Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Ignacio Sánchez-Cuenca: "Veo injusto comparar la política de ahora con la de la Transición"

"Un partido como Podemos me produce cierta inquietud porque los profesores de Universidad tenemos un deficiente conocimiento de la economía privada"

Ignacio Sánchez-Cuenca es profesor de Ciencias Políticas.

Va por la quinta edición y está convencido de que la atención sobre su libro La desfachatez intelectual responde a algo que estaba latente en la sociedad española: se cuestiona a los grandes empresarios, a los banqueros, a la capacidad de los políticos frente a la crisis económica... Y ahora les toca el turno a los intelectuales, a los opinadores que aprovechan la potencia de sus títulos literarios para levantar cátedra sobre economía o asuntos políticos varios. Ignacio Sánchez-Cuenca, también articulista en prensa escrita y digital, puso en marcha su libro a partir de las reacciones que encontraba cuando entraba en controversia con afamados novelistas.

-Muchos analistas dicen que en España no hay cintura para pactos de gobernabilidad. ¿Usted qué opina?

-Yo creo que va a ser posible, es decir, no hay ninguna tara en nuestros líderes que les impida pactar. Lo que sucede es que han estado pendientes después del 20-D de la posibilidad de una repetición de las elecciones, pero si ahora se repiten en junio ya no hay tercera posibilidad, o sea, ya nadie se plantea que pueda haber una tercera ronda electoral. Por otro lado, hay que reconocer que de todos los repartos posibles del voto este era el más endiablado, parece que se ha hecho aposta lo de impedir combinaciones sencillas... Cualquier fórmula era complicada, porque requería poner de acuerdo a partidos que ideológicamente están muy lejanos, o bien que hubiera muchísimos partidos metidos en la coalición. Quiero decir que se estaba ante las condiciones más desfavorables, por ello no tiendo a culpabilizar mucho a los líderes.

-La comparación entre los de ahora y los representantes de la Transición ha sido una constante a la hora de lamentar la falta de pacto. ¿Le parece rigurosa la traslación?

-Veo injusto comparar la política de ahora con la de la Transición, porque en este momento si fallan los acuerdos no pasa nada. Tenemos un sistema constitucional ya consolidado y hay unas reglas sobre los pasos que hay que dar... Pero en el año 1977, que es cuando se firman los Pactos de la Moncloa, no había ni siquiera Constitución, la democracia estaba por hacer, y por tanto si fallaban a la hora de hacer un pacto el resultado era una involución hacia el sistema anterior. Entonces, la opción por defecto en caso de que fracasaran los pactos en el 77 o 78 era peor que ahora, podía haber un golpe militar o una vuelta al sistema anterior franquista, y ahora lo único que significa es que pasados unos meses se repiten las elecciones. Por lo tanto, me parece injusto hacer comparaciones en este sentido: los de ahora han fracasado y los de entonces tuvieron éxito, sí, pero los de entonces tenían una situación mucho más difícil.

-Proponga una o varias cautelas de cara a esta nueva campaña electoral y a la proliferación de artículos políticos o económicos firmados por escritores, que es contra lo que usted advierte.

-Creo que cuando los escritores o los literatos escriben sobre política no suelen meterse tanto con el día a día, o no comentan sucesos muy concretos como la campaña o las intervenciones de los líderes, sino que más bien hablan de problemas generales. En ese sentido, no creo que vayan a tener mucha presencia pública en la nueva campaña electoral...

-Aunque sean temas generales habrá falta de rigor y análisis, ¿no?

-Sí, pero tirando de hemeroteca para ver cuáles son los asuntos que más les preocupan a ellos vemos que son los que tienen que ver con la unidad de España o la corrupción, pero no se meten a hablar, por ejemplo, de pactos. Es decir, son asuntos donde ellos pueden poner sobre la mesa lo valores éticos y morales que defienden. En definitiva, tienen una presencia menor en elecciones y en campaña...

-Usted dice "ellos", que no son otros que Mario Vargas Llosa, Javier Cercas, Pérez Reverte, Fernando Savater... No sé si me queda alguno atrás.

-Antonio Muñoz Molina...

-¿Cómo recibieron su libro?

