Augusto estuvo en el Masai Mara, esa reserva natural del Serengueti, y aplacó las ansias de su cámara en el Rift Valley, una gran fractura geológica cuya extensión total es de 4830 kilómetros, un lugar donde la tierra muestra sus cicatrices. " Contemplar esa inmensa cicatriz, el Mara, Amboseli, Turkana, convivir con los masai, los samburo es algo parecido a una visión de la prehistoria; yo por lo menos así lo percibí", me contaba. "La vegetación es diferente a todo y, sin el narcótico que da la prisa, puedes asombrarte con amaneceres imposibles, noches cargadas de estrellas, el olor de la densa tierra roja, el viento transeúnte, la foresta de acacias, el lecho termal de las playas de Mombasa y los increíbles pastos de limón que parecen abrazar toda la Sabana." Augusto ya está en Vigo, ha pasado un mes pero para él ha sido mucho más, igual que un vagabundo, de un lado para otro recorriendo y durmiendo bajo las estrellas de Kenya, dejándose llevar por africanos, llenando su mirada a través de la de ellos. Eso cielos estrellados de países africanos dibujados en los mapas por personas que nada tienen que ver con ellos pero que se nutren de los mismos como hienas.