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Benito Arruñada: "Mejor controlar más a los políticos que tirarse al monte de la democracia directa"

"¿Por qué no cambiamos el voto ante la corrupción? La respuesta simple es que, en realidad, la corrupción nos importa un comino"

Benito Arruñada.

Benito Arruñada es catedrático de Organización de Empresas en la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona. Es autor de un centenar de publicaciones científicas sobre temas que se mueven entre la economía y el derecho, de tres libros sobre su especialidad académica y de numerosos artículos de divulgación en los que expresa opiniones a veces a contracorriente de las ideas convencionales sobre asuntos económicos y políticos.

-Las incertidumbres económicas siguen siendo altas en todas las regiones del mundo e instituciones como el Fondo Monetario Internacional (FMI) están llamando a estimular el crecimiento. ¿Estamos de cabeza en el estancamiento secular que describen algunos compañeros suyos?

-Del estancamiento secular se lleva hablando siglos. Pero si uno mira hacia atrás ve que la globalización ha permitido que dos agujeros negros enormes como eran China e India, y en algunas partes incluso África, están creciendo, saliendo adelante. Pienso a menudo que ese tipo de quejas responden a una visión muy occidental y muy lógica teniendo en cuenta las lamentables tasas de crecimiento que tenemos últimamente, que quizás no son en el fondo más que la consecuencia lógica de nuestra parálisis. El curso de acción está claro, hacer el tipo de reformas que hacen a la gente más productiva. Pero nos negamos a seguirlo, porque queremos lo que pensamos que es una vida más tranquila o porque nos interesa tenerla. Obviamente hay riesgos y los mayores aparecen justamente en Occidente.

-¿Cuáles son los peores?

-Un populismo que pudiera llevar a una reducción drástica de la libertad de comercio internacional. Ahí tenemos las propuestas de Trump o, a un nivel más pequeño, el "Brexit", que afectará sobre todo a Gran Bretaña, pero que va en la misma dirección. Esto sí puede suponer una crisis muy grave. Muchos historiadores económicos consideran que lo que verdaderamente causó la Gran Depresión fue la política comercial, el proteccionismo que se generó. En la crisis que estamos atravesando hasta ahora no se ha producido, pero hay riesgos políticos de que suceda así. Ésa es una amenaza seria.

-¿España camina inexorablemente hacia otra tanda de ajustes?

-No me extrañaría. El déficit sigue en un nivel insostenible y sostenido por Europa. Cuando contemplo las discusiones político-económicas que hay en el país parece que lo hemos olvidado. La situación es básicamente como en 2012, tenemos unos desequilibrios a los que hay que hacer frente y no nos van a regalar nada, no tienen por qué hacerlo. Y además con un agravante, en Europa se ha reducido la incertidumbre sobre el euro, gracias a la intervención del BCE, pero la incertidumbre política está lejos de reducirse. Deberíamos ser más prudentes y previsores en ese contexto, intentar reducir la deuda púbica, para lo cual hay que tener un presupuesto equilibrado lo antes posible.

-¿Por qué esta crisis se está llevando por delante a los partidos socialdemócratas en España y en otros países?

-Aunque con matices, en toda Europa prácticamente el diseño social es socialdemócrata. Se dice un poco de broma que todos los partidos son socialdemócratas, pero hay mucho de verdad en ello. En el caso del centro derecha español, es claramente así. La propaganda política ha dicho que el Gobierno de 2011 a 2015 destruyó el Estado del bienestar, pero yo creo que es falso. Hizo los retoques mínimos en una situación de emergencia y eran continuación de los que había hecho el PSOE. Creo que existe una crisis política de los partidos tradicionales que más activamente asociamos a las políticas de la economía social de mercado, en parte quizás porque con la crisis esas políticas han llegado al techo. La crisis ha venido a poner de relieve que no se puede gastar más de lo que se produce, y la socialdemocracia política había olvidado este punto tan elemental.

