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Yo le llamo "Augusto el africano" por su amor a ese continente, donde acaba de pasar un mes en Kenia, documentando proyectos en Nairobi y en Namanga, una zona rural en el Parque Nacional Amboseli , zona fronteriza con Tanzania y junto al monte Kilimanjaro. Su plan era (dependiendo de lo que ocurra ya que allí el concepto occidental del tiempo vertido en horarios o calendarios casi no existe), coger el tren "lunático", construido por los británicos en 1896 y que va desde la costa Mombasa hasta el lago Victoria atravesando la sabana africana. No sé lo que África le habrá permitido cumplir de su plan inicial pero sí que estuvo en Kitengela, un barrio industrial próximo a Nairobi donde vive mucha gente de Kenia en busca de un futuro mejor, sin infraestructuras ni mucho menos planificación urbanística de ningún tipo, crecimiento es desordenado, sin calles asfaltadas ni aceras y el vertido de aguas fecales sin conducciones, lo que origina constantes brotes de cólera. "Yo me encuentro muy bien en este lugar -me dice- , pues lo que realmente importa es la sonrisa y la amabilidad con la que te reciben y, si quieres sentir Kenya, de poco vale ir solo a los parques, que son un enlatado maravilloso pero poco más". También estuvo en Kibera, el mayor barrio de chabolas de Nairobi y el más grande de África después del de Soweto en Sudáfrica, compartiendo un proyecto solidario en el IMBC, hogar de más de 60 niños rescatados de una comunidad que los sometía al tribalismo, abandono, orfandad, matrimonio temprano, mutilación genital femenina, pobreza... ¡Y aquí en España hemos llegado a montar estos días pasados un "espacio terapéutico" para atender psicológicamente a los traumatizados por ver intervenciones policiales! ¡Qué diferentes umbrales del dolor! ¿Le dará risa a este fotógrafo ver a gente de su propio país que lo tiene todo quejándose de nada?

Augusto estuvo en el Masai Mara, esa reserva natural del Serengueti, y aplacó las ansias de su cámara en el Rift Valley, una gran fractura geológica cuya extensión total es de 4830 kilómetros, un lugar donde la tierra muestra sus cicatrices. " Contemplar esa inmensa cicatriz, el Mara, Amboseli, Turkana, convivir con los masai, los samburo es algo parecido a una visión de la prehistoria; yo por lo menos así lo percibí", me contaba. "La vegetación es diferente a todo y, sin el narcótico que da la prisa, puedes asombrarte con amaneceres imposibles, noches cargadas de estrellas, el olor de la densa tierra roja, el viento transeúnte, la foresta de acacias, el lecho termal de las playas de Mombasa y los increíbles pastos de limón que parecen abrazar toda la Sabana." Augusto ya está en Vigo, ha pasado un mes pero para él ha sido mucho más, igual que un vagabundo, de un lado para otro recorriendo y durmiendo bajo las estrellas de Kenya, dejándose llevar por africanos, llenando su mirada a través de la de ellos. Eso cielos estrellados de países africanos dibujados en los mapas por personas que nada tienen que ver con ellos pero que se nutren de los mismos como hienas.

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