Pueblos y civilizaciones la han consumido a lo largo del tiempo, tanto por sus propiedades nutritivas como energéticas. La avena es rica en proteínas, vitaminas, hidratos de carbono y minerales, por lo que es uno de los cereales más completos que existen.
Se trata de una planta herbácea anual, perteneciente a la familia de las poaceae. Las especies más cultivadas son Avena sativa y Avena bizantina, por este orden. Además de su uso como planta forrajera también se utiliza en la alimentación humana, especialmente en el desayuno en forma de copos. El agua de avena es una de las bebidas más conocidas que se preparan con este cereal, además de la conocida leche de este producto.
Se sabe ya de su existencia desde la Edad de Bronce y fue uno de los primeros cultivos realizados por el ser humano. Su origen se remonta a Asia Central y en Europa fueron los romanos quienes llevaron a las islas británicas esta gramínea, convirtiéndose en un alimento básico en Inglaterra, Escocia e Irlanda. Los escoceses trituraban la avena cruda añadiéndole agua y la cocían formando una papilla, antecesor del porridge, el desayuno típico de Escocia, Gales y algunos países nórdicos, equivalente a las gachas españolas. Hoy en día se usa en numerosas recetas porque es un alimento muy versátil, puede formar parte de dulces, tartas, galletas, barritas, muesli, pan y un largo etcétera. Asimismo, cuenta con propiedades protectoras e hidratantes que la han convertido en ingrediente muy utilizado para la elaboración de productos que cuidan la piel con delicadeza.
El valor nutricional del grano es superior al de otros cereales, al ser la avena más rica en aminoácidos esenciales como la metionina. Si se toma con legumbres se obtiene una proteina de alto valor biológico. Si bien sus propiedades la convierten en un buen alimento para la salud, está contraindicada para los que padecen alergia al gluten.