-¿Por qué los españoles dicen estar tan preocupados y alarmados por la corrupción y luego votan a partidos responsables de la corrupción?

-No quiero ser duro con la ciudadanía. Es un enigma dentro de un misterio. Una visión cínica es decir que la corrupción quizá está funcionando un poco como excusa. Se trata de una conjetura un poco disparatada; el ciudadano que observa corrupción, que ve que alguien se hace rico con ella, puede concluir: "Yo no triunfo en la sociedad, a mí no me promueven€ no porque yo no lo valga, sino porque hay corrupción". A mí me han llevado a pensar esto las reacciones que despierta el éxito realmente notable de algunos compatriotas. Cuando hace poco Amancio Ortega salió como el hombre más rico del mundo, si uno se asomaba Twitter veía a muchas personas realmente irritadas por este hecho, inventando todo tipo de argumentos insensatos para despreciar y para llevar el mérito de Ortega al terreno si no de la corrupción a otro próximo. Me pregunta por qué no cambiamos de voto. La respuesta simple es que en realidad nos importa un comino; con la boca nos afecta mucho, pero en realidad nos importa un comino. Además, la corrupción nos importa de forma muy distinta si es de los nuestros o no es de los nuestros. Cuando digo de los nuestros, quiero decir no sólo si es del partido al que votamos, sino incluso si es de nuestro equipo de fútbol. Uno de los factores puede que sea que desgraciadamente se tiende a considerar que lo púbico no es de nadie, así que robar de lo público, sobre todo si es para repartir entre los nuestros, no nos parece tan mal.

-Se le ve alineado con quienes defienden que lo ocurrido en estos años en España no puede ser atribuido sólo o principalmente a las élites. ¿Comparte la idea, tan impopular a pie de calle, de una culpa colectiva?

-Sin duda. Y lo mismo en relación a la corrupción de la que hablamos. No debemos pensar que la corrupción es algo que afecta sólo a las personas con mucho dinero. Se extiende a todos los niveles. Una factura de taller o de fontanería sin IVA es corrupción. También lo es algo que está incluso bien vista en ciertos ámbitos, que un amigo te salte en la cola para una intervención quirúrgica.

-El modelo de democracia representativa sale muy desgastado de esta crisis, pero a la luz de algunos episodios recientes (el referéndum del "Brexit" o el de Colombia) uno tiende a pensar que la democracia directa no es una alternativa fiable. ¿O sí?

-Uno de los problemas que tiene la democracia directa es que se producen grandes errores. Otro es que resulta muy costoso. La democracia directa exige que prestemos atención a los temas y en este sentido no es neutra por el hecho de que facilita mucho las cosas a aquel que prefiere o puede dedicarle más atención a estos asuntos. En el caso de los referéndums es quizá menos claro, pero piense en otro caso más sencillo de democracia directa entre comillas, la participación de los padres en la gestión de los colegios. Se vende con la misma retórica, pero en mi opinión esa participación es nefasta, porque lleva a que los padres con menos costes de oportunidad, los que tienen más tiempo libre o que tienen unas preferencias políticas o religiosas más fuertes, dedicarán más tiempo a esa actividad, con lo cual en muchos casos van a estar sesgando en su propio beneficio la organización del colegio y perjudicando a los demás padres que tienen bastante con tratar de ganarse la vida. En esencia, es un asunto de especialización productiva. En política, como en otras actividades, nos conviene especializarnos, y la democracia indirecta funciona sobre esas bases. Simplemente separamos funciones: controlamos a los políticos cada cuatro años o equis tiempo y ellos deciden. Debemos realmente controlarlos. Usted ha mencionado el ejemplo de que no cambiemos de voto cuando hay corrupción, como ciudadanos estamos incumpliendo nuestra función de control en parte. Hagámosla bien. Aprendamos a hacer bien la democracia indirecta en lugar de tirarnos al monte de la democracia directa, que no es en absoluto el camino.

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