-(Risas) Bueno, Jon Juaristi, que no sé si lo hemos citado, reaccionó de forma muy irritada, los demás han mantenido un silencio que para mí era previsible, pero en el caso de Juaristi perdió un poco el control y me ha dedicado dos columnas en ABC, donde me llamaba "imbécil" o que era una vergüenza para el sistema universitario que yo estuviera dando clases... Pero todo eso no me irrita especialmente, lo que me fastidió es que volvió una vez más para decir que yo estoy muy próximo a ETA, es decir, esa cosa de que cuando alguien está en desacuerdo contigo le cuelgas el sambenito de etarra... Como es lógico, yo no tengo la más mínima simpatía con ETA ni con su mundo, por lo que su actitud me resulta lamentable y empobrecedora, impide que haya un intercambio de argumentos.

-¿Dónde está el origen de este libro?

-En realidad yo escribí durante muchos años en las páginas de opinión de El País, y en alguna ocasión entré en polémica con algunos de estos escritores, y ya advertí entonces que cuando escribía algo crítico con sus tesis ellos respondían de forma muy personal, con descalificaciones. Por ejemplo, tuve un intercambio con Fernando Savater y este enseguida me dijo que yo sería un buen ayudante de Hitler, algo que me pareció y me parece desmesurado. Bien, pero nunca quise ni he querido entrar en esa especie de cuerpo a cuerpo para ver quién es más hábil descalificando al contrario. Entonces, desde hace muchos años venía notando que estos escritores, muy buenos todos ellos en lo suyo, con una categoría intelectual que no cuestiono... Pero es verdad que actúan con una cierta prepotencia e impunidad, es decir, escriben sin anticipar que alguien les pueda criticar por ello, y me parece que no es sano para nuestro debate público, lo lógico es que haya un intercambio de argumentos, que no haya una jerarquía demasiado pronunciada entre los que está más arriba y el resto de personas que opinan sobre política.

-Quizás ha tocado usted autoestimas muy elevadas, ¿no?

-En el libro lo que he intentado es criticarles, pero criticar lo que escriben sobre política sin entrar en la descalificación personal. A lo mejor hay algún fragmento en el que me haya pasado de la raya, pero he procurado en todo momento no entrar en el insulto o en la ofensa personal, sino simplemente argumentar dado que lo que ellos exponen en sus artículos no está en el nivel que cabría exigir.

-¿Cómo recibe las críticas de los que lo consideran un opositor al intelectual, al pensamiento libre, a la boutade?

-No creo que esto afecte al argumento central. Los grandes intelectuales estilo Bertrand Russell o Sartre son necesarios en toda sociedad, aunque en España no los tenemos de ese nivel. Y su papel no es el del análisis político de los pactos o la marcha de la economía. No, es el tipo de intelectual que denuncia injusticias, que llama la atención sobre problemas que no reciben suficiente interés, que apela a valores que se degradan...

-Pero esto del intelectual que amplía sus horizontes ya viene de la Generación del 98, y tuvo arraigo en la II República.

-Sí, la Generación del 98 es muy brillante literariamente, pero sus análisis sobre España no fueron especialmente influyentes, ni dieron lugar a ideas positivas para la reforma de lo que funcionaba mal. La continuidad entre este grupo y los actuales es que todos ellos enfocan la política desde una posición muy moralista, de que el país se me queda pequeño, que me duele España porque... Este no es un país para mí, yo estoy por encima... España está llena de defectos, los españoles están siempre a garrotazos y nosotros estamos aquí llamando la atención de que esto no puede seguir así. Esa actitud de situarse por encima del país en el que vives produce moralismos, se quiera o no se quiera, y plantea un hilo conductor con el 98 que no se ha roto nunca.

-Usted es profesor de Ciencias Políticas de la Carlos III. ¿Qué opinión le merece que colegas suyos sean los fundadores y representantes de Podemos? Y otra cuestión: crece el número de columnistas e intelectuales de esta órbita que opinan de política y economía. ¿Podría ser el motivo de otro libro?

-(Risas) No lo descarto... Sí, yo he sido profesor en la Complutense muchos años, pero nunca tuve trato con ellos, no los conozco personalmente. Bien, pero de la misma manera que a mí me pondría nervioso un partido formado sólo por empresarios, también me intranquiliza mucho un partido formado solo por profesores de universidad, porque tienen una visión de la realidad de España muy sesgada. Los profesores de universidad tenemos un conocimiento directo del sector público, pero es muy deficiente en cuanto a economía privada. Un partido tan hegemónicamente construido por docentes me produce cierta inquietud.

Compartir el artículo

stats