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ESTELALa primera catedrática

La escritora gallega Emilia Pardo Bazán se convirtió hace un siglo en la primera mujer que accedía a una cátedra en la Universidad española

En esta foto -en la escalera, arriba a la izquierda-, junto a Sofía Casanova y la condesa de Romanones, en un homenaje de los obreros de la Prensa Española en abril de 1919. // Cedida Archivo "ABC"

¿Catedrática o catedrático? La prensa nacional debatía hace cien años con qué título había que designar a Emilia Pardo Bazán tras su nombramiento al frente de la cátedra de Literatura Contemporánea de Lenguas Neolatinas de la Universidad Central. La escritora gallega se había convertido en mayo de 1916 en la primera mujer catedrática de la Universidad española, una efemérides que recordó hace unas semanas el rey Felipe VI en la entrega de los premios "Princesa de Asturias".

La autora de "Los pazos de Ulloa", que entonces tenía 65 años, recibió el nombramiento con ilusión y con cierta sorpresa, hasta el punto de que en una carta a Unamuno lo calificaba de "milagro", pues "milagro es, dadas las varas de tela que penden de mi cintura". El "milagro" llegaba después de haber conseguido otros retos impensables hasta entonces en España, pues había sido también la primera socia de número del Ateneo de Madrid y la primera mujer que dio clases en la Escuela de estudios superiores del citado Ateneo, aunque nunca vio cumplido su deseo de ocupar un sillón en la Real Academia Española.

Emilia Pardo Bazán (A Coruña, 1851 - Madrid, 1921) había peleado durante décadas por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres, también en el mundo de la Universidad. En un Congreso Pedagógico celebrado en Madrid en octubre de 1892, la aristócrata gallega ya había reivindicado el acceso de la mujer a los estudios superiores. Para conseguir la igualdad entre ambos sexos, decía, era necesario facilitar a la mujer el acceso a la instrucción y acabar con "el prejuicio secular de que la educación constituye para el varón honra y gloria, para la hembra [€] deshonor y casi monstruosidad".

Durante aquel congreso, la escritora gallega defendía que la mujer "está investida del mismo derecho a la educación que el hombre", y animaba a otras mujeres a luchar por sus derechos, porque "más que nuestros discursos y nuestros estudios, nos ha de sacar a flote el ejercicio de nuestra propia voluntad y la rectitud de nuestra línea de conducta". Y es que, como señala Eva Acosta en su libro "La luz en la batalla", por entonces en España la mujer podía realizar estudios universitarios, previo permiso expreso de los profesores, pero era imposible ejercer una profesión como titulada. De ahí que Pardo Bazán reclamase poder acceder libremente a la Universidad y después al mundo laboral.

Desde muy joven, Emilia Pardo Bazán sintió la necesidad de formarse intelectualmente. En sus "Apuntes autobiográficos" recoge varios ejemplos que reflejan su afán de saber desde temprana edad. "Pedí encarecidamente que me enseñasen latín en vez del piano: deseaba leer una ´Eneida´, unas ´Geórgicas´, y unas ´Elegías´ de Ovidio que andaban por el armario de hierro: no me hicieron el gusto, que reconozco era bastante raro en una señorita".

Precursora del feminismo en España, la novelista, periodista y ensayista coruñesa conseguía hace ahora cien años una cátedra universitaria, algo que se había negado hasta entonces a una mujer. Hay una posible excepción, la de Lucía de Medrano, que al parecer sustituyó en 1508 a Antonio de Nebrija en la cátedra de Lenguas Clásicas de la Universidad de Salamanca, por lo que sería la primera mujer catedrática de la historia.

La cátedra concedida a Doña Emilia no estuvo exenta de polémica. El proceso contó con la oposición del Claustro de la Universidad madrileña, que ve el nombramiento como una imposición del ministro Julio Burell dada la falta de acreditación académica de la candidata. Algunos intelectuales, entre ellos Menéndez Pelayo, cuestionan también el valor de la nueva asignatura.

