Dice el refrán que "a la vejez, ciruelas", por el affaire del rey Amadeo de Saboya con estos frutos (antes de su abdicación en febrero de 1873) pero, al margen de la anécdota, la drupa del Prunus domestica debe comerse a cualquier edad por ser nutritiva y saludable. Es una de las frutas más apetecibles y refrescantes durante los calurosos meses de verano, sobre todo cuando se toman frescas recién sacadas del frigorífico.
No existe unanimidad en cuanto a su origen, aunque la mayoría de los autores afirman que procede del Cáucaso, Anatolia y Persia desde donde fue introducida en Italia (149 a.C.), extendiéndose pronto por toda Europa. En España existen más de 200 variedades que se pueden clasificar por su color, desde las amarillas de sabor ácido y abundante zumo, a las rojas (jugosas y más dulces), las negras y las verdes o claudias, una de las reinas por su sabor y calidad.
Las ciruelas encuentran en su mejor época de consumo de junio a agosto, con algunas variedades también en mayo y septiembre. De sus propiedades destaca su bajo aporte calórico, su elevada cantidad de agua, un alto contenido en fibra, vitamina A y aporte de algunos minerales como potasio, magnesio, calcio y yodo.
Se puede disfrutar de este jugoso fruto a cualquier hora del día: solo o pelado o con piel, en ensalada, macedonia, cócteles, mermeladas, repostería, sorbetes y helados. Y también como aperitivo, en postres y ensaladas. Todas las ciruelas oscuras y algunas de las variedades más claras tienen pieles amargas y pueden utilizarse para preparar confituras, mermeladas y gelatinas. También pueden prepararse salsas agridulces que acompañan carnes y crêpes.
La desecación es otra de las alternativas interesantes de estas drupas. Se pueden utilizar las ciruelas pasas, que se consumen al natural, cocidas o como acompañamiento de diferentes platos dulces, combinadas con otras frutas, o alimentos salados.
