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Paco Porrúa, el editor que no quiso ser un personaje

Al frente de Sudamericana, este gallego publicó la primera edición de "Cien años de soledad". Antes, también lo había hecho con "Rayuela" de Julio Cortázar

La vida le alcanzó para que se le volviese a recordar en los fastos conmemorativos del 50 aniversario de "Rayuela" de Julio Cortázar, pero no así para ser testigo de cómo nuevamente se habla, y se escribe, de él con motivo del medio siglo de la primera edición de "Cien años de soledad" que se cumple precisamente mañana lunes. Falleció el 18 de diciembre de 2014 en Barcelona con la misma discreción que caracterizó toda su existencia: "solo los muy enterados se enteraron" , hubiese dicho Gabriel García Márquez, o cualquiera de sus personajes, de su entierro, aunque lo cierto sea que a Gabo tampoco le alcanzó la vida para festejar los 50 años de edad de su obra maestra.

Había nacido Francisco Porrúa Abelenda una incierta fecha de 1922 en Corcubión (A Coruña), pero no había cumplido los dos años cuando se encontró viviendo en Comodoro Ribadavia, en plena Patagonia argentina, un marco ambiental al que él, un gran amante del cine de indios y vaqueros, le gustaba recordar como su "Far West" particular. Fue su padre, marino mercante, quien eligió aquel lugar cuando, cansado de navegar por los mares del mundo, solicitó un destino en tierra y en respuesta a su demanda la empresa le ofreció Comodoro casi como única opción.

Allí, en la Patagonia, vivió una infancia solo interrumpida por los dos años de su primer regreso a España, tras la proclamación de la Segunda República, pero no para celebrar el acontecimiento, sino para que su madre, enferma, dispusiese de unos cuidados médicos de los que carecía en la Patagonia. Fue un período que Porrúa recordó con bastante más indiferencia que gloria pues el futuro editor nunca hablaría de Galicia como "patria de la infancia" , y si en su vida reconoció sentir morriña, y en esto hay que reconocer su sinceridad, no fue precisamente de los verdes paisajes gallegos sino del patagónico trazado andino y la combinación de mar y desierto que sus ojos fascinados nunca se cansaron de contemplar. "España me pareció muy amena -recordaba en 2004 en una entrevista concedida a Mariángeles Fernández-. Quizá la ausencia de mi padre (que se quedó a esperarlos en Argentina) ayudaba a que yo me sintiera un poco más libre, pero volví a Comodoro y sentía que esta era mi tierra".

A los 18 años de edad, se trasladó a Buenos Aires para estudiar Filosofía y Letras, pero muy pronto demostró que su verdadera vocació era la editor. Una vocación a la que llegó por su maestría en la traducción del inglés y el francés al castellano.

En 1954 fundó, junto a sus hermanos, Minotauro, una editorial acorde con sus gustos literarios más personales:la literatura fantástica, principalmente aquella con las referencias básicas de Jules Verne y H.G. Wells, los autores preferidos de su mocedad. En ella editó y, en numerosas ocasiones, tradujo al español obras como "Crónicas marcianas" de Ray Bradbury. Cuando traducía, y para no dar la impresión de que la editorial disponía de unos recursos humanos más que limitados, firmaba con seudónimos como Luis Doménech, Ricardo Gossey o F. Abelenda (este último en honra al apellido de su madre).

Su labor en Minotauro no tardó en llamar la atención de Jorge López Llovet, hijo del propietario de Editorial Sudamericana, Antonio López Llausás, en la que empezó trabajar como asesor, y en la que muy pronto se convertiría en el hombre de confianza del patriarca, quien a partir del momento en que Porrúa aterrizó en su empresa, confesaba que "nunca publico nada sin la aprobación de mi lector deconocido". Ese "lector desconocido" era un Porrúa que, sin preverlo, había llegado al nido del que posteriormente sería conocido como el "boom" de la literatura latinoamericana, un fenómeno literario (y social) del que Porrúa, sino artífice, fue una de las figuras fundamentales, paradójicamente sin tratarse de un autor y realizando su trabajo desde un cuasi anonimato, una condición de la que quiso hacer virtud: "El editor debe ser anónimo, el editor no es más que su catálogo, solo eso cuenta. Si el catálogo es bueno, tú eres buen editor; si no, lo eres malo". En Sudamericana, el gallego debutó dando el empujón fundamental para la publicación de uno de los primeros libros de Julio Cortázar, "Las armas secretas", convenciendo a su jefe de que había que "obviar" el fracaso de ventas obtenido con el anterior volumen del escritor argentino, titulado "Bestiario".

