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Juan Pablo Fusi : "Hay que pensarlo muy en serio antes de pasar a una España federal"

"Si algo definió a España durante la Transición fue la enorme homogeneidad de las clases medias y la extensión de principios y valores comunes"

Juan Pablo Fusi, en su domicilio de Madrid. // Modem Press

Juan Pablo Fusi (San Sebastián, 1945) es uno de los intelectuales españoles que más y mejor han estudiado la historia de España contemporánea, con especial atención al País Vasco y los nacionalismos. Discípulo de Raymond Carr, es catedrático de Historia de la Universidad Complutense.

-¿El proceso independentista catalán es tragedia o vodevil?

-Pues no lo sé, pero sí es sumamente preocupante que España pueda vivir una crisis del estado muy grave con lo que ha costado llegar hasta aquí. Tengo un sentido histórico de las cosas y parecía que a partir de la muerte de Franco habíamos dado con una buena fórmula territorial con el estado de las autonomías que las dotaba de autogobierno, especialmente las históricas. No se podía esperar que resurgiera por convicciones ideológicas de los nacionalismos ese cuestionamiento permanente del estado, esa incomodidad para algunos de vivir en un estado homogéneo.

-¿Se arreglaría con más dinero?

-Hemos vivido la explosión de Yugoslavia, la descomposición de la URSS con nuevos estados, los conflictos de Quebec, Escocia, Irlanda... Pensar que detrás de todo ello hay solo problemas económicos y que se pueden resolver los problemas identitarios con medidas económicas es ilusorio y no querer ver que es una reacción emocional e ideológica en la que cuentan mucho los sentimientos de identidad, y eso ya existía en las raíces históricas de los sentimientos de identidad nacionalista desde el imperio otomano hasta el ruso.

-¿Cómo lo está haciendo Javier Fernández al frente de la gestora del PSOE?

-Muy bien. Ha tranquilizado la situación efervescente que había para devolver al PSOE sus señas de opción de gobierno prudente socialdemócrata, con énfasis en lo social y sin personalismos acusados, siempre complicados, como los que puedan representar Pedro Sánchez recientemente o antes Rodríguez Zapatero. Es decir, un partido nacional con responsabilidad constitucional ajeno a aventurerismos ligados a nacionalismos periféricos.

-Ya que lo cita, ¿Pedro Sánchez o Susana Díaz?

-No tengo información interna como antes pude tener por mi proximidad al mundo socialista. La gente de mi generación ya está amortizada, sin responsabilidades. Pero, en principio, parecería que lo que defiende Sánchez llevaría al partido a una opción radical de colaboración con otros grupos de izquierda y nacionalismos a los que habría que realizar concesiones para desvirtuar la estructura territorial del estado, con el consiguiente desdibujamiento de lo que mucha gente ha entendido que es el PSOE. Y Susana Díaz está más en la posición histórica del papel que el partido ha mantenido hasta ahora.

-¿Rajoy es el más listo de la clase aunque no lo parezca a veces?

-Puede ser exasperante su sentido del cálculo de los tiempos, como dicen ustedes, de pronto se deja llevar por silencios y ausencias, con un exceso de habilidad entre comillas y de politiqueo, pero sin duda es hábil en el mejor sentido de la expresión. El sentido del cálculo de la política no es la única condición que debe tener un líder político (habría que sumar el sentido del estado, liderazgo, fuerza, determinación, dominio del mundo internacional, sensibilidad social€.) pero habilidad claro que la tiene, también como parlamentario, y sus éxitos electorales y gubernamentales revelan siempre cierta inteligencia en la práctica de algo tan complicado como es la política.

-Hay ciudadanos que piensan que Jordi Pujol recibe un trato de favor por los favores prestados.

