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Sálvese quién pueda

Pensamientos de agosto bajo una sombrilla

En agosto solo se deben permitir pensamientos leves.

Me estoy tomando un gin-tonic pero no bajo una sombrilla para protegerme del sol de agosto sino en mi casa, ante mi mesa de trabajo. Ahora me doy cuenta de que, en los veinte años que tiene esta columna, supongo que la de más antigüedad del periódico, es el primer agosto en el que escribo porque siempre fue el mes de mis vacaciones. Uno, al fin y al cabo,las coge en función de la esposa o novia que tenga en cada momento para coincidir con ella porque somos muy osados, sabemos que ese mes de convivencia total tiene un alto riesgo en el índice de divorcios. Yo siempre tuve novia agosteña salvo este año que la tengo septembrina, así que de la laxitud y molicie del verano solo tengo el gintonic sobre la mesa y la sensación de que este mes uno debe escribir con la levedad que propicia el calor y no meterse en honduras como las que justo este mes tienen que soportar ya hastiados los columnistas políticos por culpa de las elecciones.El pasado domingo escribí, es cierto, sobre esa antigualla miasmática que son los nacionalismos secesionistas, esos que buscan desesperadamente mártires para sus inútiiles prusés, pero es que no había caído en la cuenta de que era agosto. Doy gracias por no estar en el periodismo político:qué cosa tan cansina para la pluma, entre chiringuitos separatistas, Rajoys, Riveras o Iglesias..

Me hago la idea de que estoy bajo una sombrilla al lado de un tipo rojizo bajo otra sombrilla, cuya mujer sortea su aburrimiento conyugal con una tablet en la que se ve un video de Miguel Poveda cantando las Coplas del querer. Me encanta Poveda, es inmenso su aire del sur y su canto al amor. Lo veo de reojo, veo detrás del cantaor a un tipo dando palmas, guapo y con cara de felicidad, y no sé por qué pienso que de no haber sido periodista me hubiera gustado ser palmero. No palmero de la política, movimiento de manos imprescindible para sobrevivir dentro de ella, ni de la Palma, ni de los que suben a la palma, sino de los que acompañan los ritmos flamencos. Eso es lo que me hubiera gustado ser, palmero y si es posible de Poveda aunque aceptaría serlo de Zenet o Estrella Morente,pero me temo que ya es demasiado tarde para rehacer mi vida con las palmas porque tengo mucho más pasado que futuro. Dicho sin acritud.

El caso es que yo sigo imaginándome, tras un sorbo de gin-tonic, bajo una sombrilla mirando de reojo a la pareja de al lado y veo que el varón realiza con los ojos discretos giros parabólicos que captan todos los despliegues corporales de femenina desnudez que se mueven en su entorno. La mujer, mientras tanto, oye con los ojos entornados a Poveda cantar "te quiero más que a mi vida, más que al aire que respiro" y noto un estremecimiento sutil de su cuerpo, como si echara de menos a su amante o se apenara por no tenerlo.Las feministas y las personas leídas dicen que es cosa cultural esta diferente percepción de la realidad, pero yo tiendo a pensar bajo la sombrilla que hay un ADN de género, o si acaso que Dios en su infinita sabiduría hizo dos sexos de sensibilidades contrapuestas y luego bebió una copa que se le subió y puso en el alma humana la ilusión de que ambas partes se complementaran.Es una teoría creacionista un tanto romántica, es cierto, pero en agosto bajo una sombrilla no apetece pensar otra cosa.

Y de leer, bajo una sombrilla solo las últimas novedades en materia "chick lit", de entretenimiento, un género de literatura que dicen que ha encumbrado por ejemplo a Marian Keyes y Sophie Kinsella, y que es, ante todo, por y para mujeres. Jamás leeré ni a Keyes ni a Kinsella y lo hago por intuición, pero Sergio Cabrera,periodista por vocación y adicto confeso al chocolate negro, cuenta que las leen esas mujeres que decidieron un buen día que ya estaba bien de perseguir a cachas escoceses descamisados por las Highlands, y que preferían pasiones más allá de la fantasía. A mí sin embargo me ha dado por comprar, por influencia de mi amigo Óscar Scopa, "Dioses útiles. Naciones y nacionalismo", el último libro de Álvarez Junco y que recomiendo encarecidamente, y "Los últimos cien días de la República española", que conseguí en una librería de viejo salmantina.Lo hice, es cierto, pero es que no me daba cuenta de que estaba en agosto porque este año aún no cogí vacaciones.

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