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Manuel Santos | Fundador de la empresa viguesa de moda "Olga Santoni"

"Antes de ser empresario conocí el duro trabajo de la siega en Castilla"

A la derecha, en su Primera Comunión en 1956.

Hace 37 ños que fundó con su mujer su primera empresa textil, que cambiaría de nombre a "Olga Santoni" pero no por evadir acreedores o algo similar. Puede alardear Manuel Santos de algo tan insólito como no haber devuelto una sola letra en toda su vida empresarial. Pertenece a esa saga de ourensanos salidos de una familia numerosa y la nada económica que vende ahora en más de una decena de países, que supo hacerse a sí mismo -tras conocer hasta la dura siega castellana en los veranos- para montar una empresa que, con sus más y sus menos a causa de la crisis, siempre fue hacia arriba llegando a internacionalizarse a base de trabajo y trabajo. Por el camino tuvo que irse de adolescente a Barcelona a aprender, a la "mili" para adquirir un conocimiento de formación profesional decisivo, y hubo de pasar con su mujer momentos familiares de pérdida amargos, ante los que quizás su fe en Dios fue una balsa a la que asirse. Hoy, recién jubilados él y su mujer, con cuatro hijos académicamente cualificados, dos de ellos se han quedado al frente de la empresa.

Celanova, mi cuna. "Nací en el año 1948, hijo de Manuel y de Joaquina en San Salvador de Rabal, Celanova (Ourense). El más joven de nueve hermanos. Con cinco años ya hacía algunas labores en el campo, como guardar el ganado y vigilar el campo de cebada para que no se lo comieran los gorriones; eso sí, acompañado siempre de mi querida gemela Lucita. A los siete años comencé el colegio en Sampayo, una aldea de la parroquia de Rabal que estaba a 1 kilómetro y medio de nuestra casa, por un camino de carros, haciendo todos los días un total de 6 kilómetros y a pie. A los 10 años ya ayudaba a mi padre a cargar el estiércol, a arar la tierra con un arado romano y a cortar los "toxos", algo fundamental para la agricultura gallega. A los 12 años se ve frustrada mi entrada en el Seminario, por una torpeza tal como ir a hacer la matrícula en julio, cuando había que haber ido a hacerla abril; falta de experiencia en esto temas, y también falta de interés por parte de aquellas personas que me habían recomendado para el Seminario, pues teníamos una beca pagada para estudiar cualquiera de los hermanos por un sacerdote que era muy querido de la familia".

A la dura siega de Castilla. "Al año siguiente me vinieron a buscar para ir a segar a Castilla, con punto de encuentro en Arévalo, para ir a segar a Cabezas del Pozo. Ese día en que me estrené, a las 12.00 de la mañana comimos y a las 15.00 de la tarde ya estábamos segando algarrobas; la mayor parte de la tarde me la pasé vomitando el cocido de garbanzos que nos habían dado, que sumados al viaje no aguantó mi estómago, pero mi trabajo lo hice igual . Al día siguiente estaba todo rozado, y para curar las rozaduras utilicé polvo de tierra. En los días siguientes los brazos se llenaron de picaduras y las correas de las albarcas (calzado que se utilizaba para las siegas) eran tan duras que se me clavaban en los pies, sangrando como si fuéramos esclavos. Pasados los primeros diez días, todo fue mejor aunque dormíamos encima de paja y con una manta. Trabajámos desde las seis de la mañana a las diez de la noche, sin lavarnos y sin descanso alguno durante el día. Los 35 días que duró el contrato fueron muy largos y muy duros, no nos lavábamos porque la piel así estaba más dura para evitar todas las agresiones de sol y bichos. Los dos años siguientes fueron más llevaderos, era un poco mayor -14 y 15 años- y tenía experiencia, pero aun así recuerdo que fue inhumano".

El salto a Barcelona. "Con 16 años me fui con mis hermanos a Barcelona y allí empecé a trabajar con uno de ellos, Antonio, en una fábrica de punto de montador; a los seis meses ya estaba de ayudante y al cabo de un año ya era tejedor de máquinas Cotton. Trabajaba 12 horas diarias en el turno de noche, y aprendí muchas cosas del ramo textil, pues era una empresa muy grande y se hacían casi todos los procesos de ese ramo. Allí adquirí los conocimientos básicos para ser técnico textil y también formalicé mi noviazgo con mi querida Olguita, que también se había venido a trabajar a Barcelona. Era una gran modista y también trabajaba en el ramo textil. Estuve seis años en Barcelona pero en realidad no me gustaba esa ciudad, echaba mucho de menos a nuestra Galicia, aunque tengo que admitir que allí aprendí a trabajar y que conocí a muchos compañeros que más adelante volvería a encontrar en Galicia con los que desarrollaría relaciones comerciales".

