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NOTICIAS DEL SUBMUNDO

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Analizaba el Gran Wyoming hace unos días la ¿pilosidad? que ocupa el espacio entre el labio superior y la nariz de José María Aznar. Decía la famosa estrella de la tele que Jose Mari (el apodo con el que Ana Botella se dirige a él) es el único capaz de llevar y no llevar bigote a la vez. ¿Es esta la galleguidad que llevó al expresidente a nombrar a Rajoy presidente del partido a título de candidato y sucesor? Y con galleguidad aznariana queremos decir: ¿es el bigote de Aznar un símil de la paradoja del gallego que no se sabe si sube o baja las escaleras? El bigote más icónico del siglo XX es sin duda el modelo Chaplin/Hitler/Iñaki Glutamato (dicho sea con permiso de Salvador Dalí) y Jose Mari lo tomó como modelo. A medida que se desvanecía el siglo, ese bigote también se fue desvaneciendo, más como lágrimas en la lluvia que como el Jumbo de David Copperfield. Pero, al contrario que el del exministro hispano-panameño José Manuel Soria, no ha terminado de desaparecer del todo. Es un bigote espectral, casi fantasmagórico, una especie de rastro ectoplásmico de lo que un día fue un rasgo de personalidad inconfundible que facilitó el trabajo a caricaturistas e imitadores televisivos. Es, por consiguiente, la confirmación definitiva de la existencia de fenómenos paranormales en el rostro de nuestros políticos. Otros bigotes del siglo pasado (Stalin, Franco, el falso de Groucho Marx, el de Fu Manchú, el del mismo Dalí?) no corrieron la misma suerte. De hecho, alguno como el de Salvador Allende hasta llegó a correr un destino fatal.

Es de reseñar, en todo caso, que el sin-bigotismo es mayoritario en la política de Occidente, de ahí que Angela Merkel cuide con esmero la depilación facial. Pura americanización del mundo: los presidentes norteamericanos del siglo XX, y lo que va del XXI, lucieron y lucen con orgullo sus rostros perfectamente rasurados. Esto tampoco pasa desapercibido a Hillary Clinton: si quiere ganar las elecciones deberá cuidar ese aspecto de su imagen con el mismo esmero que Merkel. ¿Tendrá algo que ver el invento de la maquinilla de afeitar con este curioso fenómeno? Si es así, el señor Gillette -el padre de la criatura, que por cierto gastaba bigote- es el culpable de tan radical cambio de imagen con respecto a los hirsutos mandatarios del XIX.

Resulta que el bigotismo hasta tiene himno (con letra, no como el español). Los Salvajes cantaban allá por 1967 esta coplilla orgullosa: "Mi bigote es colosal / al estilo oriental. /Hasta Atila lo llevó: / hoy también lo llevo yo". Luego cuentan las dificultades que el bigote provoca a la hora de comer, pero no así en el momento de empinar el codo. Es curioso, porque Carpanta utilizaba la expresión "menear el bigote" cuando se zampaba un pollo asado, algo que ocurría muy de Pascuas a Ramos. Frank Zappa hubiera flipado con Carpanta y con Jose Mari.

@JulianSiniestro

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