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El exiliado que traicionó al "Chivo"

El dictador Leónidas Trujillo.

El 4 de mayo de 1960 en una de las calles de México ciudad, un automóvil se abalanzó sobre un hombre atropellándolo brutalmente. Instantes después, dos individuos salieron del coche y vaciaron los cargadores de sus pistolas sobre el peatón, que yacía en el suelo, dejándolo prácticamente muerto. La víctima se llamaba José Almoina Mateos y cuentan que sus últimas palabras, antes de fallecer, fueron "¡Trujillo, fue Trujillo!".

¿Que había detrás de este crimen? ¿Cuál era su explicación? Tras un primer despiste, los medios de comunicación empezaron a atar cabos: José Almoina había sido, durante varios años, el secretario personal de presidente dominicano Rafael Leónidas Trujillo; es más, quizás uno de los hombre de mayor confianza del sanguinario dictador, quien no en balde le había encargado la tutoría de su hijo Ramfis. También ejercía de amanuense de su esposa, María Martínez de Trujillo, aficionada a escribir.

Militante del PSOE en Lugo, Almoina y su familia se exiliaron de España a finales de la guerra, siendo su primer refugio Francia. De allí, cruzaron el charco formando parte del contingente de más de doscientos republicanos españoles acogidos "generosamente" por el presidente Trujillo en la República Dominicana, a donde llegaron el 7 de mayo de 1939 .

No le fue difícil a José Almoina encontrar trabajo en aquel país. Lo hizo primero como profesor en la Escuela Diplomática y, después, en la Facultad de Filosofía y Letras y en la Escuela Nacional de Bellas Artes. Su altura intelectual no pasó desaparcibida por el régimen y, así, cuenta Salvador E. Morales, autor de Almoina, un exiliado gallego contra la dictadura trujillista, "en octubre de 1942 el canciller Arturo Despradel le comunica que Trujillo deseaba verlo. El general andaba buscando un tutor personal para su hijo predilecto, Ramfis, y un diplomático acreditado en Santo Domingo le sugirió el nombre del gallego Almoina como el idóneo". Y, ciertamente, un hombre de sus conocimientos históricos y literarios, que manejaba varios idiomas, se presentaba como el candidato ideal. Almoina aceptó el "delicado" trabajo que le encomendaba el Chivo, dijo él en primera instancia que "porque me proporcionaba la oportunidad de corresponder, aunque fuera de una manera muy modesta, al gesto generosísimo de Trujillo para con los exiliados españoles que desde fines de 1939 disfrutamos de la hospitalidad dominicana gracias a él". Pero el caso es que a esas alturas, como señala Morales, "al dictador no le podía dar una negativa sin sufrir consecuencias personales y familiares".

Su decisión le causó ganarse la antipatía de muchos de sus antiguos compañeros que, como él, habían luchado contra el fascismo en España: Trujillo, a su manera, era un más que "digno" representante de esa ideología. De hecho, su dictadura está considerada la más terrorífica sufrida en país alguno de América. De ello no tardó en percatarse el lucense quien, a la par que se ganaba cada vez más la confianza en el entorno personal de Chivo, también iba conociendo las terribles atrocidades que se cometían contra el pueblo dominicano.

Incapaz de permanecer con los brazos cruzados, en 1949, y bajo el seudónimo de Gregorio G. Bustamante, Almoina Mateos publica Una satrapía en el Caribe. Historia puntual de la mala vida del déspota Rafael Leónidas Trujillo, demoledor testimonio contra el régimen y su líder. Enterado Trujillo de la verdadera autoría del libro, reacciona de una manera peculiar: le obliga a escribir, esta vez firmando con su auténtico nombre, un elogio de su persona y "virtudes" al que titula Yo fui secretario personal de Trujillo (1950).

Pero la suerte del gallego estaba echada. Tras perder la confianza del presidente, sospecha que algo se trama contra él y su familia y decide marcharse del país. Piensa primero en Cuba, pero dada la amistad entre Trujillo y Batista, se decide por México, por juzgarlo un país más seguro. Hasta que aquellos sicarios cubanos lo remataron a tiros no se imaginó que el cuerno del Chivo era tan largo.

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