Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

ESTELAAdiós a Venezuela

Cuentan dramáticas historias en las que violencia y miseria coexisten con el miedo a perder la vida cualquier día, en cualquier calle...

Algunos de los "exiliados del chavismo", reunidos en Vigo y protagonistas del reportaje. // María Rodríguez

"A mi hijo lo asaltaron para robarle el coche. Le dispararon cinco tiros y tuvieron que operarle hasta diez veces para dejarlo bien. Está vivo de casualidad. Venezuela es un país donde la vida no vale absolutamente nada. Tus hijos salen a la calle y no sabes si los vas a volver a ver o no. Tienes miedo de que te los secuestren, los maten, los violen... Nadie puede vivir así". Fernando Caramés es contundente porque la realidad lo ha sido más con él. Ahora que podría estar tranquilo, jubilado y con sus dos hijos en España, lucha contra un cáncer y pelea para cobrar la pensión que le corresponde del Gobierno de Maduro, que desde hace dos años no paga a los venezolanos exiliados lo que les corresponde por su cotización.

"Con nueve años llegué a Venezuela con mi madre desde A Cañiza. Mi padre había emigrado en la posguerra civil y nos reclamó. Allí tuve la oportunidad de estudiar Medicina, me casé y tuve hijos, después nietos, y ejercí como médico hasta hace un año. Me vine porque la situación del país es crítica y no quería eso para mi familia. La inseguridad personal allí es altísima pero en mi caso lo que más influyó es que tengo una leucemia y no me garantizaban una atención adecuada porque no disponen de los medicamentos que necesito", cuenta Caramés, residente en Vigo desde hace menos de un año.

Fernando Caramés - Se fue de A Cañiza para Venezuela

"A mi hijo lo asaltaron para robarle el coche, le dieron cinco tiros, vive de casualidad"

Ninguno de los venezolanos que participa en este reportaje quería marcharse de su país. Todos empiezan por ahí. Las historias de los que ahora viven en Galicia se parecen a las del resto de exiliados pero tienen una característica distintiva: lo suyo se parece más a un regreso que a un exilio. La mayoría tienen aquí sus raíces.

Inseguridad ciudadana

"Hace tres años entraron en el colegio de mi hija a robar. Se llevaron los móviles de los niños y todo lo que llevaban encima los padres que estaban allí despidiéndose. Eran las seis y media de la mañana. Ahí te replanteas todo. Si en el colegio de mi hija, que es el sitio donde ella debería estar más segura, puede suceder esto€". Mónica Janeiro es hija de vigués e italiana, nacida en Venezuela y con dos niños pequeños. Lleva viviendo en Vigo menos de dos años con su familia.

"Tomé la decisión de un día para otro. Hacía tiempo que sabía que íbamos a tener que salir de Venezuela porque trabajaba en Educación y veía que esto iba a pasar. Con todo, siempre tienes la esperanza de que haya un cambio", explica Janeiro.

En 2015 se complica la salud de su padre, su corazón está mal y necesitan hacerle un cateterismo. En muchos lugares del mundo no habría mayor problema con esto, pero Mónica recuerda la angustia de recorrerse todas las clínicas de Caracas para encontrar una en la que pudieran conseguir el material médico necesario para operarle. Fue entonces cuando la inseguridad pasó a ser un problema real y vio a su familia en peligro.

A finales de ese año, el marido de Mónica, que trabajaba para una multinacional contratada por Petróleos de Venezuela, se queda sin trabajo porque la compañía cesa su actividad en el país alegando que "no le compensa económicamente". Un agravante más. Menos de un mes después su marido y su padre se vienen a Vigo, pero necesitan que ella se instale aquí para que la situación de él sea legal. "En tres meses tuve que dejar mi trabajo, mi piso, mi hipoteca€ pensando en un futuro mejor para mis hijos y en el bienestar de mi familia", asegura Janeiro.

A día de hoy va logrando encadenar trabajos temporales, igual que su marido. Con la incertidumbre detrás de sus talones. Pero hay una gran diferencia por la que todo merece la pena. "Doy gracias porque mis hijos están seguros", dice aliviada. "Mi hija de doce años puede ir por la calle sola a casa de una amiga por la tarde, eso allí es impensable. ¡Mi hijo va al parque! Ya sé que la gente no se lo cree pero allá no hay parques como Castrelos", relata. "En Venezuela a las siete de la tarde te tienes que marchar corriendo para tu casa porque pueden llegar a asesinarte", añade Janeiro.

