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Justo Beramendi: "Galicia sufrió más con la guerra civil que con la derrota de los Irmandiños"

"El nacionalismo político gallego nunca triunfó porque no existió una alta burguesía que lo impulsase y sustentase; y, encima, fue combatido por la Iglesia"

El historiador Justo Beramendi, esta semana en Santiago.

En "Historia mínima de Galicia" (Turner), Justo Beramendi (Madrid, 1941) no solo realiza todo un esfuezo de síntesis para contar la historia gallega, sino que la apunta al futuro y no elude dar respuestas a algunas de las cuestiones más críticas que se plantean en el presente y que tienen su origen en el pasado, incluido el peso que hoy tiene el soberanismo en la sociedad gallega. Beramendi, catedrático emérito de Historia Contemporánea en la Universidad de Santiago desempeña también, en actualidad, la presidencia del Museo do Pobo Galego. Por su obra "Historia do galeguismo político" obtuvo en 2008 el Premio Nacional de Ensayo.

-Intuyo que compendiar la historia de Galicia en menos de trecientas páginas le supondría, como historiador, un esfuerzo añadido€

-No, no fue fácil, evidentemente, abarcar una historia desde el Paleolítico a las Mareas...

-¿Qué criterios ha seguido para estructurar esta "historia mínima", es decir, para la selección de los capítulos que la componen?

-He sido muy ortodoxo y he recurrido a una estructura convencional, cronológica, a través de las distintas etapas de la historiografía clásica. Se trata una secuencia cronológica dividida por criterios muy clásicos hasta que, cuando llegamos al siglo XVIII, modifico de alguna manera este criterio para poder acomodarme a lo que significaron los cambios específicos de Galicia a partir de esa centuria.

-¿A qué lectores va potencialmente destinado este libro?

-En general, va dirigido a un público no especialista, a lectores que no están dispuestos a tragarse los tochos que solemos hacer los historiadores, pero que, por otra parte, manifiestan un cierto interés en conocer de una manera rápida y fácil los acontecimientos fundamentales del pasado. Además de a los lectores gallegos, también va dirigido a un público español no gallego, y también a un público hispanoamericano, pues este volumen está coeditado por el Colegio Público de México.

-La primera identificación de Galicia con nombre propio, aunque abarcase un territorio más amplio que el de la Galicia actual, fue la Gallaecia romana. Al margen de marco geográfico, ¿tuvieron en cuenta los romanos otro tipo de características comunes entre los habitantes de la Gallaecia?

-Sí, claro, por eso establecieron esa demarcación, lo cual ya resulta de por sí muy significativo. De alguna manera, los romanos percibieron que había una cierta unidad cultural y étnica en ese conjunto que, por otra parte, internamente era bastante diverso: había muchísimas tribus y se hablaban decenas de lenguas. Y sin embargo Roma percibió que, efectivamente, había nexos comunes. Lo que ocurrió es que, después, con las diferentes reformas de la Planta Provincial del Imperio, se acabaron incorporando otros territorios que no tenían absolutamente nada que ver. Por ejemplo, en la última demarcación de la Provincia de Gallaecia, aparecen zonas de Burgos o Palencia. Pero, repito, originariamente, los romanos fueron los primeros en percibir la singularidad gallega.

-¿En qué consistía esa singularidad que unía a pueblos tan diversos y que advirtieron los romanos?

-Venía de mucho atrás. Ya desde la época del megalitismo, bastante anterior a la cultura de los castros, se presentan también ciertos elementos comunes que tienen que ver con el megalitismo atlántico, pero que a su vez muestran unas peculiaridades que la diferenciaban de todo lo que la rodeaba, si bien es cierto que abarcaban, como decía usted antes, no solo a la Galicia actual, sino al Norte de Portugal y parte de Asturias y León. Y esa sí que es una constante histórica que también tuvieron en cuenta los propios romanos.

-Lo de la Galicia celta o no celta, continúa siendo una cuestión a debate. Hace unos años, en un estudio científico se detectó que antiguos habitantes de Irlanda presentaban "ADN gallego". ¿Hasta qué punto hay que tomarse este asunto en serio?

-Yo no soy un experto en ADN, pero en todo caso habría que saber cuales son las correlaciones del ADN en los antiguos pobladores de toda Europa occidental, porque lo que es obvio es que hubo contantes migraciones y, por lo tanto, cruces, mestizajes€que pueden dar pistas de conexiones biológicas muy variadas entre las distintas poblaciones de la Europa Atlántica.