Y en esto aparece Gabo

Francisco Porrúa tuvo la primera noticia de que existía un escritor llamado Gabriel García Márquez cuando, en 1966, llegó a sus manos el manuscrito de "Los nuestros", un libro del escritor chileno Luis Harss, que era una suerte de reportaje y poética varia de la novela iberoamericana que se estaba gestando en esos años. Todos eran novelistas menos uno, Borges, que no tiene nada que ver con el boom. Los otros nombres son Miguel Ángel Asturias, Alejo Carpentier, Guimarães Rosa, Julio Cortázar, Juan Carlos Onetti, Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Mario Vargas Llosa. También había un capítulo dedicado a "un nombre desconocido entre toda esa fila de héroes". Se llamaba Gabriel García Márquez y a Porrúa le llamó tanto la atención lo que Harss había escrito sobre él que inmediatamente quiso leer algo suyo. A esa altura, Márquez ya había publicado tres novelas y un libro de cuentos .

En una entrevista publicada por BBC Mundo en abril de 2014, Francisco Porrúa contaba que "Leí los tres libros, La hojarasca, Los funerales de la mamá grande y El coronel no tiene quien le escriba, y me pareció un escritor extraordinario. Descubrí ahí que realmente valía la pena editarlo en Argentina, donde era un desconocido. Así que le escribí una carta proponiéndole la reedición de esas obras en Buenos Aires. Él me contestó que las había publicado Ediciones Era y que no podía cedérmelos en ese momento pero que, en cambio, estaba terminando una novela que podía interesarme.Por supuesto yo le contesté enseguida que sí me interesaba que me mandara el libro. Me lo envió y leí las primeras páginas de "Cien años de soledad" comprobando que todo lo que yo había pensado sobre García Márquez era cierto".

"Mi idea en ese momento -continuaba Porrúa- fue que se trataba de un maravilloso ejemplo de lo que antes se llamaba la crónica. No pensé en lo mágico. El término "realismo mágico" me sigue pareciendo un poco contradictorio. Pensé que era más bien lo que en la literatura se llama metáfora; no simplemente una metáfora de una línea, sino que hay escenas enteras en el libro que son metafóricas. Es una prosa poética muy viva y fuerte".

Interesado por el autor desconocido, y enterado de que el colombiano andaba "embarcado" en una nueva obra, Paco Porrúa le envió 500 dólares en concepto de adelanto por su futura novela. Según cuenta Xavi Ayén, "como acumulaba deudas hasta con su casero, García Márue no solo aceptó de inmediato, sino que procedió a enviarle desde México el manuscrito..." En este punto, hay una discrepacia entre cómo lo contó el autor y como lo hizo el editor, pues mientras Gabo siempre afirmó que "como no tenía dinero, le envié el manuscrito en dos partes", Porrúa insistió hasta el fin de su días en que "yo recibí todo el libro junto, no recuerdo otra cosa" . Pero de que le llegó y lo leyó (fuese en una parte o en dos) no cabe duda, ni de que le gustó tanto que, en la siguiente comunicación con Gabo, Porrúa le informaba, entusiasmado, que la tirada inicial iba a ser de 8.000 ejemplares, ante lo que el colombiano, asustado, respondió: "Paco ¿por qué no empezar suavemente". Ambos pecaron de humildes. Transcurrido un año, ya se habían vendido 67.000 ejemplares de "Cien años de soledad".

Fue el inicio también de una gran amistad entre ambos: "Siento -contaba Porrúa- que es un amigo muy auténtico. Tenemos una comunidad de intereses, porque nos gustan los mismos libros, la misma música, y yo admiro mucho su energía verbal. Este hombre crea continuamente palabras y pensamientos, incluso en su vida cotidiana".

Francisco Porrúa regresó definitivamente a España en 1977 para trabajar en Edhasa. Desde Barcelona, continuó editando obras para ser distribuidas simultáneamente a este y el otro lado del Atlántico, entre ellas la primera traducción al español de "El Señor de los Anillos", de la que se vendieron 40.000 ejemplares en 15 días y 8 millones desde su publicación.

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