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BLUES DE LA FRONTERA

Los días felices del señor Watanbe

Los días felices del señor Watanbe

En 1952 se estrenaba una película de título "Ikiru" ( Vivir), de la que me acuerdo y escribo de vez en cuando, aunque solo la he visto por la televisión. El film cuenta los últimos días en la vida de Kanji Watanabe, un anciano triste y solitario, que cuando estaba únicamente preocupado por "rellenar" sus postreras jornadas como funcionario antes de la inminente jubilación, recibe la terrible noticia de que un cáncer va a acabar con su vida en un plazo de seis meses.

La historia se repite, a este lado de la pantalla, en la realidad pura y dura, todos los días. Millares de personas reciben como un mazazo inesperado la noticia de que padecen una grave enfermedad, incluso de su extinción a corto plazo, o lo que es casi lo mismo, a un plazo determinado: su destino está escrito y no hay escapatoria posible.

Me contaba hace ya unos años una compañera de Facultad que había atendido a pacientes terminales que la reacción de las personas, al ser informadas del alcance de la frontera de sus vidas, acostumbra a dispararse en dos direcciones divergentes: o se hunden en la depresión o, por el contrario, se plantean hacer lo que tal vez nunca han hecho hasta ese momento.

El señor Watanabe, salvado el primer instante de derrumbe anímico, se decanta hacia la segunda de las vías. Visita lugares en los que no había estado nunca, conoce a gentes a las que había rehuído, prueba con navegar las noches...Pero ninguna de estas opciones le proporciona la satisfacción que procura; percibe que se equivoca.

Hasta que un día, recogiendo sus pertenencias del despacho que se dispone a abandonar para siempre, se encuentra con la carpeta de un expediente olvidado: la reivindicación de un parque de recreo por parte de los vecinos de su propio barrio. Como si despertase de un sueño, decide ponerse en marcha y ayudar en la consecución del parque.Comienza a disfrutar dentro de sí de una sensación que no había experimentado hasta que le avisaron de que había llegado a aquellos últimos compases de su vida: se siente feliz y dichoso, satisfecho al fin consigo mismo.

A los que felizmente no hemos recibido (quizás todavía) tan dramática clase de noticia, se nos debería clavar cual hierro candente el ejemplo de Kanji Watanabe. Nosotros, que debemos enfrentarnos día a día al "mero hecho de vivir", no debemos, no podemos aguardar a que alguien nos destape el secreto del límite de nuestras vidas y ponga al descubierto un vacío.

Porque aunque sea cierto que aquí no se queda nadie, siempre tendremos la capacidad de poder elegir entre ayudar a construir un parque, escribir un libro, pergeñar la revolución, diseñar los planos de una utópica catedral, soñar que dirigimos una película, que grabamos un disco...qué se yo: ayudar y/o ayudarse en el más rotundo sentido de verbo. Hay muchos senderos abiertos por los que caminar o, cuando menos, intentarlo. Cada quien escoge su propia razón de vivir, no todos somos iguales; pero es importante averiguarlo cuanto antes, no dejarnos vencer jamás, por mucho que nos fastidie tropezar con las piedras y los baches que acechan en los caminos. Nunca te rindas .

*In memoriam y homenaje a Ana Romero y todas las luchadoras de Adicam

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