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Las lágrimas de McLuhan

Las lágrimas de McLuhan

El pobre San Lorenzo, mártir singular, murió en agosto, como Groucho Marx y Elvis Presley. Su óbito tuvo lugar en el siglo III y es patrono de los comediantes, los curtidores, los diáconos, los estudiantes, los bibliotecarios, los mineros y -atención- los cocineros. Este patronazgo, patrocinio o como se llame la cosa, no es de extrañar: Lorenzo murió asado en una parrilla cual barbacoa veraniega. El alcalde de Roma se enfadó mucho cuando nuestro churrascado santo le presentó a pobres y homeless de la época como la riqueza de la Iglesia que el muy cabrón pretendía confiscar. Así que de morir de un tajazo en el cuello como San Pablo, nada, monada. Lorenzo fue pasado, vuelta y vuelta, a la parrilla. Cuando llevaba un rato haciéndose por un lado, y con maneras de buen chef, advirtió a sus cocineros: Assum est, inquit, versa et manduca ("Asado está -parece- dale la vuelta y cómelo").

San Lorenzo, protomártir de conciencia caníbal, soporta también una pesada losa: la de sus lágrimas. En realidad se trata de las Perseidas, la lluvia de estrellas fugaces que acontece por estas fechas. Promocionada hasta la náusea por los medios, la lluvia de las Perseidas/lágrimas de San Lorenzo, se han convertido en un must (una obligación, vaya) para cualquier humano, preferiblemente celtibérico, aficionado a las aglomeraciones. Se trata de buscar espacios con la menor contaminación lumínica posible -esto es, donde no haya farolas, ferias, edificios, etc.- para ver la mayor cantidad de meteoros fugaces predicha. Y aquí es donde surge la pregunta: si cada vez que se ve (se veía) una estrella fugaz hay (había) que pedir un deseo, ¿habría que llevar una lista de deseos preparada para los cientos de estrellas fugaces que veríamos por hora si acudiéramos al nocturno botellón con espectáculo celeste incluido? Se nos antoja que los medios están dejando de lado este asunto. Tanto "cómo, cuándo, dónde y con qué traje ver la mayor cantidad de lágrimas de San Lorenzo" y omiten lo del deseo, se cumpla este o no. Y esto del deseo venía porque era una casualidad: mirábamos al cielo distraídamente y, si pasaba esa estrella fugaz, pedíamos algo al destino. Ya no: ahora hay que ir en masa a ver TODAS las estrellas fugaces que caigan. El que no lo haga, no podrá quedar bien en el Facebook. Y a los deseos que los follen, ¿no?

Esta España se está pareciendo sospechosamente a la del 92, terrible año del V Centenario de la masacre americana y las Olimpiadas barcelonesas de cuando aún los Borbones lloraban por la emoción y no por la imputación. Como bien decía Moncho Alpuente, "dejando en la cuneta a McLuhan, en este país el 'medio' ya no es el 'mensaje', el medio es el envase". A toque de corneta, olvidamos nuestros deseos y tiramos de móvil para hacer tropecientas mil fotos del fenómeno más vulgar. Llora, Marshall, que motivos no te faltan.

@JulianSiniestro

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