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María López-Fanjul: "Sin el arte, el ser humano no podría seguir adelante; necesita belleza"

"Alemania es un país maravilloso, pero tiene carencias éticas y sociales importantes; en ese aspecto los españoles tenemos mucho que enseñar"

La doctora en Historia del Arte María López-Fanjul. // E.I.

María López-Fanjul y Díez del Corral es conservadora de los Museos Nacionales de Berlín y comisaria de la exposición El Siglo de Oro. La era de Velázquez en la Gemäldegalerie. Se trata de la muestra de arte español más importante que se haya hecho en el extranjero hasta la fecha. Hasta el 30 de octubre estará abierta al público en la capital alemana y después en la Kunsthalle de Múnich, del 25 de noviembre al 26 de marzo. Licenciada en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid y por la Universidad de Florencia, es doctora en Historia del Arte por la Universidad de Londres.

-¿Qué historia pretendía contar con la exposición?

-Primero, queríamos descubrir el arte español a los alemanes. No conocen casi nada. Es decir, conocen a Velázquez y los que están un poco más iniciados conocen a El Greco. Y ya. Queríamos darles a conocer esa riqueza de artistas del siglo XVII y la calidad del arte español y, luego, explicar el contexto en que surge y la diversidad regional. Que hayan coincidido tantos artistas y tan buenos no fue suerte. Tiene una explicación económica, social y política. ¿Por qué hay tanto arte religioso? Pues porque la Iglesia era el principal patrocinador artístico junto con la nobleza. En general, no es que hubiera un mayor interés del artista en pintar temas religiosos. Eso es igual que en el mercado contemporáneo: la oferta se adapta a la demanda. Este enfoque también funciona muy bien para explicar la contemporaneidad del arte barroco español frente a los problemas de hoy en día: la crisis política y económica y, al mismo tiempo, el florecimiento artístico.

-¿Hay comparación entre el siglo XXI y el XVII?

-En aquel momento había una crisis general del mundo occidental. Hablamos del decaimiento de la monarquía hispánica en el siglo XVII, pero en gran parte del resto de Europa todavía estaban peor. Las grandes potencias europeas, empezando por España, libraron en esos años la Guerra de los Treinta Años. Ésta, sin embargo, se combatió principalmente en el territorio de la actual Alemania. La región de Brandeburgo, que circunda Berlín, perdió en esa guerra el 50 por ciento de sus habitantes. John Elliott lo explica muy bien: en ese momento, a pesar de los múltiples problemas que España tenía, una serie de factores favorecieron el florecimiento artístico en la Península. Por un lado estaba el dinero que llegaba de América y que en gran parte se utilizó para financiar obras de arte. Por otro lado, la actual España fue uno de los pocos territorios que en ese siglo estuvo libre de guerras. Aunque en la Península hubo diferentes insurrecciones no fue un territorio de combate constante, como sí fue el caso de gran parte de Centroeuropa. Eso permitió que en España los artistas pudieran tener paz para trabajar con tranquilidad e incluso para viajar y conocerse.

-¿Hay en esas obras del XVII preguntas o respuestas para el mundo de hoy?

-Muchísimas. Encontramos, por ejemplo, los temas de la angustia existencial y de la confrontación religiosa. Especialmente, focalizado en el problema entre protestantes y los católicos, que aún está definiendo la Europa de hoy en día. A los españoles ese conflicto nos queda muy lejos, pero cuando vives en Alemania te das cuenta de la importancia de la religión. Te das cuenta de que el que es católico en Alemania es católico reconvencido. Y el que es protestante, lo mismo. Porque tienen al enemigo delante de casa. Un español crece en un ambiente más o menos de tradición católica. Es lo que hay. En Alemania apostata mucha gente porque tiene que pagar unos impuestos muy altos si es miembro de una Iglesia, todos los meses. En España puedes ser miembro de la Iglesia y no pagar ningún impuesto. Allí tienes que pagar. Y para no pagar, tienes que apostatar.

-¿Esa pintura del XVII mostraría entonces un choque de "civilizaciones", de creencias?