Gracias a la "mili", que me ha dado tanto. "En 1969 retorné para hacer el servicio militar, 3 meses en Cáceres y 12 en Madrid, donde conocí a mi gran amigo José Centella Molina y a su novia Merchi. Íbamos los tres juntos al cine y desde entonces nos vemos todos los años; es mi otra familia madrileña. En la "mili" aprendí la otra parte de mi formación académica, y es que no se puede olvidar que abandoné el colegio con 13 años. En el Ejército me matriculé para hacer un ciclo de Formación Profesional y tuve mucha suerte pues me encontré con un comandante que era de Celanova que, cuando vio el interés que tenía en estudiar, me hizo un seguimiento muy intenso y me ponía muchos deberes. Más suerte tuve aun al conocer a dos compañeros encantadores que me ayudaban a resolver los deberes que traía, José y Juan, los cuales habían terminado la carrera: uno, profesor industrial, y el otro periodista. Ellos me ayudaron mucho a resolver todos los deberes que traía de clase, además de compañeros eran dos grandes señores. Aprendí geometría, matemáticas, aritmética, gramática, relaciones comerciales, historia y geografía. Éramos 40 alumnos y nos graduamos 30 y yo fui el número uno de la promoción con matrícula de honor, incluso me dieron una placa de bronce que aún conservo. La verdad es que tuve que renunciar a dos meses de permiso y a 15 días al final, pues había una gran fiesta de despedida y yo como era el condecorado no pude licenciarme con mis compañeros; duele mucho, pero fue muy bien compensado por todo lo que me enseñaron".

La vuelta a Galicia. "Con 21 años comienza mi vida laboral, totalmente diferente en una empresa familiar en Galicia. Olga, entonces mi novia, seguía en Barcelona y decidimos casarnos en el año 72. Un día mi padre, mi madre y yo nos desplazamos a casa de los padres de Olga, y junto con su hemana celebramos la petición de mano, y cumpliendo con las fechas decidimos llevar acabo nuestra boda en la parroquia de la Manchica, ayuntamiento de La Merca, Ourense. Fue una gran fiesta, pues somos una gran familia. Nos fuimos de luna de miel a visitar muchos lugares de nuestra tierra tan hermosa pero que no conocíamos y, por último, fuimos a ver a mi amigo de la "mili" José Centella. Volvimos a la dura realidad cotidiana, a Santa Eugenia de Ribeira, donde yo estaba trabajando, y Olga comenzó a trabajar conmigo. Pasado un tiempo, los antiguos compañeros de Barcelona me ofrecieron un puesto de trabajo en una empresa de Vigo. Era una gran empresa, Mares S.A. ,donde completé otro tipo de formación, la de un empresario líder en el ramo textil y con un gran experto empresarial, Manuel Ares Suárez.

La más amarga experencia. "Cuando nos instalamos en Vigo comienza una etapa muy dura, pasamos lo más amargo y doloroso que puede vivir un matrimonio. Mi esposa estaba embarazada de ocho meses y se adelantó el parto. Nuestra querida hija Gabriela, aún pareciendo que estaba en las mejores manos, tuvo dificultades de respiración según nos informaron y a los tres días falleció. Pasaron muchos años, pero cuando supe mucho después todo ese vergonzoso tinglado de los bebé robados, empecé a tener mis dudas sobre si no seríamos víctimas de engaño, tal como sucedieron las cosas. A los dos años tuvimos a nuestro hijo Manoliño, un hermosísimo niño que nos llenó de gran alegría, y aunque no habíamos conseguido cerrar el capítulo de Gabriela nos ayudó a llevarlo mucho mejor. Luego nació Eligio. Toda nuestra vida estaba bien, muy bien. De repente, se puede decir que llega el peor día de nuestra vida: nuestro hijo Manuel sufre un accidente fatal en la cocina, se quema con agua caliente y a pesar del gran esfuerzo no pudimos salvar su vida. ¡Qué gran dolor! Dolor que no hemos sido capaces de superar. Muy a menudo recuerdo lo poco que apreciamos lo que tenemos y lo que en realidad es importante en un matrimonio. El Señor -yo soy creyente- nos dio fuerza para continuar, pero desde entonces mi querida esposa que cantaba como su querido padre, dejó de cantar y nuestra vida es diferente, muy diferente. Tuvimos a nuestra hija Olga, luego a David y, en ese tiempo nace una inquietud de independencia, quería montar una empresa por mi cuenta: primero una floristería, pues sólo había tres en Vigo, pero mi esposa me dio un sabio consejo. Me preguntó: ¿ tú que sabes hacer ¿Trabajo textil ¿no? Yo también, pues pongamos una fábrica textil".

