Mercedes Núñez Targa sufrió la guerra, la cárcel, el exilio y la deportación. Fue una mujer rebelde y valiente que consideró que tras la derrota republicana su lucha debía continuar; que tras la ocupación nazi de Francia, su deber no era aceptarla, sino combatirla. Una mujer que se enfrentó al fascismo en España, Francia y Alemania y que sobrevivió al horror nazi con valentía y dignidad hasta la liberación del campo donde estuvo presa y cuando por su falta de salud solo era una destinada al crematorio.

Hace un año llegó a mis manos la copia escaneada de una carta de Mercedes Núñez Targa fechada en Vigo el 14 de diciembre de 1982. El artífice de que esto ocurriera fue el destinatario, José Sedano Moreno, un virgitano apasionado de la historia de la Segunda Guerra Mundial y del universo concentracionario nazi. La carta, que pertenece al fondo documental de José Sedano, fue donada por él a la Universidad de Leicester (Reino Unido).

A lo largo de seis páginas Mercedes narra los episodios vividos desde que fue detenida por los nazis en Carcassonne en mayo de 1944 hasta la liberación del campo de Ravensbrück en abril de 1945.

Había llegado a Francia de forma clandestina en julio de 1942 bajo la falsa identidad de Francisca Colomer incorporándose a la Resistencia como enlace de la la 5ª Agrupación de Guerrilleros Españoles del Departamento de l´Aude. Su tarea era la logística y la falsificación de documentos. Más tarde consigue trabajo como cocinera en el Estado Mayor de las fuerzas de ocupación nazis en Carcassonne.

La deportación

En mayo de 1944, junto a once compañeros de su agrupación guerrillera es detenida y sometida a un violento interrogatorio en la sede de la Gestapo en Carcassonne. Deportada al Fort de Romainville, más tarde es conducida en condiciones infrahumanas a los campos de Sarrebruck -donde permanece ocho días comiendo ortigas cocidas- y Ravensbrück: "Nos llevaron durante cinco días en vagones de ganado precintados y con el único ventanuco recubierto de alambre de espino, en mi vagón, cincuenta y tres mujeres. Nos habían dado un bocadillo, que fue lo único que comimos durante los cinco días, en un ángulo, un enorme barril para orines y excrementos, que permaneció así durante los cinco días hasta desbordarse.»

Ravensbrück

En el pueblo prusiano de Ravensbrück, a noventa kilómetros de Berlín, las SS hicieron construir en 1938 el mayor campo de concentración de mujeres en territorio alemán que acogió a 132.000 prisioneras de diversas nacionalidades, entre ellas cerca de trescientas españolas.

Cuando el tren se detiene en la estación de Fürstenberg el 23 de junio de 1944, Mercedes y sus compañeras son recibidas por los SS y sus feroces perros y obligadas a iniciar una marcha a pie hacia el campo de Ravensbrück: "Allí no nos permitieron comer ni acostarnos, eran las cinco de la tarde (junio 1944) y durante doce horas tuvimos que permanecer en posición de firmes, guardadas por SS y kapos.

A las cinco de la mañana nos introdujeron por grupos en unas duchas y allí nos dejaron tal como vinimos al mundo. Nos arrebataron absolutamente todo, incluso pañuelos, sostenes, paños higiénicos. A las que tenían bellas cabelleras se las cortaron (hacían tejidos con ellas)".

Mercedes pierde su identidad y se convierte en tan solo un número, el 43255. Durante cuarenta días permanece junto a sus compañeras hacinada en un barracón. Solo las permiten salir para la formación y recuento de prisioneras (appel): "Había que formar impecables líneas rectas y el mover la cabeza, una mano, un pie, etc. o cuchichear lo más mínimo representaba recibir gran cantidad de latigazos".

Las largas formaciones en la appellplatz y los exámenes médicos a los que fueron sometidas determinaban, según el criterio nazi, quienes eran útiles para el trabajo y quienes no: "Las antiguas del campo nos advirtieron: no digáis que estáis enfermas. Enfermedad = cámara de gas". Las enfermas, ancianas, embarazadas o poseedoras del más mínimo defecto físico eran exterminadas.

Kommando Hasag

El Kommando Hasag era un complejo industrial situado en Leipzig, donde las prisioneras eran obligadas a trabajar en una fábrica de armamento destinado a abastecer al ejército alemán.

Mercedes junto a seis mil mujeres más, entre las que se encuentran ocho españolas es integrada en este kommando. Su tarea es la producción de obuses. "Se nos obligaba a trabajar en esa fábrica de armamento doce horas por día, siempre de pie, comiendo una sopa y una pequeña rebanada de un pan que tenía de todo menos harina".

La larga jornada en la fábrica no la exime del appel, la gran formación diaria en posición de firme: "no menos de dos horas diarias, pero casi siempre más, puesto que la más mínima falta era sancionada colectivamente con algunos suplementos de appel, bajo el frío, la lluvia, nevando, etc".