-¿Habría sido radicalmente distinta la historia de Galicia de haber triunfado Os Irmandiños?

-Sí, sin ninguna duda€.lo que pasa es que era muy difícil que triunfasen. Las revueltas irmandiñas eran un foco que, tanto los poderes señoriales gallegos como los extragallegos, estaban muy interesados en hundir, en ahogar, en aplastar, como de hecho acabaron haciendo. Pero, si se produjese el triunfo Irmandiño en la segunda de las guerras, es decir, si se hubiese llegado a consolidar el poder irmandiño, Galicia hubiese sido pionera en el conjunto de Europa en la transformación del régimen feudal, en la llegada de un tipo de monarquía muy moderna para la época.

-Sin embargo, hay quien sostiene que los líderes irmandiños no tenían nada, y pemítase la licencia de expresión, de "progresistas".

-Los irmandiños eran antiseñoriales y partidarios de una relación directa entre lo que era la protoburgesía urbana y la baja nobleza con el rey. Querían, así pues, eliminar o, cuando menos, disminuir considerablemente esa fuerza autónoma de los señores feudales, que era la característica política de la época, usada por ellos para sus desmesurados abusos sobre las clases populares. Entre sus reivindicaciones, los Irmandiños queríran una monarquía apoyada por las ciudades y la baja nobleza, es decir, lo que en el siglo XVIII fue la monarquía absoluta.

-Y en esta tesitura, ¿ por qué vía optaron los Reyes Católicos?

-Pues por un camino intermedio entre lo que reivindicaban los Irmandiños y que querían los señores feudales. Por un lado, eliminaron la autonomía militar de los grandes señores pero, por otra parte, mantuvieron todos los privilegios de esos grandes señores en el ámbito económico y social para, digamos, evitarse cualquier tipo de problemas.

-El hecho de que (al contrario que en Cataluña) en Galicia no emergiese muchos años más tarde una alta burguesía identificada con el país, ¿puede incluirse como consecuencia de la derrota irmandiña?

-No creo que exista una causalidad tan directa. No hay que olvidar que la burguesía catalana no empezó a surgir hasta la segunda mitad del siglo XVIII. Las causas de que Cataluña se adelantase al resto de España en el desarrollo económico tienen más que ver con la apertura del comercio colonial y con una serie de cuestiones internas que con otro tipo de cosas. En realidad, el punto de inflexión que hace que, desde el punto de vista socioeconómico, la monarquía española se quedase anticuada y obsoleta frente al resto de monarquías europeas, la encontramos en la derrota de los comuneros. Los irmandiños se adelantaron a los comuneros, sí, y el sentido de ambas sublevaciones es similar, se trata de un sentido modernizador que quedó radicalmente aplastado en ambos casos.

-Desde los Reyes Católicos hasta a finales del siglo século XIX (con la irrupción del llamado regionalismo primero y el galleguismo después), no se habló de la "unidad política y cultural" de Galicia con Portugal. ¿Es que esta cuestión no le importó nada a los gallegos da Edade Media y tampoco a los de los posteriores siglos hasta el XIX?

-Al consolidarse tanto el Estado moderno tanto en España como en Portugal (que fue en este sentido, muy precoz) ese asunto quedó ahí. Por una parte las élites lo dieron por supuesto y, por otra, la gente común se ocupaba muy poco de la política. Y eso, claro, tuvo consecuencias, y una de ellas fue que una lengua que era única sufriese dos evoluciones, la del gallego por una parte, y la del portugués por otra. En Portugal, el idioma quedó como "lengua del Estado" en tanto que, en Galicia, como lengua subordinada y sometida al castellano. Se marcó una distancia que, como dice,hasta siglo XIX, y por razones ideológicas y de elaboración de la teoría de la nación gallega, solo el regionalismo primero, y el nacionalismo gallego después, retomaron para sí pero, aún así, aquellos nacionalistas utilizaron esa cuestión para reafirmarse frente a Castilla pero en ningún momento los nacionalistas gallegos abogaron por una reunificación de Galicia y Portugal. Lo del "país vecino y hermano" fue utilizado por aquellos nacionalistas para intentar incrementar la influencia de Galicia en el conjunto peninsular.

-¿Las consecuencias de la guerra civil en Galicia se podrían equiparar a las de la derrota irmandiña?