En busca de prosperidad

Esteban Janeiro, padre de Mónica, nació en la calle Coruña de Vigo en 1933 y a los veinticinco años decidió emigrar a Venezuela para prosperar. "Buscaba un mejor futuro", reconoce. Con los años echó raíces y llegó a ser gerente de una empresa maderera. Tenía su vida allí y tuvo que volverse contra su voluntad. "Si hubiera sabido que iba a terminar así... Quizá fue un error haberme marchado de joven porque al final también habría encontrado trabajo aquí", cuenta.

Esteban Janeiro - Vigués emigrado en Venezuela

"Quizá fue un error irme de Vigo de joven porque al final habría tenido un trabajo aquí"

"Hace cuarenta años yo ya estuve en manifestaciones como las de ahora en Venezuela y devolví bombas lacrimógenas a quienes nos las lanzaban. Se jugó con la necesidad de la gente y por la mala gestión ya no queda nada del país virgen que era cuando yo me fui en el 58", recuerda Janeiro, quien tampoco cobra su pensión desde hace dos años.

"Por fin han reconocido que no cobro nada y me van a dar una ayuda para el alquiler. Es lamentable que después de haber estado cotizando toda la vida tenga que estar pendiente de Cáritas y pidiendo ayudas porque hay otra mucha gente necesitada", apunta. "La política acabó con Venezuela. Chávez fue un golpista", sentencia Janeiro.

"Mis cuatro nietos ya nunca han podido ir a Venezuela porque no era seguro. Ellos nos preguntan por cómo vivíamos allá y cuando se lo contamos no lo entienden, igualmente que si les explicamos la situación actual tampoco la comprenden. Tienen otra mentalidad. Allí hay mucha corrupción, roban a mansalva. Pero, ¿quién protesta cuando tienes una falsa democracia? El sistema es muy duro", reconoce Loli López, que salió de Fene con cuatro años hacia Caracas, donde conoció a su marido, un vigués, en la hermandad gallega de la capital.

Loli López - Emigró de Fene a Venezuela

"Mis nietos nunca han ido a Venezuela y no pueden entender lo que está pasando"

López lleva veintidós años en Vigo con su marido e hijos, regentaba una tienda de chucherías en la calle Portanet. Volvió una vez al año hasta 2015, cuando reconoció que la situación había empeorado demasiado y decidió "malvenderlo todo" y traerse a su madre para no volver.

Cinco formas de morir

"Antes de 1998 a ningún venezolano le tocó salir de su país de manera obligada. Éramos un país que recibía a inmigrantes con los brazos abiertos, hacían vida sin ningún problema y hacían dinero también sin problemas. Cuando comenzaron a cargarse el país los más jóvenes se ven obligados a marcharse porque tienes cinco formas de morir allí: o te mata la delincuencia, o te mueres de hambre, o te matan por pensar diferente, o te matan por protestar, o te mueres porque enfermas ya que en Venezuela no encuentras ni un paracetamol en las farmacias", afirma Gustavo Nagykohi, de padre húngaro y madre venezolana, que vive en Galicia con su mujer y dos hijos.

Gustavo Nagykohi - Venezolano residente en A Coruña

"El sufrimiento psicológico es devastador. No quieres estar en España, te sientes extraño"

Nagykohi sabe por lo que están pasando sus compatriotas que llegan ahora, él lleva ya una década en A Coruña y asegura que los tres primeros años aquí fueron los más duros. "El sufrimiento psicológico es devastador. No quieres estar aquí, te sientes un extraño, pero no puedes volver y sabes que aquí estás bien aunque no dejas de querer a tu país", explica. "Si el régimen acabara hoy, más de la mitad de los venezolanos que están fuera volverían mañana. No es que no queramos a España, nos ha dado una nueva vida y algo por lo que luchar, pero nadie quiere irse de su país y dejar allá a parte de su familia y amigos", asevera.

La voluntad popular

Andrés Varenkow llegó a Vigo en 2002 con su familia, sus suegros eran de aquí. "Decidimos empezar una nueva vida en Vigo, lo conocíamos por haber venido de vacaciones. Mi familia es caraqueña a pesar del apellido. Venezuela es así, está hecha de inmigrantes", dice.