Los magnates de la industria alemana habían realizado diversos estudios que aseguraban que en esas condiciones la esperanza de vida de cada presa no superaría los nueve meses. Lo que no contaban era con la solidaridad de las mujeres, que renunciaban a una pequeña porción de su comida para dársela a las que más lo necesitaban.

Mercedes y sus compañeras rechazan la condición de víctimas, pues se consideran presas políticas y combatientes: "Considerábamos, pues, el sabotaje como un deber primordial y la verdad es que los obuses y las máquinas quedaban inutilizados con gozosa frecuencia".

Ejecutan varias formas de sabotaje: ralentizan el ritmo de trabajo para frenar la producción, aflojan con la uña los tornillos de los tornos para detener su funcionamiento, e introducen los obuses mojados con agua o nieve en las cajas para que una vez oxidados quedaran inutilizados.

Mantienen en alza su dignidad: "Decidimos arriesgarnos a una acción, de cara a reivindicar nuestra condición de presas políticas frente a los obreros alemanes, a quienes habían dicho que éramos ladronas, prostitutas, etc., a las que reeducaban por el trabajo y con las que no debían hablar en absoluto·. La ocasión se presenta cuando los nazis deciden pagarlas un ficticio salario en bonos de cantina delante de los obreros, y los rehúsan públicamente: "No somos obreras libres, somos presas políticas, no queremos dinero de Hitler".

Se trataba de una acción concertada entre todas las prisioneras de distintas nacionalidades con la que consiguen el respeto de los operarios de la fábrica y la furia de los nazis: "Todas, absolutamente todas, las 6.000 mujeres rechazamos el bono y los obreros alemanes entendieron perfectamente el sentido de la acción y es más, que mereció su general simpatía".

El campo del Kommando Hasag fue abandonado por los nazis el 13 de abril de 1945. Mercedes, enferma de tuberculosis y escarlatina ya no es útil para el trabajo y se encuentra en la enfermería del campo de Leipzig. Desconoce que ese mismo día los nazis han decidido su traslado a la cámara de gas.

Celebra la liberación colocando sobre su ropa una banderita republicana confeccionada por sus compañeras españolas. Aún faltaban quince días para que el Ejército Rojo liberara Ravensbrück.

En una entrevista en la TVE Catalunya en marzo de 1986 relata así aquel día: "El día de mi liberación no sé lo que hice. No puedo recordarlo. Fue tal el choque. Hubo mujeres que se murieron aquel mismo día, que no se podían mover y estaban agonizando en la cama y que se pusieron de pie al oír la noticia. Era una cosa de locura. Fue una alegría inmensa. Lo que sí recuerdo es que mis compañeras españolas que fueron evacuadas me habían confeccionado una banderita republicana. Era el 13 de abril aquel día. Me dijeron mis compañeras: "Mira, si mañana 14 de abril eres liberada, te la pones". Yo cogí y me la puse. Es el único dato concreto que recuerdo de aquel día de mi liberación. Lo demás es un poco difuso. Anduve, salté, corr퀻

Mercedes no siente odio por el pueblo alemán: "Jamás las españolas confundimos al pueblo alemán con los asesinos nazis y sus amos. Los antifascistas alemanes de la Thaelmann y de la Edgar André no habían escrito en vano esa lección con su propia sangre. Nunca podremos olvidarla".

El incierto futuro

Mientras que sus compañeras de infortunio son repatriadas a sus países de origen, Mercedes no puede volver a España. Es una apátrida para el régimen franquista. Regresa a Francia en mayo de 1945 e ingresa en un Hospital de Paris. Dos meses después y desde el hospital se desplaza a Carcassonne como testigo de la acusación en el juicio seguido contra René Bach, su torturador de la Gestapo, que será condenado a muerte y fusilado en septiembre de ese mismo año.

Ella padece importantes secuelas producidas por la deportación. A consecuencia de las mismas años después la extirpan un pulmón. A pesar de contar con la opinión desfavorable de los médicos, en otro rasgo de valentía decide tener un hijo, Pablo, que nace en 1949.

En un último párrafo de la carta, Merdeces escribe: "Me parece estupendo que alguien que no vivió aquello se interese por conocer esa negra página de la historia, más actual de lo que muchos creen. Que lo digan si no, esas madres de la Plaza de Mayo que, como las madres de los deportados ignoran cómo, dónde y cuándo fueron asesinados sus seres queridos".

El gobierno francés concedió a Mercedes en 1959 la Legión d´Honneur (máxima condecoración civil francesa), así como la Medalla Militar (máxima condecoración militar francesa), la Cruz del Combatiente Voluntario de la Resistencia, la Medalla de la Deportación e Internamiento por hechos de Resistencia, la Cruz de Guerra 1939-1945 y la Cruz del Combatiente.

No olvidemos. Se lo debemos. En un país tan precario en memoria el olvido es inadmisible.