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SÁLVESE QUIEN PUEDA

Aquellos años en que nació "Unha ducia de galegos"

Con 25 años en Holanda, en el viaje en un Dyane a Europa, un Víctor F. Freixanes que ni imaginaba que sería presidente de la RAG. // FDV

Le oí decir a Carlos Fuentes, en una comida en el restaurante El Timón, que "el pasado está escrito en la memoria y el futuro está presente en el deseo". No sé si quiso decir que perdemos presente si estamos demasiado instalados en lo que ya pasó o en lo que queremos que pase, pero yo pienso que somos justo esas dos cosas: que el presente se nutre de lo que fuimos y de lo que queremos ser. Yo tengo ahora en las manos el último libro de Víctor F. Freixanes, una briosa reedición en Galaxia de Unha ducia de galegos, y al abrir sus páginas mi presente se siente invadido, como una marea, por los recuerdos de aquellos años que rodearon la primera salida del libro, en 1976, en los que Víctor y Malós compartían tanto del tiempo mío y de mi pareja entonces, que nuestro viaje de novios lo hicimos juntos en un Dyane 6 por Europa adelante. ¡Y qué felices por el estreno del primoroso coche, y por la incursión europea -llegamos casi hasta Suecia-, durmiendo en campings en que ahora ni pagándonos entraríamos! Entonces no sabía que Freixanes iba a ser 40 años más tarde presidente de la Real Academia Galega y no pude avanzarle el trato de excelencia, ilustrísima, usía o lo que le corresponda en ese guirigai del protocolariado. "Preexcelentísimo amigo ¿tomamos un vino del Rhin?" podría haberle dicho en ese periplo.

Volvíamos de ese viaje de novios los cuatro cuando, al pasar por Perpignan camino de España, Víctor saltó de alborozo cuando se enteró por vía telefónica -entonces no había móviles- que por fin había salido a la calle su libro Unha ducia de galegos. Yo diría que me hizo apurar todas las posibilidades del Dyane 6 para llegar cuanto antes a conocer a su primer retoño literario, que ya sabéis que para los escritores es como un hijo. Luego tendría familia numerosa. Si para él aquel libro era como un hijo, para mí como un sobrino porque no solo había vivido día a día aquel embarazo de doce gallegos que pusieron en cinta a Víctor, sino que hasta le acompañé en mi coche a la entrevista del más principal de ellos, Otero Pedrayo. Aquel viaje a la mesa camilla de su casa de Trasalba nos supuso, a la vuelta allá por Fontefría, quedarnos tirados en la carretera por la rotura del ventilador. Claro, aún no había comprado el flamante Dyane 6 que meses después nos llevaría por el mundo, y tenía un viejo 2CV con el que también éramos felices.

Los que tienen la suerte de las canas saben que aquellos años que rodeaban la salida del libro eran especialmente ilusionantes, recién fallecido Franco, cuyo ataúd a mí me había tocado velar un año antes en la mili con otros tres milicos,¡ ay! aquella noche de adhesiones interminables en el Palacio de Oriente. Yo, en la extremidad superior derecha, un legía en la izquierda, un "paraca" pierna abajo... Franco había muerto, y yo lo comprobé una noche eterna y entera como centinela del reputado difunto. Víctor se puso a escribir ilusionado aquel libro cuando trabajaba en una Radio Popular boyante en audiencia y lo dejó en imprenta cuando empezamos aquel viaje nupcial en cuarteto inolvidable, con parada en el Festival de Avignon sin que faltara un recorrido por la ruta del vino del Rin, entre campings y tiendas de campaña.

Eran años espléndidos de construcción de la democracia, esos de la llamada Transición que ahora unos cuantos pendejos deshabitados de luz quieren desacreditar, y había tantos partidos y partidillos como líderes de masas en la historia mundial, desde Mao a Lenin pasando por Trotsky, Stalin y todos sus muertos. En medio, una agitación creativa y eslogánica en todos los sectores. En ese ambiente del último éxtasis franquista y primero de la democracia nació Unha ducia de galegos, 12 entrevistas a personas de la cultura galega que hablaban a un periodista veinteañero del pasado reciente, el presente y el futuro de un país que, tras 40 años con Franco, iniciaba el camino de las libertades y del autogobierno. Un libro ahora reeditado por Galaxia que comienza por aquel patriarca por culpa del cual se nos rompió la correa del ventilador, Otero Pedrayo, y acaba con Carlos Casares. Ninguno está ya con nosotros y vale la pena revisar ese testimonio escrito de unos tiempos de convulsión ilusionante. Merece ser leído o releído. Víctor, cariño, excelentísimo Sr., qué tiempos, pardiez.

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