Leía no hace muchos días, y con gran asombro, cómo Andorra se había convertido en el tercer país del mundo con mayor presencia de vehículos eléctricos. Las subvenciones públicas, y los incentivos fiscales para aumentar la movilidad eléctrica son la punta de lanza de un ambicioso plan del Principado para ampliar su soberanía energética y promocionar las renovables. Las cifras de 2016 son significativas, pues el 5% de los coches matriculados en Andorra fueron eléctricos. Lejos del 23% de Noruega y del 10% de Holanda, pero muy superior al 0,2% de los matriculados en España.
La respuesta del gobierno de Principado fue apostar decididamente por las alternativas, y concedía unas ayudas de hasta un 34% del precio del vehículo y ayudaba con una subvención del 50% del punto de recarga. Y todo esto sin contar con los beneficios de poder utilizar el carril bus.
En nuestro país, las ayudas contempladas en el Plan Movea van a durar lo que un caramelo en la puerta del colegio, pues prácticamente están agotadas por los vehículos vendidos en donde los concesionarios han adelantado el importe. Otro aspecto es el de los puntos de recarga. Es verdad que cada vez se empiezan a ver más en los centros comerciales y en las grandes ciudades a pie de calle, los que funcionan.
Es la pescadilla que se muerde la cola. No se venden coches eléctricos porque no hay puntos de carga; y no hay puntos de carga porque no hay vehículos en la calle. Las marcas están dando el primer paso para ayudar en la tan famosa "sostenibilidad". Día a día, los vehículos eléctricos aumentan su autonomía, aspecto que algunos presentaban como pega para su adquisición. El coche eléctrico tiene muchos puntos a su favor. Evidentemente su nula emisión de gases contaminantes es fundamental, pero también hay otro aspecto a tener en cuenta, y no es otro que su nula contaminación acústica.
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