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Sálvese quien pueda

Oscar Scopa, el café y la belleza de la ciudad

La burguesía viguesa del XIX pensó Vigo con amor. // FdV

Me encontré con el filósofo y escritor Oscar Scopa, sentado en una mesa del bar Entorem de la viguesa Plaza de Compostela. Cigarrillo apagado en la boca, escribiendo a mano sobre el papel como si fuera un pianista de jazz sobre las teclas, su barba de una semana le da el aire cuidadosamente descuidado de un escritor parisino del los años veinte. De hecho su último libro, "La fin du monde a déjà eu lieu (ceci nést pas une crise)", acaba de aparecer en Francia. Scopa me cuenta que está preparando un seminario que se llamará "La Estética y el enigma de lo bello", el cual se impartirá a partir de octubre en la biblioteca de la Escuela de Artes y Oficios. "Va a ser algo novedoso. Nunca se hizo ni en Vigo ni en España", me comenta. Escribe dos obras a la vez. Una de teoría estética y otra para su próximo libro que, como ya les conté, es un secreto que no puedo revelar. "Estoy feliz. Viene mi amiga a verme desde Nueva York el fin de semana", sonríe. Ella es una reconocida bailarina de danza contemporánea. "No de barra americana", añade con ironía. "Aunque, debo confesarte, cuando vivía en Nueva York, en los ochenta, tuve una amiga que bailaba en una barra americana y estudiaba en la universidad."

¿Qué es eso de la belleza en lo que estás trabajando?", le pregunté con mi aire de periodista curioso, como si fuera un joven que recién se inicia en el periodismo. "La belleza tiene varias facetas. Una de ellas es su relación con el origen y la muerte. Algo brilla para cada uno de forma diferente. Ahí podemos hablar de belleza", me responde. Parecía muy sesudo, siendo él un refinado intelectual, sin embargo pienso que tenía una comprensión simple. La belleza es algo subjetivo que nos arrima a nosotros mismos y nos hace salir a buscarla. Para algunos será más compleja y para otros más sencilla, pero siempre es diferente para cada uno. "Fíjate en Vigo -me dice abriendo en abanico su brazo sobre la plaza-. Para mí es una ciudad preciosa. La conozco desde hace muchos años y cada día me gusta más. Que se rescate la Panificadora y luego el barrio do Cura la hará más bella". El me dice que los críticos de Vigo arguyen que es una ciudad industrial. Y añade: "Es cierto. Ahí reside su belleza. En esa combinación de ciudad mariñeira, portuaria, industrial y burguesa. Fíjate en algunas calles del centro como la pequeña rúa Darío Alvarez Blázquez, de donde sale un callejón descendente hacia dos bares. Es un lujo no sólo para Galicia sino para cualquier ciudad europea. Vigo tiene rincones maravillosos".

Como Scopa es un neovigués como lo bauticé cuando se vino a vivir a la ciudad a principios de año, aún se sorprende y admira cosas que para nosotros son habituales y que convivimos en la cotidianidad con ellas. "Fíjate en el mirador a la ría del paseo de Alfonso XIII. Ver allí un atardecer es un privilegio para el alma. Ustedes ya no se dan cuenta la bella ciudad que tienen. Racional, tranquila, habitable. Lo que se supone feo debe convivir con lo bello. No existe lo bello puro." Y tiene razón. La parte industrial de Vigo tiene algunas edificaciones que dan ganas de pasear por ellas a cualquier hora del día. Inclusive se puede descubrir cada vez un rincón nuevo. "La burguesía viguesa del XIX pensó Vigo con amor" , me añade Scopa citándome otros edificios, tanto sencillos y populares como de arquitectos de prestigio, que a él le alegran el día a día. Le digo que a mí me parece que Vigo necesita un edificio emblemático que la distinga, como ha sido el Guggenheim para Bilbao. El pasa su mano derecha por su melena canosa y, con aire reflexivo, me dice: "Puede ser. Pero a veces es más importante que una ciudad tenga más edificios evocativos que monumentales. Vigo es una ciudad para la seducción".

¿La seducción? El se refiere a algo que yo comparto. La gente camina por Vigo seduciendo y seducida por la ciudad. Así se hacen amigos, amantes, encuentros ocasionales. "Es algo que tiene relación con la mirada, Cuando nuestra mirada se sumerge en el paisaje de una ciudad bella como Vigo -no puedo negar que A Coruña o Pontevedra tienen lo suyo-, se arregla para no desentonar con el aire de la misma. Fíjate que eso se va perdiendo en las megápolis, donde ya nadie mira a nadie", deja caer con cierto aire crítico. Broma con Ana, la simpática camarera del café. Vuelve a encender el pitillo que dejó apagado entre los dedos y bebe un sorbo de café. Yo bebo mi vino Rioja. Scopa se levanta a trabajar a las siete de la mañana y se deja caer por el bar a las diez. Ahora son las doce. El sigue escribiendo cuando nos despedimos.

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