-Fueron mucho peores, porque la derrota irmandiña tuvo efectos muy negativos, ciertamente, pero fue seguida por la formación de la monarquía unificada de los Reyes Católicos que pacificaron el país y redujeron la violencia que ejercían desde sus feudos los grandes señores. En comparación, la represión sobre los irmandiños no fue demasiado dura porque a los señores, que estaban endeudados por la guerra, lo que les interesaba era que sus vasallos se pusiesen a trabajar otra vez y a generar rentas. Frente a eso, hay que decir que guerra civil en Galicia en realidad no hubo, lo que sí hubo fue represión, al punto de que lo acontecido aquí se convirtió en el campo de pruebas del terror de Estado que después se implantó en toda España. Y si las consecuencias de eso fueron horrorosas en el plano humano, qué decir de en el económico. Todos los adelantos que se habían hecho en la agricultura gallega quedaron anulados y se tardó más de 20 años recobrar los niveles productivos de preguerra. Lo de la guerra civil fue un desastre sin paliativos para Galicia en todos los ámbitos.

- A diferencia de en Cataluña y Euskadi, en Galicia el nacionalismo político nunca ganó unas elecciónes, y sin embargo el nacionalismo cultural es asumido incluso por los partidos centralistas (sean de izquierda o derecha). ¿A qué se debe esta aparente paradoja?

-Es difícil dar una respuesta completa y convincente. La existencia de eso que llamas "nacionalismo cultural" indica que en Galicia hay una conciencia del hecho diferencial, de ser un pueblo singular, pero traducir eso a términos políticos de reivindicar una nación política con derecho a la autodeterminación ha quedado reducido a una minoría. ¿Por qué? Yo pienso que cuando se produce el nacimiento de un nacionalismo subestatal poderoso, veáse Cataluña y el País Vasco, es debido a que grupos sociales con poder tienen interés en utilizar esa singularidad étnica para obtener beneficios económicos. En el caso catalán, después de la guerra de Cuba la burguesía entendió muy bien que aquello había sido no solo un desastre bélico, sino que habían perdido un mercado, y entonces hay un cambio muy rápido de referente nacional en gran parte de esa burguesía que se refleja en los resultados las elecciones de 1907, en las que da comienzo a un proceso de nacionalización muy rápido en clave catalana. Eso no quiere decir que todo el nacionalismo catalán sea burgués, pero sí que ese impulso inicial lo da la burguesía al punto de convertir el nacionalismo catalán en hegemónico en la sociedad de Cataluña.

-¿Y en el País Vasco y Galicia?

-En el País Vasco ya no es la burguesía quien da el impulso, principalmente porque la burguesía vasca, basada en la siderurgia, tenía intereses estatales. El nacionalismo vasco nació como una reacción contra a la modernización y la industrialización por parte de grupos sociales, también con poder, pero más arcaicos. El nacionalismo vasco es en sus inicios reactivo. En Galicia acontece que, a principios del siglo XX, no hay un grupo social con poder que tenga interés en el nacionalismo; en primer lugar, la burguesía es pequeña, débil y casi toda de origen foráneo. Es una burguesía a la defensiva, que no se atreve. Por su parte, al otro grupo social importante, la hidalguía, le había ido muy bien en Galicia con la revolución liberal porque le garantizó seguir percibiendo las rentas forales y quedó perfectamente integrada en la maquinaria de la administración y de las clientelas políticas. Y, ya por último, en la Iglesia tampoco había interés, porque, así como en Cataluña y el País Vasco, fue muy receptiva al nacionalismo, en Galicia, esa Iglesia cuya jerarquía estaba castellanizada desde el siglo XVI, no solamente no fomentó el nacionalismo, sino que lo combatió. Así pues, cuando nace, el nacionalismo gallego queda reducido a grupos de las clases medias que incluso son minoritarios dentro de ellas. A todo lo cual se añade otro factor: el nacionalismo, que hace de la lengua y la cultura gallega su bandera y su razón de ser, resulta que lo hace en una sociedad en que esa lengua y esa cultura, utilizados por las clases bajas, son marcadores sociales negativos desde el siglo XVI, y lo fueron incluso hasta la Transición prácticamente.

-¿Usted cree que la pervivencia de una lengua propia que esté viva e sea de uso cotidiano es de todo punto necesario para que Galicia sea definiéndose como nación?

-No necesariamente. La lengua fue un elemento muy importante a principios del siglo XX para fomentar el nacionalismo, pero efectivamente puede existir un nacionalismo muy fuerte sin que haya una cuestión lingüística de por medio. Ahí tenemos, por ejemplo, el caso de Irlanda, donde el gaélico solo se utiliza retóricamente porque en la práctica está a punto de desaparecer por completo. En cambio, el nacionalismo irlandés es muy fuerte y vigoroso.

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