Andrés Varenkow - Venezolano que reside en Vigo

"Estamos refundando la vida en Galicia porque el ritmo sigue y no se puede parar"

"Cuando nació mi tercera hija con doce años de diferencia supe que iba a tener que posponer mi retiro doce años, eso fue antes de saber lo que iba a pasar€ Ahora, con sesenta y seis años, tengo que seguir trabajando y produciendo. Estamos refundando la vida porque el ritmo sigue y no se puede parar", reconoce Varenkow, quien tampoco cobra su pensión desde el 2015.

La Asociación de pensionados y jubilados de Venezuela en Galicia, que preside Varenkow, tiene menos de un año de vida y cuenta con cuatrocientos socios. Organizándose han logrado que el Instituto Nacional de la Seguridad Social español, a través de juicios particulares, reconozca que estos jubilados no están cobrando la pensión que supuestamente les pagan desde su país y les está concediendo las ayudas a las que tienen derecho por su delicada situación. "No es que Venezuela no tenga dólares para pagar las pensiones de los que estamos fuera, es una cuestión de prioridades", sostiene.

Todos los venezolanos (dentro y fuera del país) están llamados hoy a una consulta popular sobre los cambios que Maduro quiere implementar en la Constitución. "Es la única forma de que se manifieste la voluntad popular de la calle y de que toda la comunidad internacional sepa que los venezolanos estamos en contra de lo que está sucediendo en nuestro país", asegura Varenkow.

Antonio Fernández: "Era nuestra tierra prometida"

  • "Me secuestraron para robarme el coche. Fue uno de esos secuestros exprés. Me tuvieron tres horas retenido y al final me soltaron y me dejaron allí sin el coche. Quizá eso fue lo que provocó que nos acabásemos marchando de Caracas porque mis hijos llevaban tiempo diciéndome que no era seguro". José Antonio Fernández describe así los motivos por los que dejó Venezuela tras cincuenta y seis años viviendo allí. "Fui a comprar pan y me asaltaron". Hizo caso a sus hijos y voló a Vigo con su mujer, dice que en aquel momento confiaron en que el Gobierno venezolano era responsable y nunca pensó que tendría problemas. Tenía a una hija en Vigo, por eso no regresó a su ciudad natal, Ponferrada. "Trabajé toda mi vida para el Estado como profesor. Es la profesión más especial porque enseñar al que no sabe es una de las mejores cosas que puede hacer alguien por un país, sin desmejorar al resto de profesiones", explica. "Venezuela me dio todas las posibilidades que mis padres no hubieran podido darme en aquella época [años cincuenta]. Estudié en la universidad, fui becado para ir a formarme al Reino Unido porque soy profesor de inglés€ Era una maravilla, la tierra prometida para los españoles. Pero después de tanta bondad para con los inmigrantes, nos encontramos con que el Estado nos está castigando por habernos vuelto con la excusa de que no tiene divisas. Aunque sí las tiene para comprar armas, bombas lacrimógenas o fusiles a Rusia", cuenta Fernández. Él se marchó con diecinueve años para prosperar y ha vuelto a España para pasar los últimos años de su vida "arañando de aquí y de allá para sobrevivir". Una situación que dista mucho de lo que había imaginado para él y su familia. "Estamos llegando a una situación muy difícil, nosotros no pedimos ser ricos ni vivir mejor de lo que se está viviendo ahora en Venezuela, pero creo que lo mínimo es que nos den una pensión básica para poder pagar un apartamento de una habitación y sobrevivir", denuncia. Con todo, Fernández vive su extrema situación con resignación. Él fue de los que pudo vender sus propiedades allí antes de venirse, y lo hizo antes de que el bolívar se desplomase a los niveles actuales. "No fue mucho, nos pudimos venir con unos ahorros que ahora, después de dos años en Vigo, ya se han esfumado", lamenta. "Tenemos allí a familiares que han perdido hasta diez kilos de peso porque no consiguen comida y las colas en los supermercados para conseguir comprar víveres son interminables. Las medicinas ya no se consiguen porque no se surte a las farmacias y el calvario que están pasando es tremendo. Con mucho esfuerzo mis hijos mandan medicinas para sus abuelos que siguen allá", explica Fernández buscándole el lado positivo: sus hijos y nietos están a salvo aquí.

Compartir el artículo

stats