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SÁLVESE QUIÉN PUEDA

Qué recuerdos nos asaltan Pedro J. que te separas

La nueva "partenaire" en foto de "El Español". // FDV

Ya deben estar afilando sus garras depredadoras esos seres despiadados de Sálvame Deluxe, capaces de vender hasta la última de sus dignidades por no perder la soldada. Aves de rapiña, no es para menos con una carnaza que les cae como regalo navideño con la separación del periodista Pedro J. Ramírez y Ágatha Ruiz de la Prada, de la que yo me enteré ayer por azar, cuando ya lo sabía toda España. Me sorprendió porque, dados los absorbentes trabajos que cada uno tiene, creí que podrían envejecer juntos. Conozco al Pedro inicial bastante si nos retrotraemos a esos tiempos universitarios que compartimos en la Universidad de Navarra, en donde gozamos y sufrimos en las mismas aulas e hicimos teatro en el mismo grupo, llegando incluso a compartir accidente monte abajo de la Canda cuando veníamos de Navarra a Vigo a actuar en unas jornadas teatrales de Caixanova allá por los 70, en las que durmió varios días en mi casa paterna. O sea, que incluso nos hemos deslizado juntos por las verdaderas pendientes del mal, que son las laderas escarpadas de un paso de montañas que deben trasponer los pereginos jacobeos a Santiago y cierra España.

A Ágatha Ruiz de la Prada la conocí después, cuando no tenía aún nada que ver con el ciclópeo periodista y me invitaron a dar una charla en la Facultad de Moda madrileña sobre el fenómeno Galicia Moda a principios de los 80. Llegué allí sin dormir ni en el avión tras una de esas fiestas de aquellos años que no tenían hora de salida y prácticamente enlacé party con conferencia sin más descanso que la acción de un cepillo de dientes que me quitara el sabor de la noche. Empezaba a ser conocida y me esperó en la puerta del aula para invitarme a comer, dada su curiosidad insaciable, seguro que por tener información personal de primera mano de lo que estaba ocurriendo inesperadamente con la moda en una región (a mí eso de las naciones y nacionalidades no me sirve de terapia alguna) de la que no salían más que aturuxos y latas de sardinas. A Pedro J., al que quiero desde esos años universitarios, lo vi en Vigo enamorarse fugazmente de una viguesa cuando éramos universitarios y siempre pensé que era un enamoradizo y un sufridor sentimental al que, por fortuna, su absorbente trabajo como director de periódicos quitaba todo el tiempo para dispersiones amorosas o perseguir objetivo que no fuera el periodismo salvo el paréntesis de Exuperancia filmado por sus enemigos, que a mí me hizo admirarle más; lo que se acrecentó cuando afrontó con la cabeza alta los efectos de aquel vídeo con él en pelotas que recorrió todos los cenáculos de España y dejó claro que era singular hasta en el modo de amar fuera del matrimonio. ¡Animo Pedro -pensé-, dáles caña!

A lo largo de la historia ha sido un fenómeno recurrente el de las incursiones sentimentales "raras" de los grandes artistas, de los grandes personajes como él a los que les tientan más y, por su singularidad, resisten menos las monotonías de la pareja. Yo conocí a Pedro cuando por la Universidad se movía entre las aulas de Filosofía una pequeña pero bien hecha mujer llamada Rocío que le trajo por la calle de la amargura pero en aquel tiempo ella bebía los vientos por otro compañero nuestro, el periodista Ignacio Amestoy, loco como él por el teatro. Al final, por su insistencia Pedro acabaría casándose con ella (mientras Amestoy creo cordar que cabeceaba por una nieta de Eugenio D'Ors), le hizo una hija a Rocio y duró poco lo de ellos, antesala del capítulo con Ágatha Ruiz que duró 30 años de vida en pecado (a Dios gracias) porque se casaron hace unos meses por cosas de la herencia a sus hijos.

Detrás del divorcio lo que viene es el derecho al roce, la recuperación del paisaje, pero Pedro, Pedro "Coñanzo" en nuestras aulas porque ya apuntaba maneras y hacía preguntas al profe sin importarle el timbre que avisaba del recreo, no tuvo momento "totus tuus" tras Ágatha sino que en línea de continuidad se enamoriscó de una mujer abogada de peso, capaz de poner de espaldas contra la pared a los facinerosos de Sálvame Deluxe si se meten con ella. O sea que yo conocí al Pedro que hacía periodismo y teatro en Navarra, al que luego se fue a "La Actualidad Española" de prácticas y más tarde a Estados Unidos como lector de español, al que después visité en "ABC" y me presentó a un Serrano Suñer casi centenario... a todo lo cual sucedió "Diario 16," "El Mundo" y ahora la vía digital con "El Español".Un periodista hercúleo con la úlcera ritual de la profesión. Y ahora le toca protagonizar un divorcio elegante y a ella desenamorarse con estilo.Si aún lo estaba.

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