-La justicia, ciertamente lentísima y muy garantista, puede resultar irritante para quien está esperando resoluciones rápidas, pero quiero creer que no haya tratos de favor o manipulaciones en este caso ni en ningún otro. Son temas muy delicados, y en el procesamiento de una persona que estuvo en tareas de gobierno desde los años 80 la justicia debe extremar al máximo el cuidado en la percepción pública del proceso judicial.

-¿Le compraría un coche usado a Mas y Junqueras?

-No, francamente (risas). La aparición del desafío independentista en mi caso me produce mucha decepción. La transición fue un gran momento histórico, en su conjunto, con todos los problemas que hubo, y que estemos lejos ahora de tener una estabilidad permanente del entramado institucional, jurídico y constitucional me lleva también a desafecciones personales. No tengo el interés intelectual que siempre tuve por Cataluña, por la obra de historiadores catalanes, por la ciudad de Barcelona u otros enclaves de gran belleza... Mi afecto hacia lo catalán está congelado. Así que no, no les compraría un coche usado. Ni nuevo.

-¿Un historiador encuentra algo útil en las redes sociales o todo es ruido y furia?

-Si es un hecho social nuevo, el historiador tiene que estar atento aunque trabaje otras épocas, porque vive en la propia circunstancia actual y analiza el pasado condicionado por la sociedad en la que trabaja. Son hechos muy incipientes aunque hayan irrumpido con intensidad tremenda. El historiador de la política contemporánea no puede permanecer ajeno a la influencia de las redes sociales frente a las estructuras tradicionales de los partidos, a la aparición de liderazgos que apelan a esas redes y viven de ellas y no de los programas e ideologías. Hay una relación directa con una masa social anónima y eso es un hecho que altera la política en muchos aspectos que hemos vivido hasta ahora. La democracia representativa puede adquirir dimensiones distintas. Así que claro que las redes sociales interesan a los historiadores, sin olvidar que haya en ellas aspectos de banalización y simplificaciones evidentes.

-Constitución. Reforma sí o no.

-Primero hay que saber qué se quiere decir. Hay cosas puntuales que admiten rectificaciones porque han caducado. Por ejemplo, la Constitución dice que las provincias pueden constituirse en comunidades autónomas, y eso ya está hecho, no hace falta que figure. O reconocer el derecho de los europeos a votar en las elecciones locales. O modificar lo relativo al derecho de sucesión. Pero si nos referimos a pasar de ser una España autonómica a otra federal o confederal antes hay que pensarlo muy en serio. Así que la pregunta hay que hacerla a los que defienden el cambio constitucional. Hay que ser extraordinariamente prudente con el modelo territorial del estado, no porque me asuste el nacionalismo, sino porque es un tema complejísimo que acarrea problemas de financiación, de competencias, de solapamiento de burocracias. ¿Se pretende un estado sin territorio? El argumento cansino y limitado de que toca cambiar la Constitución porque han pasado treinta años no sirve porque eso en historia no es nada. Es literalmente ayer.

-¿Las dos Españas siguen existiendo?

-Cuando hablábamos de las dos Españas hay que pensar en el país del siglo XIX y de la guerra civil, una España católica y ultranacionalista, conservadora, frente a otra supuestamente más progresista y moderna. Hoy esas dos configuraciones están matizadísimas, hay una pluralidad y diversidad propias de las sociedades modernas. Lo que ocurre es que en cuanto hay un conflicto o un enfrentamiento echamos mano de nuestro pesimismo crítico sobre nuestro pasado y la configuración de una determinada incompatibilidad en la sociedad. Pero manda el pluralismo, a veces tranquilo y otras no tanto porque hay temas que irritan mucho a determinados sectores. Frente a esa idea de la irritación, si algo definió a España durante la Transición fue la enorme homogeneidad de las clases medias y la extensión de principios y valores comunes. Hemos ido aprobando leyes de divorcio y del aborto sin movilizaciones significativas. No es comparable la sociedad actual con la que existía en el año 1900, cuando un ochenta por ciento era rural y había un enorme analfabetismo. Esta España es otra.

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