudar mientras sus familiares trataban de refugiarse en el centro de Vigo, donde también había un humo irrespirable.

El sur de Galicia en llamas

Solos. Así estaban los vecinos contra el fuego en Pazos de Borbén. Hoy brilla el negro a ambos lados de la carretera que va hasta Cepeda. Una desolación ceniza que impresiona en directo, sobre todo cuando de fondo escuchas a los vecinos de la zona. En el barrio de Campiño el fuego prendió cercando las casas más rápido de lo que se podía imaginar. El incendio de Ponteareas se fue expandiendo y las llamas llegaron de madrugada a casa de María Rodríguez. Era la noche del sábado al domingo y la joven estaba en Redondela con amigos hasta que una vecina del pueblo de al lado la llamó para avisarla de que tenían el fuego encima.

"Llamé a mi madre y me vine. Estuvimos toda la noche. A las ocho de la mañana me acosté, pero no pude dormir", asegura Rodríguez. "Ayuda cero, fuimos los vecinos. Si no fuera por nosotros esto hubiera ardido entero", lamenta. "A mí me estaba ardiendo por debajo de casa. Había dos caravanas, un remolque, un coche... todo quemado. Dentro de una caravana había bombonas y explotaron. Y aquí nadie. Vino el coche bomba del ayuntamiento y me tuve que poner delante para que parase a ayudar porque pasaba de largo", cuenta.

"Tenía mucho miedo, sentías una impotencia... Había mucho humo, te acercabas al fuego y no podías respirar, te lloraban los ojos...", recuerda Rodríguez. En su barrio no hubo desalojos, pero sí en uno muy cercano, el Galleiro, donde ardió todo.

Se pasó siete horas en plena actividad. Se apagaba un foco y aparecía otro. Estuvieron mojando todo el perímetro de las viviendas hasta que bien entrado el amanecer la cosa se calmó. María también sufrió por su familia, porque aunque no los evacuaron, la presencia de las llamas era demasiado amenazadora. "Mi abuela dijo que en 88 años nunca viera algo igual", comenta.

Tampoco es el primer incendio que vive María Rodríguez en Cepeda. En 2006 el monte de esta zona ya ardió, pero asegura que nunca había visto el fuego tan cerca de las casas como el pasado fin de semana.

Por suerte, no hubo heridos durante el incendio aquí. Los daños son las fincas y el monte. María espera ahora impaciente por esas ayudas para repoblar de las que se empieza a hablar, aunque no confía en que lleguen a su zona. "A ver qué pasa, ojalá que sí nos ayuden porque solo hay que ver cómo ha quedado todo esto", denuncia.

Ana María Martínez - Presidenta Novo Vigo

"La mayoría que ayudó era gente joven con muchas ganas"

Santos Fernández - Vecino de Navia

"Tenemos que poner el foco en la limpieza de las fincas"

María Pillado - Vecina de Navia

"Se demostró el poder de la gente del barrio unida"

Pedro A. Pedrido - Vecino de Coia

"Uno de los días que más lloré en mi vida. Nos quitan el verde"

José Antonio Beiro - Presidente Club AMFIV

"Sin nociones, los vecinos controlamos el fuego"

Alberto López - Vecino de Samil

"Las llamas eran de siete metros, nunca había visto algo igual"

José Vicente López - Trabajador en Sales

"Se lo debemos a las personas que vinieron a ayudar aquí"

Cristian Brea - Vecino de Vigo

"Si conoces Sales te enamora, por eso vine"

María Rodríguez - De Pazos de Borbén

"Tenía mucho miedo e impotencia, no podías respirar"

Leticia Barros y Laura Freire - Estudiantes en Vigo

"Fue una locura pero nadie se movió hasta que todo quedó controlado"

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