Nuestra empresa textil. "Ahí empieza nuestra idea de una empresa textil. Se subasta una empresa el 23 F , día muy conocido por todos y debido a las circunstancias de aquel día señalado fue fácil conseguir dicha subasta. Estaba dedicada a la moda infantil y nosotros le pusimos el nombre de DELIOL (David, Eligio y Olga, nuestros tres hijos) Pasado poco tiempo cambiamos de moda infantil a señora, un gran acierto, pues era algo que yo dominaba bien y con los viajes a Milán emprendimos un ciclo muy bueno. Entonces nace Rebeca, nuestra pequeña, y nos dimos cuenta de que el nombre de nuestra marca ya no representaba a todos los hijos y comercialmente no sonaba muy bien. Decidimos cambiarlo por el nombre de mi esposa y con mi apellido con un derivado italiano: "Olga Santoni". Sonaba muy bien y hasta el día de hoy sigue funcionando. Creamos una empresa, creamos una familia, dimos estudios a nuestros hijos y, al mismo tiempo que íbamos creciendo fuimos comprando el local que teníamos alquilado, luego el que estaba al lado, máquinas, etc., así hasta conseguir todo lo que tenemos hoy. Y como técnico que yo era, quería tener lo último y lo más avanzado para nuestra empresa. Más adelante Eligio termina sus estudios y decide libremente que le gustaría incorporarse a la fábrica, desde abajo, pasando por todos los puestos de fabricación y luego completando su formación en Barcelona para entender la nueva era de la maquinaria moderna; luego en el departamento comercial que lo domina bien, incluyendo el extranjero".

La sucesión. "Olga termina su formación académica, pero antes de terminar ya le gustaba el diseño. Yo les había enviado a una academia de diseño a ella y a Eligio. Ahí empezó a hacer sus propios vestidos para ella y para amigas, algunas de las cuales trabajaban en la televisión de Galicia, y empieza a encargarse de su vestuario. Entonces surge la idea de que se incorpore a diseño, con profesores en la fábrica y también en Barcelona. Luego empezó a viajar conmigo a muchas partes del mundo y así nuestra colección sigue funcionando en el mercado español y está también en el extranjero, algo difícil en estos tiempos. Cuando empezamos quizás había unas cien empresas del sector textil en Galicia; a día de hoy se cuentan con los dedos de una mano. Esto nos llena de preocupación y de júbilo por cosas que son muy diferentes. Creemos que tenemos el mejor equipo en la parte de diseño, en la parte comercial y en la parte de fabricación con gran calidad. Con nuestra edad y la formación de nuestros hijos, llegamos al punto de nuestra justa jubilación. La jubilación y su sucesión la llevamos preparando más de 15 años, tuve que dar muchas vueltas y necesité la colaboración de mucha gente. En este momento creo que todo está en su sitio y estoy seguro de que "Olga Santoni", con nuestra jubilación y nuestros dos hijos al frente, queda muy reforzada y espero que siga funcionando así por muchos años. Que Dios los bendiga a todos".

El trabajo inhumano

  • El de la siega en Castlla fue el dinero más amargo que jamás he ganado, pero para aquella época era un orgullo para los chavales, y yo pasaba de chaval a adolescente y estaba bien visto por todos, y también por las niñas, pues con 14 años conocí a la que hoy es mi esposa. Venía de catequesis, era muy guapita y me resultó fácil convencerla por mi apariencia y porque me juntaba con los mozos que eran mucho más mayores que yo. Cuando me la presentaron, hablando con ella le dije que tenía 18 años en vez de 15 pues de lo contrario le parecería muy joven y no me haría caso. Al año siguiente volví a la siega y le prometí que le traería un queso de Medina del Campo, que no traje pues no quería cambiar los cinco billetes de 1.000 pesetas que había ganado y quería entregárselos así a mi querida madre".

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