-Totalmente. La pintura religiosa española barroca es una de las grandes armas propagandísticas de la Iglesia de Roma del momento. El arte español del XVII es la propaganda contrarreformista y el arte protestante alemán del momento es la propaganda reformista de Lutero. Es lo que se están contando las diferentes iglesias en conflicto. Son los mismos miedos que hay hoy en día con el Islam, con los emigrantes... El público berlinés, de tradición protestante y realidad atea, cuando se enfrenta a esos cuadros ve el tema. Nosotros, los españoles, no vemos el tema. Nosotros, al ver un cuadro barroco español, nos afecta más o menos que estén decapitando a un mártir. Pero es que el berlinés solamente ve al mártir decapitado. Para nosotros el tema es secundario respecto a la calidad de la obra. Y los berlineses es lo primero que ven. Lo que más les afecta es la brutalidad del tema.

-¿Al perder la cultura religiosa estamos perdiendo las claves para decodificar ese tesoro artístico?

-Estamos perdiendo las herramientas para disfrutar del arte. La historia de la religión también es una historia cultural y si queremos que nuestros hijos sean capaces de disfrutar del arte, y no sólo del arte español, del arte europeo occidental, necesitan conocer esas historias para saber qué es lo que están viendo. Habría que separar la confesión religiosa del arte, en el sentido de que conocer las historias de la Biblia no te hace ser más religioso, sino ser alguien más culto.

-¿Qué diferencia hay entre el público español y el alemán en el campo del arte?

-El alemán tiene una virtud en concreto, para mí maravillosa, que es la capacidad de entusiasmo. El alemán descubre un tema que le gusta y nos gana a todos. A los dos días se habrá leído todo lo que haya localizado al respecto. Tiene unas enormes ganas de saber y así entran en la exposición. Y salen entusiasmados. En Alemania se aprecia mucho la cultura. En la música se ve mucho más. Hay una oferta enorme, pero es que la gente va. Nosotros trabajamos frente a la Filarmónica de Berlín y los martes a la hora de comer ofrecen un concierto gratis. La gente se queda sin comer para ir al concierto. Forma parte de su educación y su disfrute.

-Usted trabajó en el Museo del Prado, ¿tenemos en España conciencia del valor de ese museo?

-Para mí es el mejor museo del mundo. Pero, al hablar del valor de lo español, me gustaría decirle a los españoles que el día en que nos creamos lo bueno que somos, y no solamente en arte, sino en un montón de disciplinas, también se lo creerán los demás. Eso es lo que nos falta. Trabajé dos años en el Prado antes de ir a Berlín y entre los momentos más maravillosos de mi vida están aquellos lunes en el Prado, cuando estaba cerrado y podía pasear sola por esas salas. Recorrerlo es formar parte de una historia que no tienen otros museos que han ido comprando la obra siglos después, siguiendo un patrón más intelectual.

-¿El coleccionismo privado español está a la altura del europeo?

-No. Primero, las fortunas son diferentes. Y todo cuesta. Luego, es que hay que fomentar la cultura desde la política. Tienes que incentivar a la gente para que compre arte. E incentivar las donaciones. Tenemos que convencer a los políticos de que para nosotros la cultura es muy importante y queremos que se lo tomen en serio. El ser humano tiene la necesidad de crear y de ver belleza, de ver obras que le hagan reflexionar sobre sí mismo para seguir adelante. No es un lujo, es una necesidad vital. Tú ves una obra de arte que te guste y te hace feliz. Y está probado médicamente que si eres feliz vives mejor y más. Los políticos tendrían que fomentar el arte aunque sólo fuese para ahorrarse dinero en el sistema sanitario.

-¿Cómo es la vida en Alemania?

-En Alemania es muy difícil ser madre y hacer carrera. La sociedad alemana está en contra de que la madre trabaje. La madre tiene que quedarse en casa cuidando de sus hijos. En España hay una crisis y tienes a todo el mundo ayudando. La familia es fundamental. En Alemania, las familias están desestructuradas. Y tengo que decir que es un país maravilloso. Yo me casé con un alemán y mis hijos son mitad españoles, mitad alemanes. Pero Alemania tiene unas carencias éticas y sociales muy importantes. En ese aspecto, como en muchos otros, tenemos mucho que enseñar. Siempre me da pena cuando algún español me dice que en Alemania seguro que todo funciona mejor. Sinceramente, algunas cosas sí y otras no. Como en todas partes.

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