"No he intrigado"

En otra carta a Unamuno tras el nombramiento, la condesa de Pardo Bazán sale al paso de las acusaciones: "Primero, que no la he intrigado, ni poco ni mucho. Burell es amigo mío, pero como lo son otros varios políticos [€] que no concibieron ni la posibilidad de innovación semejante [€] Canalejas sí que iba a hacerlo, cuando le mataron. [€] Segundo. Que si hubiera intrigado, es decir, si hubiese hablado a estos y a aquellos, tal vez tuviera en el Claustro mayoría [€] Tercero. Que nada material persigo con la cátedra. Es una aspiración puramente ideal. Yo me entiendo y Dios me entiende".

En 1889 ,doña Emilia había intentado ser admitida en la Real Academia Española, pero, a pesar de contar con el apoyo de Pérez Galdós, su candidatura no prosperó. Años más tarde, en 1906, fue elegida presidenta de la Sección de Literatura del Ateneo de Madrid. En 1910 fue nombrada Consejera de Instrucción Pública y dos años más tarde ingresó como socio de número de la Sociedad Matritense de Amigos del País.

Acostumbrada a los ataques machistas de la época, la escritora gallega supo poner en práctica uno de los consejos que había dado años antes a otras mujeres: que la mujer no debe despreciar nunca, "pero ante los malos y los necios, ha de ser como estatua de mármol, que no sienta ni el lodo ni las piedras que le arrojen".

En su libro "La luz en la batalla", Eva Acosta recoge algunas entrevistas que en su momento le hicieron a Emilia Pardo Bazán. En una de ellas, tras poner como ejemplo lo que acontecía en los países escandinavos, incide en la necesidad de que las mujeres vayan a la Universidad: "Todas las mujeres que quieran estudiar, pueden asistir a las Universidades para seguir toda clase de carreras; pero lo que pasa es que no van [€] No, no; en España no depende del Gobierno el estancamiento del feminismo, depende de las costumbres, que son encogidas, ñoñas; y aquí, donde ninguna mujer encuentra mal bailar un tango, por ejemplo, encontraría muy mal ir a las aulas universitarias a estudiar Lógica y Ética".

El feminismo que promovió doña Emilia era distinto al que llevaban a cabo las sufragistas de su tiempo en otros países. Como señala la profesora de la UNED Ana María Freire, doña Emilia no se agrupó con otras mujeres para defender la causa de la mujer, sino que afrontó el reto de escribir en los mismos periódicos y hablar desde las mismas tribunas que los varones, ya fueran escritores como Benito Pérez Galdós, Juan Valera o Marcelino Menéndez Pelayo, ya políticos como Antonio Cánovas del Castillo o Emilio Castelar, con los que mantuvo una amistad más o menos estrecha.

Admite Ana María Freire que a Pardo Bazán le ayudó en el logro de sus objetivos la situación privilegiada de su familia, desahogada económicamente. "Sin embargo -apunta la profesora-, también en este aspecto doña Emilia se adelantó a su tiempo, pues, en cuanto pudo, quiso vivir exclusivamente de su trabajo". Y lo consiguió.

Felipe VI: "Demostró que merece la pena luchar por lo que se cree"

  • Durante la reciente entrega de los Premios "Princesa de Asturias", a la hora de valorar los méritos de la historiadora británica Mary Beard, galardonada con el premio de Ciencias Sociales, el rey Felipe VI tuvo palabras de recuerdo y elogio para Emilia Pardo Bazán."La profesora Beard -dijo el monarca en su discurso- ha bebido en las fuentes de los sabios de la antigüedad grecolatina y de la historiografía occidental para desentrañar la historia y también la intrahistoria de las civilizaciones griega y romana con rigor, con perspectiva, e incluso de forma amena. Ella nos hace recordar a una de las intelectuales más sólidas de España, a Emilia Pardo Bazán; que en 1916, hace exactamente 100 años, fue nombrada catedrática de Literatura Contemporánea, la primera, en la Universidad Central de Madrid. Era mujer y, por ello, no había podido ni siquiera matricularse en una universidad que entonces todavía respiraba, en muchos aspectos, irracionalidad. Pero, tal y como hace ahora Mary Beard con inteligencia y tenacidad, Emilia Pardo Bazán demostró a lo largo de su vida, con su obra y con sus acciones, que siempre merece la pena luchar por aquello en lo que se cree y, sobre todo, combatió sin tregua para dejar constancia de la profunda injusticia que subyace en la desigualdad entre hombres y mujeres".

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