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Fray Sebastián de AparicioUn beato gallego de novela

El franciscano ourensano que inspiró la premiada novela de Alfredo Conde "El beato" es reconocido en México como benefactor de los indios e impulsor del transporte.Además es venerado por su santidad y sus milagros

Su cuerpo se conserva incorrupto en Puebla | Sebastián de Aparicio fue beatificado por el Papa Pío VI el 17 de mayo de 1789; en el proceso fueron documentados 968 milagros atribuidos a su intercesión. Su cuerpo permanece expuesto incorrupto en una urna de cristal en el Templo de San Francisco en la ciudad de Puebla.

¿Existió Fray Julián de Chaguazoso, el protagonista de la novela de Alfredo Conde "El beato"? En realidad se llamaba Sebastián de Aparicio, había emigrado a América en tiempos de Hernán Cortés y fue beatificado en 1789 con fama de taumaturgo. Es reconocido en México como uno de los impulsores del transporte rodado y por haber transmitido sus conocimientos de ganadería y agricultura a los indios. El escritor Alfredo Conde se inspiró en su azarosa vida para dar forma a su última novela, galardonada con el Premio Ateneo Ciudad de Valladolid.

"Es un personaje apasionante que tiene muchas hagiografías y es un personaje muy atractivo por su relación con Hernán Cortés", señala Conde, al que cautivó la vida de este emigrante gallego que enseñó a los indios las aplicaciones que tenía la rueda, a domesticar los caballos, a mugir las vacas, a construir carros y a cultivar las tierras.

Sebastián de Aparicio nació en el municipio ourensano de A Gudiña el 20 de enero de 1502. Tras sobrevivir a la peste negra, siendo todavía un joven viajó por distintos lugares de España en busca de trabajo para enviar dinero a su familia. En 1533 decide emigrar y viaja a Veracruz, en la Nueva España. De allí se desplaza a Puebla de los Ángeles, ciudad recién fundada por fray Toribio de Benavente. En Puebla se dedica a capturar y domar ganado y se da cuenta de que los indígenas desconocían la cría de ganado vacuno y transportaban sus mercancías a la espalda. Se asoció entonces con un carpintero y se dedicó a construir carretas. Sebastián concibió la idea de adaptar el camino de México a Veracruz para que por él pasasen sus carretas, las primeras que recorrieron el suelo de México. Fue así el impulsor del primer servicio de transporte rodado en la región. Hoy en día aún causa admiración la obra titánica de Sebastián de Aparicio: tuvo que allanar hondonadas, rodear montes, construir puentes de madera, llevar provisiones para sus trabajadores y, sobre todo, lograr la amistad con las tribus chichimecas, tristemente célebres por su ferocidad y canibalismo.

En 1542 se trasladó a la ciudad de México, donde abrió nuevas vías de comunicación, convirtiéndose en dueño de un próspero negocio al tiempo que se hizo amigo de los pueblos indígenas por los que atravesaban las rutas. Se dedicó también a ayudar a los indios más pobres enseñándoles a construir carros. En 1552 dejó el negocio, vendió sus carretas y se convirtió en hacendado en Tlalnepantla y más tarde en Chapultepec, cerca de la ciudad de México. Por los bienes que había ganado con su trabajo le llamaban "Aparicio, el Rico", sin embargo vivía con impresionante sencillez: no tenía cama sino que dormía en un petate, comía las mismas tortillas que los indios y vestía humildemente. A decir de los hagiógrafos, su hacienda se convirtió en un centro de misericordia para todos.

Ya con 60 años, en 1562, contrajo matrimonio con la hija de un amigo, pero su esposa murió apenas un año después. Dos años más tarde volvió a contraer matrimonio y su segunda esposa falleció ocho meses más tarde. Tras enviudar sin descendencia, decidió hacerse religioso e ingresar en orden franciscana. Antes de hacerlo, trabajó como criado en el convento de las clarisas, a las que en 1573 cedió todos sus bienes, que ascendían a unos 20.000 pesos. Su confesor le aconsejó que se quedase con 1.000 pesos, por precaución por si no perseveraba.

Comprobada su vocación, el 9 de junio de 1574, con 72 años, vistió el hábito franciscano como novicio, y fue destinado al convento de San Francisco, en la ciudad de México. El 13 de junio de 1575 hizo sus votos y entró como fraile en la Orden Franciscana, incorporándose al convento de Santiago de Tecali, en las cercanías de Puebla de los Ángeles; se le asignó el oficio de limosnero, por lo que tuvo que recorrer los caminos de Puebla, Tlaxcala, Veracruz y México, hasta su muerte el 25 de febrero de 1600. Tras su fallecimiento se le atribuyeron numerosos milagros, que se sumaron a los que ya había realizado en vida; casi mil en total. Además de tener un gran dominio sobre los toros y animales indómitos, se cuenta que su oración consiguió que volviese a la vida un niño que había muerto arrollado por una carreta.

A Gudiña, cuna de santos

  • El municipio ourensano de A Gudiña es sin duda el más "santo" de Galicia. Además del beato Sebastián de Aparicio, también es natural de A Gudiña el franciscano san Francisco Blanco, que nació en la parroquia de Tameirón en 1567 y murió martir en Nagasaki junto con otros 25 cristianos, entre ellos Pablo Miki, el 5 de febrero del año 1597. Fue canonizado en 1862. El cráneo de san Francisco Blanco se venera en la capilla de Outarelo (O Barco).

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