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Masanori Hatanaka: "Internet ha cambiado el turismo; el turista ya no es alguien pasivo"

"Un destino turístico con una vida social normal debería tener algún techo en cuanto al número de visitantes"

Hatanaka (Okayama, Japón, 1972) es profesor asociado de la Facultad de Economía de Kurume, en Japón. Cursó estudios de Geografía en Santiago de Compostela, Granada y Oviedo, además de los que desarrolló en centros universitarios de su país natal. Habla un español correctísimo, además de inglés, portugués y gallego. Es nieto de un soldado al que al término de la II Guerra Mundial le tocó estar acuartelado en Hiroshima. Creía que por no estar en el frente estaría a salvo. El lunes 6 de agosto de 1945 se convirtió en una de las 166.000 personas que se calcula murieron a consecuencia de la bomba atómica que Estados Unidos lanzó sobre esta ciudad japonesa. Masanori, a quien todos conocen como Masa, heredó de aquella tragedia familiar un profundo rechazo por las armas nucleares y también por el uso de la energía atómica con fines civiles. De hecho, en su país forma parte del movimiento popular contra la apertura de nuevos reactores nucleares en una central que dista unos cien kilómetros de donde reside, en Kasuga City, en la prefectura de Fukuoka, al sur del país.

-Éste ha sido el verano de la turismofobia en España, ¿qué opina usted de esos brotes de rechazo al visitante en zonas masificadas y que viven precisamente de estos turistas?

-El turismo es, desde el punto de vista macroeconómico, el sector más importante de España. Pero tenemos que tener en cuenta la vida cotidiana de la gente que vive en zonas rurales, urbanas o en las zonas costeras turísticas. La peculiaridad del sector turístico, con respecto a otras actividades económicas, es que la gente tiene que venir al destino y que en ese destino turístico reside gente que no sólo trabaja en el sector turístico. Gente cuyas vidas no están vinculadas al turismo. Y si vienen muchos turistas, entonces comienzan las dificultades, la masificación y el deterioro de la calidad de vida; deterioro del medio ambiente o del entorno social. Yo creo que debería existir un techo de población asumible o de actividades turísticas.

-Entonces, España debería de plantearse poner techo al turismo.

-De algún tipo. Sí. Ya ocurre con algunos monumentos que son Patrimonio de la Humanidad, como el caso de la Alhambra de Granada. Antes no había limitaciones de entrada, pero ahora han puesto un techo. Un destino turístico con una vida social normal debería tener algún tipo de techo de visitantes. Sé que es un poco complicado situar límites en un destino turístico que se vende pero que luego rechaza a la gente que quiere venir.

-¿Cómo es, a su juicio, el turismo del siglo XXI y en qué se diferencia del turismo del siglo anterior?

-El turismo del siglo XX era más pasivo y los medios de comunicación que los turistas y el sector tenían a su disposición eran los Mass Media o la publicidad. Pero ahora los turistas quieren más experiencias y ellos mismos publican la información a través de las redes sociales u otras plataformas de internet. Y eso antes no se producía. Antes no había turismo de experiencia. El turista del siglo XXI demanda más experiencias y también más participación. Ahora, por ejemplo, está surgiendo el turismo de voluntariado. En Japón se está hablando bastante del turismo negro, el "dark turism".

-¿Qué es?

-Pues consiste en visitar lugares que han sufrido un desastre natural o experiencias bélicas, como Auschwitz o en el caso de España podría ser el Valle de los Caídos. El objetivo es recordar esta experiencia. La finalidad de ese turismo será aprender desde experiencias desagradables a enfrentar la realidad o a sentir compasión hacia la gente que sufría. En una Universidad de Inglaterra (la de Lancashire) hay un instituto dedicado a la investigación del turismo negro. En el caso de Japón estamos hablando de visitar, por ejemplo, el centro de Hiroshima, donde cayó la bomba. Hay un autor que propone convertir la central nuclear de Fukushima en una especie de parque temático, un destino de ese turismo negro.

-¿Qué más tendencias turísticas le llaman la atención?

-Ahora mismo estoy vinculado con una iniciativa local que se llama "foot path", turismo de caminatas. En el Reino Unido ya tienen bastante experiencia. Todo el mundo quiere pasear por una zona rural y disfrutar del medio natural y hablar con la gente local. Ese tipo de turismo tiene un marco de conveniencia con las tiendas de la zona, que están encantadas de recibir a los caminantes. Pero este tipo de actividad está más orientada a fomentar el intercambio humano y el empoderamiento social que a ganar dinero. El objetivo es relacionarte con la gente local, compartir alguna experiencia con ellos. Por ejemplo, asistir a una comida con la gente de la zona, como invitados. Se importó en la zona de la isla de Kyush, que es donde estoy trabajando. Este "foot path", el turismo de caminatas, viene bien a las zonas rurales envejecidas, pues con la interacción en este tipo de marcos turísticos participa bastante la gente local que antes no tenía interés en hacer actividades sociales. Interacción entre los recibidos y la gente local y, como consecuencia, la zona recibe actividades económicas o vende algún producto local que antes no tenía salidas. Y también se reconstruyen algunos tipos de relaciones humanas que estaban un poco estancadas en la zona rural japonesa.

-Hablaba antes del turista del siglo XX como alguien más pasivo y, por contra, del actual como un visitante más activo e independiente. ¿Más parecido a los viajeros del siglo XIX?

-Sí, el turista del siglo XX tiene un carácter más pasivo y depende de los servicios turístico o touroperadores. Los viajeros organizan más sus viajes por su propia cuenta y los turistas actuales se parecen más a eso. Pero también hay que tener en cuenta que las redes sociales y las plataformas de internet también están manejadas. No sé si tenemos más libertad o estamos realmente más controlados. De eso no estoy seguro. Las redes sociales están cambiando el mercado turístico muy rápido.

-Hablemos de su país, ¿cuánto ha cambiado Japón? ¿Cuánto ha cambiado la gente de su generación, la nacida en los años 70 del pasado siglo, con respecto a la de sus padres?

-En los años 60 y 70 ya se produjo un cambio grande, cuando Japón retomó la industrialización. Se necesitaba mucha mano de obra y se reclutó a mucha población del medio rural. Después, en la segunda mitad de los años ochenta y principios de los noventa, con la bonanza económica, la mentalidad japonesa cambió: menos respeto a las tradiciones y mucho amor por el dinero. Quedamos seducidos por el dinero y por una fantasía de crecimiento continuo que no tenía fin.

-Pero eso nos ha pasado a todos. También a los españoles.

-Aquí en España pasó quince años después de que nos ocurriera a nosotros.

-¿Y tras la crisis qué lección se puede extraer?

-Que no hay crecimientos sin fin y que no podemos pensar sólo en el dinero. En Japón, en el sector turístico, padecimos los grandes proyectos de desarrollo y parece que quieren repetirlos ahora. Antes se creaban resorts, parques temáticos con campos de golf o centros de convenciones y playas€ Y los copiábamos por todo el territorio. Han fracasado casi todos. Y ahora quieren volver otra vez a ellos. Pero en este caso, el foco central es el casino... Les quieren añadir un casino. A eso lo llaman IR, integrated resort, ocio integral, es el plan estrella del Gobierno vigente en materia turística. Tenemos cinco o diez ciudades candidatas para instalarlo. No han aprendido nada de la crisis. Y, además, estos proyectos son aún más peligrosos.

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